miércoles, 28 de febrero de 2007

Paseos nocturnos

Todas las noches, después de cenar, Federico Kaplan bajaba a la calle a pasear un rato por la ciudad que, de un tiempo a esta parte, se le había vuelto extraña. “Tal vez soy yo”, repetía, sabiendo que una cosa no excluía la otra. Caminando a paso acelerado, no por gusto sino porque no sabía hacerlo de otra manera, recorría una media de tres kilómetros antes de retirarse a dormir. El sano ejercicio de sus extremidades iba a la par de una ferviente actividad mental de antagónicos efectos sobre su estado de ánimo, de por sí propenso a la melancolía y el pesimismo .Tenía la convicción de que era en esos momentos cuando su cerebro alcanzaba sus mayores cotas de lucidez, cuando las grandes verdades de su existencia, se abrían paso desde las profundidades de su alma, envuelta en neblinas, hasta materializarse en sólidas ideas. Era entonces, cuando su esencia heterogénea se expresaba con mayor vivacidad, con todas sus ramificaciones unificándose en un fin común, en un personal e intransferible acto: pensar , pero a lo grande, en términos metafísicos. Para vivir, o lo que fuera eso que hacía a diario, ya tenía el resto del día, se decía de regreso a casa, abatido ante la evidencia de un destino trivial y dañino.

martes, 27 de febrero de 2007

Mala energía

Dotado de una naturaleza predispuesta a la metafísica y las supersticiones, solía pasear cuando no encontraba la inspiración, creyendo que el pensamiento aireado y el ejercicio de sus piernas le llevarían hacia ella. Ahora, sin embargo, eso era sólo un pretexto para abandonar, por un rato, su lúgubre apartamento. Tenía la certeza de que, de alguna forma, una energía negativa se había metido en su interior y se expandía, lenta pero inexorablemente hasta colonizar todas las estancias de la casa. Esta, debía ser la causa por la que, de un tiempo a esta parte, se resentiera cada vez su capacidad para escribir algo digno, para pensar y crear , además de encontrarse siempre cansado y de pésimo humor. ¿Sería, acaso, una demoniaca posesión de efectos desmoralizadores y paralizantes? ¿No habría alguien que, envidioso, le hubiera enviado esa negatividad en un deseo de destruirlo?. Sopesando el problema, llegó a la conclusión que tenía dos claras y recurrentes posibilidades de acción: acudir al psquiatra, o a una iglesia en busca de un cura para que bendijera su casa.
Al final, indeciso, se decantó por una tercera: pintar las paredes de blanco.

sábado, 24 de febrero de 2007

Quien tiene un amigo....

Fragmento de conversación entre dos amigos porteños, residentes en Madrid, que quedaron en un Café para dilucidar ciertas cuestiones de orden sentimental:
- Che, ¿a qué no sabés quién me llamó hoy?
- Y...yo que sé, cualquiera.
- Cualquiera no....Gisela
- ¿Quién?
- Gisela
- ¿La turra esa te volvió a llamar?
- Sí, como lo oyes
- Supongo que le colgarías ¿no?
- No , la verdad es que...
- No me lo puedo creer. ..¿qué quería la muy...
- quería hablar y...
- ¿Hablar de qué? Vos no tenés nada de qué hablar con ella, si quiere hacerlo, que lo haga con el forro de su jefe, que para eso te cambió por él.
- No, me dijo que ya no están juntos desde hace cuatro meses
- Ah, claro y ahora como se siente sola, vuelve a vos para decirte que siempre te quiso, que se equivocó y cuando se cogía al otro repetía tu nombre ¿no? Decíle que se vaya a la puta que la parió..
- ¿No creés que debería verla? Para charlar nomás
- ¿Estás en pedo o qué te pasa, boludo? A ésa mina la agarraste con otro, con su jefe concretamene, así que andáte a saber desde cuándo te engañaba, y me decís que si deberías hablar con ella?? ¡Qué se muera!
- No sé,... la verdad....me da un poco de pena...
- ¿Pero de qué pena me hablás? La a-ga-rras-te con otro, ¡dejáte de joder ¡...cuando ella estaba con él seguro que no sintió pena de vos.
- Entonces ¿qué hago? ¿no quedo con ella?
- Pues claro, ...¿o ya quedaste?
- No, no , quedamos en que yo la llamaba
- Entonces, pasá de ella y que se joda, como vos te jodiste hace más de seis meses
- No la voy a llamar, tenés razón
- Pues claro que la tengo, como siempre...salvo una vez, que pensé que no la tenía y al final resultó que sí...
(los dos se ríen)
Andá, hacéle señas al camarero y pedí algo más fuerte, a ver si el alcohol te vuelve menos boludo.
- Sí, que nos mate el alcohol ya que el amor no pudo
- Sí, pero a vos por poco...menos mal que me tenés a mí que si no....


Dedicado a Juan Pablo; hombre de mente lúcida e incondicional visitante de mi blog.

viernes, 23 de febrero de 2007

Vicioso dolor

AVISO: el siguiente breve texto no es autobiográfico y su lectura es contraproducente para todos aquellos que creen en una vida repleta de flores, amor y mariposas.

Enviciado con la tristeza, se encerraba a oscuras en su cuarto, con el deseo de no sentir y dejar pasar el tiempo. Se tumbaba vestido sobre la cama, cerraba los ojos y apenas se permitía escuchar otra cosa que no fueran los latidos de su herido corazón. Si el amor es como la muerte, que a todos nos toca, el desamor le había golpeado de súbito, mostrándole el dolor en toda su crudeza y haciéndole ver la vida en blanco y negro, con marcados tonos grisáceos. “Soy Edgardo Segre y puedo superarlo” repetía, mirándose fijamente en el espejo del baño pero sabiendo que, cuando entrara en su habitación, la tristeza, siempre fiel y hambrienta, se lanzaría con voracidad sobre él.


Dedicado al Capitán Pescanova, que sabrá comprenderlo.

Talento

Cada tanto, se vía embargado de una pueril euforia, nacida de la pretensión megalómana de hacer algo “grande”. No era por sí mismo por quien lo quería hacer, sino para ajustar cuentas con todos aquellos que no confiaban en él y le despreciaban de una manera más o menos soterrada. Sin embargo, lamentablemente, sufría la cruel asimetría entre lo que quería ser y lo que era, con lo cual su momentánea efervescencia de ánimo sucumbía, sin remisión, ante el avance de eso que tanto daño le hacía y que se llamaba realidad. Resignado, se tumbaba en la cama a dormir, deseando que los sueños, o algún acontecimiento futuro, sirvieran como detonante de ese talento que creía anidaba en su interior.

jueves, 22 de febrero de 2007

No aguanto a Goddard

Era una fría tarde de invierno, y no se me ocurrió nada mejor que acudir a la Filmoteca a ver una película de cine negro de los cincuenta. Llegué con tiempo de sobra para tomar algo y me acodé en la barra ante la imposibilidad de sentarme a una mesa, todas ocupadas por veinteañeros y puretas con pinta de profesores universitarios. Calmada la sed con un largo trago de cerveza, no pude abstraerme de la conversación de los dos lechuguinos que tenía al lado. Con un primer y rápido golpe de vista los catalogué del género snob, con sus gafas, sus boina, sus abrigos grandes y sus zapatones. Uno fumaba pipa, el otro no. Uno alto, el otro bajo. No tenía previsto dedicar mi atención ni a ellos, ni al contenido de su cháchara hasta que un nombre ; GODDARD, retumbó en sus oídos con fuerza.
Me perdí el inicio, pero el resto fue más o menos así (a grandes rasgos y resumiendo un poco)
- snob 1: ...supuso una ruptura clara con el lenguaje fílmico de su época, llegando a influir de manera sensible en no pocos directores contemporáneos...
- snob 2: totalmente de acuerdo contigo, querido amigo, además, se aprecia en sus trabajos, su esencia existencialista, su pasado marxista-leninista y una serie de elementos que nos lo muestra, ¿cómo te diría yo?...humm, como un autor anárquico ¿no crées?
- Snob 1: claro, claro y todo eso le confiere que algunos le vean como un director de culto, con un manejo preciso y precioso de la rebeldía romántica, el absurdo y la provocación, un tanto amoral y con ánimo de demoler las convenciones de una sociedad que se le antoja antagónica ¿no te parece? .

A estas alturas de la disertación, yo ya estaba indignado ante tanto despliegue de artificialidad barata, pretenciosidad y hablar de cara a la galería (no eran indiferentes a que los que estábamos cerca les escuchábamos) que miraba desesperado mi reloj deseando llegara la hora y permitieran el acceso a las salas.

- snob 2:¡ Siií, Siií, ¡ coincido al cien por cien con lo que díces y además, en él se aprecia un exhibicionismo intelectual y fisico exagerado, y en ocasiones poco justificado si se quiere , con afán provocador, exacerbadamente crítico y todo ello, querido amigo, envuelto con esmero en un amargo sentido del humor que no está al alcance de las masas....dicho sea de paso, siempre reacias a los esfuerzos intelectuales...

Quienes les rodeábamos, nos buscábamos las miradas como quien busca socorro.
Yo, para ser fiel a la verdad, quizás por mi temperamento o quizás porque estaba pegado a ellos, me debatía entre sumarme en su conversación (con ánimo de divertirme a su costa) o mandarlos callar.

BLA BLA BLA BLA BLA BLA
BLA BLA BLA BLA BLA BLA

- snob 1: ya casi es la hora, y no quisiera terminar ésta conversación sin condensar a Goddard en un único término que explicaría todo : Ecléctico.
- Snob 2: ¡Justo! Ecléctico, eso es, eso es!!! ¡ Ecléctico!; ésa es la palabra clave !!

Ya no me aguanté más, y tras ver como el personal del cine abría las salas, me planté en medio de los dos pedantes y les dije, con creciente tono de voz:

- ¿Ecléctico? ¿Ecléctico?. ¡Goddard, lo que es, es un Coñazo, igual que vosotros!.

Se quedaron mudos, agobiados por la sorpresa y el temor. Por el contrario, los demás me dedicaron una salva de aplausos, leve al principio pero que subió de intensidad en la misma proporción que los lechuguinos se sonrojaban. Hice un gesto con la mano, como indicando que no tenía importancia y me encaminé a la sala que me correspondía, con el alivio de saber que la película que iba a ver, no era de Goddard.

miércoles, 21 de febrero de 2007

Divergencia marital

Anselmo Carrascosa pertenecía a esa categoría de personas que al casarse, empeoran. De tres años a esta parte había perdido cabello, aumentado varias tallas y sus movimientos se tornaban cada vez más lentos y torpes. Era como si sus antaño nuevos horizontes vitales hubieran sido relegados al olvido en el momento que dijo: “sí, quiero”. Por el contrario, su esposa estaba cada día más hermosa y resplandeciente, lo que acentuaba la brecha que se había abierto entre ambos.
Hechos ulteriores acelerarían aún más este avance en direcciones contrarias. Así, mientras él sucumbía a una terrible enfermedad, cuya sola mención resulta tabú, ella , rejuvenecida, gozaba del jóven cuerpo de un muchacho que podría ser su hijo.

Matemáticas

Le agradaba mirarse en el espejo, pero no por narcisismo, sino por un acentuado y deficientemente limitado afán de descubrimiento. Quería rastrear, en sus facciones, las huellas inequívocas de su verdadero ser, de la esencia de lo que se había convertido. Pensaba, frecuentemente, en eso de que el rostro es el espejo del alma y quería profundizar en ello. Por más que estudiaba su imagen reflejada, no conseguía descubrir inequívocos signos que evidenciaran la metamorfosis de su alma. El cambio operado no se traslucía externamente y el asunto le tenía inquieto y confundido. Se miraba y se miraba. Tenía cara de buena persona, común y corriente, con ojos grandes y expresivos de aspecto semítico, sonrisa fácil y un conjunto de desarmonías que componía un rostro moderadamente atractivo. Alimentaba la teoría de que las definiciones faciales se correspondían con ecuaciones; cada una de las cuales daba como solución una determinada cara. O acaso, más de una. ¡ Quien sabe ¡ ; tal vez en Australia hubiera alguien compartiendo lo que el creía herencia exclusiva de su abuelo.

martes, 20 de febrero de 2007

Tenedores

El maitre le clavó una mirada altiva, como indicando que en ése restaurante, él era un extraño, un elemento discordante que se había colado por ignorancia o por afán de simulación. Durante toda la cena caviló si dejar una generosa propina, algo que el estirado maitre interpretaría como propio de un nuevo rico, o apenas unas monedas, tal como, según creía él, hace la gente nacida y crecida en el privilegiado medio de la burguesía. Incapaz de tomar una determinación y aún fastidiado por el grosero gesto de bienvenida, aprovechó un descuido y se fue sin pagar.

Pena

Sí, se había resignado (mal) a vivir soportando una legión de interrogantes y de pérdidas que se imponían a las certezas y las ganancias, el esqueleto de los sueños devorados por el paso de un tiempo siempre estéril y el santuario de su memoria protegido de cualquier ultraje. Nadie es feliz con lo que tiene pero, a diferencia de los demás que buscaban, él ya había desistido. Sólo recordaba y paseaba por los parques hablando solo, como creían quienes le veían pasar, pero haciendo con Dios en realidad. Un Dios que jamás contestaba y que cerraba sus oídos cuando, de noche , arrodillado en su cuarto a la luz trémula de una vela, le rezaba alguna oración casi olvidada. Le desesperaba amanecer y ver pasar el día sin que nada nuevo aconteciese, sin que la vida se topara de bruces con él y dejara de esquivarlo como un apestado. Dios era su última esperanza, siempre fallida y siempre indiferente. “Sólo necesito un milagro” clamaba, en la penumbra, sin sospechar que allá arriba, Dios, el Azar y algún otro habitual, se morían de risa.

lunes, 19 de febrero de 2007

Las otras

Su permanente insatisfacción parecía coparlo todo de un tiempo a esta parte. Concretamente desde hacía 2 años, dos meses y 17 días, cuando, por teléfono, ella le soltó las cuatro palabras que él nunca esperó oír : “TÚ HAZ TU VIDA”.
Desde entonces, Ernesto Ottolenghi no volvió a ser el mismo. Algo se rompió en su interior y sus intentos de recomponerlo eran tan penosos como inútiles. Desplegó su efectivo encanto de hombre varonil que irradiaba cierto desapego existencial, en una huida hacia delante de indiscriminados encamarse con mujeres de todo tipo. Como si con eso la castigara o la hiciera volver. Eran actos de puro desahogo sexual y efervescencia emocional, donde los efectos secundarios en forma de sentimiento de culpabilidad y la angustia por haber, según él se hacía creer, traicionado a la que se fue y que el llamaba “la mejor”, componían un triste cuadro de “resaca moral”. Estaba solo y lo comprendía en toda su crudeza cuando, agotado por las piruetas y vaivenes sexuales era incapaz de quedarse a dormir junto a sus amantes ocasionales. Ni siquiera se duchaba. Siempre en casa de ellas, para no profanar el que había sido el lecho donde intentó crear un hijo con la mujer que amaba. Cuando salía de esos domicilios, sonreía como un idiota al pensar que olía a haber follado y que eso era algo que ellas notaba. Ellas, ésas que poco y nada le importaban. Las que eran todas menos “la mejor”. Las que no le habían dicho: Tú haz tu vida”.

sábado, 17 de febrero de 2007

Ojos Negros

Había dejado de llover y el cielo se despejaba, poco a poco, permitiendo asomar un tímido sol con ánimo reconfortante. La gente había salido a la calle como si lo que la tuviera atrapada en sus hogares no fuera el miedo a mojarse sino una oscuridad de nubes negras. Yo, moderado en mi misantropía y a lo que se ve, individuo fotosensible, decidí unirme al grupo tras contemplarlos un rato por la ventana. Vestido de cualquier manera bajé con intención de tomarme un desayuno andaluz y repasar las noticias de los periódicos. Acercándome al semáforo para cruzar la calle lo ví. Estaba al otro lado de la calzada, a escasos seis metros enfrente mío. Hermoso con su todavía húmedo pelaje blanquecino, una altura de alrededor de 60 cm. y una mirada empeñada en el suelo que impedía ver sus ojos. No podía apartar la vista de él y compadecerme de su soledad sin amo ni collar, de ese mirar triste y el desamparo que transmitía su andar sin rumbo.
Nos cruzamos y por un instante me miró, con ojos acuosos de derrota y callada súplica, de inocencia ultrajada y de ingrato abandono. Sólo fue un segundo, y enseguida volvió a bajarlos, avergonzado de su realidad, con ese pudor que sólo conocen las víctimas de las injusticias y las deslealtades. Continuó su camino sin volver la vista atrás, sin esperar, pero suplicándolo, un gesto o una acción de cualquiera de los seres humanos que iba dejando por el camino.
Jamás volví a verlo pero, sus ojos, todavía me persiguen.

viernes, 16 de febrero de 2007

Los que pasean, no se suicidan

Tumbado en la cama, escuchando canciones del viejo crápula Serge Gainsbourg, mato el tiempo y el pensamiento, mirando el techo y esperando que me caiga una gentileza del azar. La fe en un milagro desaparece pronto, dando paso a la nostalgia y la melancolía. Pienso en la cantidad de cosas que perdí en el curso de mi vida; el tiempo malgastado, las personas que murieron, las que me abandonaron, y lo que pudo ser, no es, y jamás será.. Me levanto de golpe, acuciado por la angustia que me provoca la constatación de que mi existencia es un gran fracaso y que he optado por concretarme en la peor probabilidad entre infinitas de haber sido. Me acerco al espejo de la pared, y éste me devuelve un rostro pálido, ojeroso y cargado de saudades. Aparto la mirada, espantado, y me visto; un vaquero gastado y una camisa con el cuello sucio y raído.
Salgo a la calle, mal vestido, sin duchar ni afeitar, mucho más preocupado por las cuestiones de fondo de mi vida, que por cualquier frivolidad estética. Camino sin rumbo,repitiéndome mentalmente una certera y lúcida frase de mi compatriota Graciela Borges: "los que pasean, no se suicidan". Sigo caminando y todo lo que me rodea me parece gris y feo, incluyendo los seres humanos con los que me cruzo. Me gustaría que lloviera fuertemente. Las calles quedarían desiertas, limpias, e impregnadas de un placentero olor a tierra mojada. No hay suerte, como no podía ser de otra forma, y el sol continúa reinando en lo alto.
Cansado de caminar, compro un periódico y entro a tomar café en una gasolinera (de las pocas que quedan dentro del casco urbano). No asimilo las noticias que leo y resuelvo un crucigrma con insultante facilidad. A mi izquierda, un hombre, o algo similar que me hace pensar que si venimos del mono, él lo hizo por un atajo, moja las porras en su café con leche, dejando la barra llena de goterones. A pesdar de que agacha la cabeza y gira el cuello, no puede evitar el goteo sobre la misma tras un largo trayecto del líquido a través de su antebrazo hasta el codo (punto de caída). Termina su desayuno y lo remata con una copa de coñac que apura de un golpe. Se limpia la boca con el dorso de la mano y exclama un "Ah" de satisfacción. Un hombre ordinario de gestos ordinarios. Un hombre que por la noche verá el fútbol por tv, en camiseta de tirantes, pantalón de chándal y pantuflas a cuadros, bebiendo cerveza directamente del gollete y manchándose con el escabeche de los mejillones de lata. Su esposa será encantadora, pero de su apareamiento no saldrá ninguna luminaria de Occidente.
Abandono la gasolinera y retomo mi estéril caminata. Presto más atención, no se para qué, a las personas que pasan a mi lado. Viejos con palillos en los labios, sudamericanas de cuerpos achaparrados y ropas ajustadas, con más colorido que la bandera de Camerún, empleados de inmobiliarias clónicos en sus trajes mal llevados, el pelo corto y los zapatos en punta color tostado, niños prematuramente obesos con la camiseta del Real Madrid, y adultos de rostros amorfos y rasgos romos, que me recuerdan ciertas hogazas de pan. Paso por delante de un par de club y las señoritas de moral elástica que custodian la puerta ni siquiera me miran. Por un momento, engañado por la vanidad, me creo que es porque piensan que no necesito pagar para tener sexo pero, dado mi aspecto, más bien se deba a que piensan, con sobrada razón, que no tengo un duro. Harto de caminar y desertando de la esperanza que me ocurra algo significativo paro un taxi para regresar a casa. Voy a tumbarme en la cama a escuchar a Gainsbourg y mirar el techo porque, pasear, es para los que no se suicidan.
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Manualidades

Desechando la recurrente y lúdica opción de navegar por las páginas porno de Internet, y sintiendo pereza por abrir la bolsa negra que guardaba en el fondo de su armario y cuyo amplio contenido erógeno iba desde una muñeca hinchable hasta manoseadas revistas de lolitas, salió de su cuarto con el paso indolente de quien sucumbía a la pereza. Se dirigió al salón y tras servirse un generoso vaso de whisky con hielo, se dejó caer en el sofá. Sabía que a esta primera copa seguirían una segunda y una tercera, como pasos previos para alcanzar un estado de embotamiento de los sentidos y euforia de la acción, que le animarían a llamarla. Aunque recelaba iniciarse en una relación, y atrás quedaron los efectos de la borrachera de vanidad que le produjo afirmar su masculinidad con tan deseada fémina, sus erecciones necesitaban ser amansadas, significativa realidad que le volvía blandengue, tanto a sus ojos como a los de sus amigos (lo de éstos no era más que pura envidia). Así, apurados un par de vasos, marcó el número de la muchacha y la invitó a visitarlo, sonriendo maliciosamente al imaginarse que sus camaradas continuarían con las manualidades


Decicado a Pablo M.

jueves, 15 de febrero de 2007

Desconsolado

La tediosa calma reinante en el sombrío local de atmósfera macilenta, humo estanca do y cristales opacos por la mugre no ayudaba a romper el círculo vicioso de introspección, melancolía y tristeza. Tomaba un café solo, negro como su amargura, a sorbos diminutos que producían quemazón en la punta de su lengua mientras miraba, absorto, la puerta, como si esperara la entrada de alguien. Los restantes clientes del establecimiento, viejos que se entretenían jugando al dominó y bebiendo copas de coñac que en sus casas tenían prohibidas, le lanzaban fortuitas y esporádicas miradas, más cargadas de indiferencia que de otra cosa. A un primer café siguió un segundo, y a éste un tercero, a cual más negro y más amargo. La carga de cafeína ingerida le provocó cierta eferverscencia eufórica que le empujó a levantarse y salir a la calle a caminar por las callejuelas del laberíntico barrio. La tiránica oscuridad de la noche, favorecida por los decadentes y grises edificios, apenas se veía afectada por la débil resistencia de escasas y distantes farolas sobrevivientes de olvidados tiempos de prósperas promesas. Sin darse cuenta, como si fuera sonámbulo, se encontró ante el muelle y unas aguas que parecían llamarle. Se sentó en la fría piedra y contempló largamente los caprichosos reflejos sobre la líquida superficie hasta que al rato, flexionando su tronco hacia delante, se lanzó a las profundidades de la muerte, sabiendo que era la única salida que tenía para un abatimiento y un desconsuelo inextinguibles.

martes, 13 de febrero de 2007

Feos

Mi primo y yo desayunábamos plácidamente en el comedor de un pequeño y céntrico hotel lisboeta, cuando nuestra soledad se vió ultrajada por el trajín de un montón de turistas aparecidos de golpe.
- ¿Te díste cuenta de lo feos que son todos? - me preguntó intrigado
- es que hay una convención de feos - respondí con lo primero que se me ocurrió.
- Ah, ya entiendo...y estos son los figurantes ¿no?.
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Carta a una Agencia de Publicidad.

Cierto día, agobiado de manera particular por el tedio, intenté hacerle un quiebro entregándome a una excentricidad al pedo, que más que un acto excéntrico fue un experimento sociológico de confirmación de algunos de mis prejuicios. Envié, adelantando el resultado, la carta que a continuación reproduciré, a determinada agencia de Publicidad, cuya identidad, al menos de momento, mantendré en secreto:

A QUIEN CORRESPONDA:

HE VISTO ALGUNOS DE SUS ÚLTIMOS TRABAJOS EN TV Y DEBO DECIRLE, CON TOTAL FRANQUEZA, QUE ME PARECIERON UNA PORQUERÍA. NO SE DE DÓNDE SACA USTED A SU EQUIPO DE CREATIVOS (UNO ENTIENDE PORQUE NUNCA SERÁN CREADORES), PERO DESDE LUEGO NO DE UN LUGAR DONDE LA INTELIGENCIA ES LA NORMA SINO LA EXCEPCIÓN. SIN LUGAR A DUDAS, YO LO HARÍA MUCHO MEJOR, AUNQUE TAMBIÉN ES CIERTO QUE LE SALDRÍA ALGO MÁS CARO QUE ESOS COLABORADORES DE LOS QUE SE RODEA.
CASI CON TODA SEGURIDAD ENCUENTRE ESTA MISIVA UN TANTO IRREVERENTE, Y VEA EN MÍ, A UN SER CARGADO DE RAZONES. ES CIERTO, PERO CONSIDERE QUE YO TENGO UNA DESESPERACIÓN INTERIOR QUE ME EMPUJA A UNA TREPIDANTE CARRERA DE ÓRDAGOS, Y NO PUEDO PERMITIRME QUE MADUREN ALGUNAS DE MIS RECIENTES DERROTAS Y NEGATIVAS VICISITUDES. ESTO, ME OTORGA UNA TEMERIDAD QUE ME HACE DESPRECIAR EL PUDOR.

HASTA PRONTO (O NO)
FDO.: CARLOS PAREDES LEVÍ

P.D.: SI SE PREGUNTA PORQUÉ LE ENVÍO ESTA CARTA, LE DIRÉ QUE POR LA MISMA RAZÓN POR LA QUE EL PERRO SE LAME LOS HUEVOS, PORQUE PUEDE

P.D.: LES DESEO MUCHA SUERTE. NO PORQUE SE LA MEREZCAN, SINO PORQUE LES VA A HACER FALTA.

Nada

Era un hombre vulgar, o quizás no. En cualquier caso, sabía que su paso por la vida no dejaría huellas en los demás. Sólo olvido y negación de quienes lo conocieron. Un triste ejemplar con los días contados y una existencia diferida aplazada para siempre por un cáncer. Días por venir como mero soporte para recuerdos (pocos) de cuando ambicionaba ser otro y sospechaba esquivar su destrucción y las hostilidades coyunturales de un fatídico destino soñado por indiferentes dioses.
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Moverse

Contra la vida en frenético movimiento, materializada en incómodas y atronadoras riadas de gente que lo inundaban todo, aceleradas por un afán consumista que se repetía año tras año por tan señaladas fechas (Navidades), Ricardo Archevolti presentaba quietud y soledad . No iba a renunciar al placer mañanero de sentarse en un viejo a Café a desayunar y leer tranquilamente los periódicos, por los molestos efectos secundarios derivados de lo que parecía un extendido virus, acaso una manifestación del gen idiota innato a la condición humana, que les llevaba comprar de manera compulsiva y celebrar ruidosamente su pasajero estado de eferverscencia existencial. Su ritmo de vida era diferente. Su pulsión existencial se podría definir como “de baja intensidad” y hacía ya mucho tiempo que había comprendido que la actividad por sí misma no significa nada, y mucho menos estar vivo. Y si no, no tenía más que mirar, a través del ventanal, para darse cuenta que vivir, debe ser otra cosa.
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Sin reacción

Embarcado en dolorosas reflexiones y conviviendo con los demonios de un pasado hiriente, sentía la necesidad de rebelarme contra la inmovilización de mi vida, la impotencia, la irrealización y los sueños traicionados por quimeras poco exigentes. Debía llevar a cabo una disolución de lo cotidiano, y retornar a las viejas expectativas rebeldes, aquellas que hicieron de mí, un hombre ávido de vivencias y triunfos. Sin embargo, mis deseos se debatían, con desventaja, ante el avance de la pereza y enquistados miedos, tanto, que no conseguía levantarme de la cama, al cobijo de las mantas y el cálido dolor no superado.

Esperar

El no se había tomado un año sabático, sino toda una vida. Insensible a cualquier dolor que no fuera físico, vivía adormecido en una larga caída, esforzándose en dotarse de una férrea propensión al olvido, en dejar de pensar de más, hasta llegar a la crisis terminal que pusiera término a una existencia plagada de carencias. Sin embargo, una leve esperanza latía en lo más recóndito de sí mismo, ésa que le hacía esconder, de cara a todos, un preciado tesoro llamado “expectativa”.

Olvido

¡ Qué le importaba el éxito al escritor Oscar Mortara ¡. En la cúspide de la popularidad, vendiendo libros en grandes cantidades, apareciendo con frecuencia en TV y asaltado en la calle por personas que le demandaban autógrafos, convivía a diario con el recuerdo de quien amó y se fue, para siempre, de su vida. Mientras ella llevaba la existencia que siempre había soñado, él se tenía que conformar con el éxito y la fama, el dinero y el prestigio. ¡Cómo si eso le importara! ¡Cómo si eso evitara que pensara en ella al levantarse! . “Hay que ser hombre para olvidar a una mujer, si no hay otra igual..” cantaba el gran Andrés Calamaro. Cómo si le leyera el pensamiento, cómo si él fuera distinto....como si hubiera otra siquiera parecida.

Fútbol

En su particular contienda con el destino y relegando, no por falta de ganas, sino de oportunidad, el momento de ajustarle las cuentas, se entregaba al planteamiento de cuestiones poco sustanciales y conversaciones monotemáticas, sobre fútbol, con amigos y conocidos. En esta recién descubierta faceta de su personalidad, éstos creían ver la respuesta a cotidianos dolores. El, ya no podía escribir y la que iba a ser su esposa le dejó plantado en los juzgados. ¿Qué le quedaba sino hablar de fútbol?.

No es locura

Su inadaptación a la realidad de la vida era considerada, por los demás, como una enfermedad, creyendo ver en ello los síntomas de una floreciente locura. El, comprendiendo lo que los otros pensaban, más se recluía, y más guardaba sus secretos, sonriendo sin que lo vieran, en los escasos momentos que la medicación permitía relucir su conciencia.

Los que pasean, no se suicidan

Tumbado en la cama, escuchando canciones del viejo crápula Serge Gainsbourg, mato el tiempo y el pensamiento, mirando el techo y esperando que me caiga una gentileza del azar. La fe en un milagro desaparece pronto, dando paso a la nostalgia y la melancolía. Pienso en la cantidad de cosas que perdí en el curso de mi vida; el tiempo malgastado, las personas que murieron, las que me abandonaron, y lo que pudo ser, no es, y jamás será.. Me levanto de golpe, acuciado por la angustia que me provoca la constatación de que mi existencia es un gran fracaso y que he optado por concretarme en la peor probabilidad entre infinitas de haber sido. Me acerco al espejo de la pared, y éste me devuelve un rostro pálido, ojeroso y cargado de saudades. Aparto la mirada, espantado, y me visto; un vaquero gastado y una camisa con el cuello sucio y raído. Salgo a la calle, mal vestido, sin duchar ni afeitar, mucho más preocupado por las cuestiones de fondo de mi vida, que por cualquier frivolidad estética. Camino sin rumbo,repitiéndome mentalmente una certera y lúcida frase de mi compatriota Graciela Borges: "los que pasean, no se suicidan". Sigo caminando y todo lo que me rodea me parece gris y feo, incluyendo los seres humanos con los que me cruzo. Me gustaría que lloviera fuertemente. Las calles quedarían desiertas, limpias, e impregnadas de un placentero olor a tierra mojada. No hay suerte, como no podía ser de otra forma, y el sol continúa reinando en lo alto.Cansado de caminar, compro un periódico y entro a tomar café en una gasolinera (de las pocas que quedan dentro del casco urbano). No asimilo las noticias que leo y resuelvo un crucigrma con insultante facilidad. A mi izquierda, un hombre, o algo similar que me hace pensar que si venimos del mono, él lo hizo por un atajo, moja las porras en su café con leche, dejando la barra llena de goterones. A pesdar de que agacha la cabeza y gira el cuello, no puede evitar el goteo sobre la misma tras un largo trayecto del líquido a través de su antebrazo hasta el codo (punto de caída). Termina su desayuno y lo remata con una copa de coñac que apura de un golpe. Se limpia la boca con el dorso de la mano y exclama un "Ah" de satisfacción. Un hombre ordinario de gestos ordinarios. Un hombre que por la noche verá el fútbol por tv, en camiseta de tirantes, pantalón de chándal y pantuflas a cuadros, bebiendo cerveza directamente del gollete y manchándose con el escabeche de los mejillones de lata. Su esposa será encantadora, pero de su apareamiento no saldrá ninguna luminaria de occidente.Abandono la gasolinera y retomo mi estéril caminata. Presto más atención, no se para qué, a las personas que pasan a mi lado. Viejos con palillos en los labios, sudamericanas de cuerpos achaparrados y ropas ajustadas, con más colorido que la bandera de Camerún, empleados de inmobiliarias clónicos en sus trajes mal llevados, el pelo corto y los zapatos en punta color tostado, niños prematuramente obesos con la camiseta del Real Madrid, y adultos de rostros amorfos y rasgos romos, que me recuerdan ciertas hogazas de pan. Paso por delante de un par de club y las señoritas de moral elástica que custodian la puerta ni siquiera me miran. Por un momento, engañado por la vanidad, me creo que es porque piensan que no necesito pagar para tener sexo pero, dado mi aspecto, más bien se deba a que piensan, con sobrada razón, que no tengo un duro.Harto de caminar y desertando de la esperanza que me ocurra algo significativo paro un taxi para regresar a casa. Voy a tumbarme en la cama a escuchar a Gainsbourg y mirar el techo porque, pasear, es para los que no se suicidan.
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Hoy

Bajo a desayunar a un bar. Sentado junto a la barra espero mi preciado café con leche matutino, ojeando el periódico y mirando alrededor. Estoy rodeado de mujeres, de todas las edades, unidas por un común denominador: fuman para hacerse las interesantes (las cancheritas si sois argentinos). De pronto, caigo en la cuenta de que muy cerca de mí, una veinteañera precoz pone una nota discordante en el elenco femenino. No fuma, sino que habla por el móvil.Sin parar, con rutina de papagayo y de manera febril, como si fueran a prohibir hablar por téléfono y quisiera aprovechar los momentos previos a la entrada en vigor de tan drástica medida. "Jo tía, es que es muy fuerte", "¿me entiendes?", "¿sábes cómo te digo?", "es que es guay", "fenomenal", etc.,etc.,etc. Una deslumbrante riqueza de léxico. Al fondo del bar, en una mesa, una vaca burra teñida da buena cuenta de tres porras, mientras su cigarrillo encendido muere al borde de un cenicero. Son las 9,45 y todavía queda mucho hasta la hora de comer, así que aún tiene tiempo para una palmera de chocolate previa a la ensalada del almuerzo y al comentario: "yo engordo por cuestiones glandulares, porque apenas como una ensalada y un yoghurt". La imagino desnuda ante la mampara del baño, desbordante de carne blanda rellena de grasa y con el vello púbico sin recortar extendiéndose por la entrepierna. El sábado, lo pasará frente al televisor tentada de llamar a "Kikis sin fronteras" para que alguien la socorra con un polvo solidario.Las fumadoras apagan un cigarrillo y encienden otro, en una trepidante carrera hacia el cáncer. Quizás recuerden estos instantes cuando estén yaciendo en la cama de un hospital, sintiendo como la vida se les escapa y desconfiando del pronóstico de mejora con la que le obsequian sus familiares y amigos. De momento, se entregan al vicio (infantil y que supone una regresión a la lactancia)y cuchichean tonterías varias.Cierro el periódico y se me ocurre que si en vez del cartel "Se permite fumar" que luce en la puerta, figurara otro que pusiera "se permite pensar", el local estaría vacío. Sólo yo y algún otro naúfrago del pensamiento.
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Caída

Era un hombre arrogante, jactancioso, vano, oportunista, y en constante degradación moral. Todo se le permitía, todo lo lograba, respaldado por una sólida fortuna obtenida de forma poco ortodoxa. Los medios de comunicación se hacían eco de sus éxitos con una jactancia tal que estos parecían méritos de toda la nación, acrecéntando el prestigio del país en el exterior. Las mujeres lo buscaban, los hombres maduros lo envidiaban, y los jóvenes se peinaban como él y forraban las carpetas con sus fotos. No había quien no quisiera retratarse a su lado, ni faltar a las fiestas y eventos en que él hacía acto de presencia."Estuvo bien mientras duró" piensa hoy,mirando a través de los barrotes de su celda.
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Directo

Fragmento de entrevista realizada al famoso escritor Oscar Mortara en un canal de la televisión pública española. Curiosamente,la periodista era inteligente y se salió del guión establecido:
Entrevistadora: Usted escribe novelas, cuentos, ensayos, guiones, artículos de prensa…¿de dónde saca el tiempo para poder abarcar tanto?
Escritor: bueno, resulta sencillo cuando uno no tiene quien le espere al llegar a casa.
Entrevistadora: Lo que resulta extraño es que eso le ocurra a usted; con esos ojos, esa sonrisa y el encanto que emana de su persona…
Escritor: es muy amable por su parte, pero le aseguro que las parejas que tuve, no compartirían su opinión.
Entrevistadora: Tal vez no eran las personas adecuadas para usted
Escritor: o yo para ellas
Entrevistadora: ¿Es usted un hombre enamoradizo?
Escritor: No, solamente me enamoré en una ocasión
Entrevistadora: ¿Y qué ocurrió?
Escritor: Lo hice de quien no debía, pero bueno, ya se sabe, el amor no elige con quien
Entrevistadora: ¿ella no le correspondió?
Escritor: Peor todavía; no me correspondió pero, durante el tiempo que estuvimos juntos, me hizo creer lo contrario.
Entrevistadora: ¿le guarda rencor?
Escritor: No, en absoluto, yo no soy una persona rencorosa. Allá cada cual con su conciencia, y el que no la tenga, que se invente una.

A las mujeres les gustan los hombres tristes

Era consciente de que iba por mal camino y se preguntaba adónde iría a parar. Su naturaleza apasionada pero sometida a demasiados sucesos negativos, amenazaba con arrastrale hacia perniciosos extremos. Ante tal perspectiva y esperando un improbable milagro redentor, cerraba los ojos y removía el pasado, ése donde ella lo impregnaba todo.
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lunes, 12 de febrero de 2007

Visión

Esta mañana, casi al mediodía, y tras desayunar en un bar, entré en una fotocopiadora del barrio a copiar unos textos. Nada más entrar en el establecimiento tuve la visión. Un armonioso cuerpo femenino, eslavo a más señas, se presentaba ante mis ojos con los atributos de una aparición. Correspondía a una muchacha de no más de 1,60 de estatura, con rostro más que agraciado y una voz que realzaba, aún si cabe, el encanto superlativo que saltaba a la vista. Me miró y la miré. Sentí cómo se aceleraba mi ritmo cardíaco y un claro mensaje llegaba de mi bajo vientre. Flechazo. Improbable que vuelva a verla y en caso contrario, no sería más que para ratificar mi sospecha de que está casada con algún oso ucraniano al que habrá recompensado con un par de hijos (como si el día a día con semejante bellezón no fuera por si mismo una bendición). Así es la vida.
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Apariencia

Me presentan a una mujer. Me dice, con indisimulado orgullo, que es del 69. La miro de arriba abajo y de abajo arriba y me pregunto "¿de qué calle?. Me aguanto y no se lo digo. Vuelve a presumir de su edad y no puedo reprimirme más. "Pues ojalá llegues a la edad que aparentas" le suelto sin pudor ni sentimiento de culpa. Se queda confusa, mira a su alrededor en busca de socorro (sólo encuentra silencio y disimuladas miradas) y responde dubitativamente: "gracias". Sacudo la cabeza y me voy para otra parte. Además de mal conservada, estúpida; el mundo se abre ante ella como un territorio repleto de oportunidades.

Crímen sin castigo

El hombre caminaba temoroso por las oscura y desértica calle del Madrid de los Austrias creyendo divisar sombras acechantes y escuchar sonidos de pisadas. "Es mi imaginación y mi miedo" se dijo sin tenerlas todas consigo. Poco más pudo decirse, ya que tres certeros disparos provenientes de una Luger acabaron con su vida. El crímen sucedió en el Madrid en 1940.La víctima, un físico escapado de Alemania y portador de un gran secreto o, mejor dicho, descubrimiento científico.Los ejecutores, agentes de la Gestapo. Nadie escapa de su destino, y la mano del mal es bien larga.

Viejo choto

El viejo choto camina por la calle escupiendo cada diez metros y alternando esos viscosos lanzamientos con sonoros y repugnantes ruidos preparatorios. Las casualidades no existen y como tales, no vendrán en nuestro auxilio. Así, el asqueroso individuo no sólo no se ahoga con su espesa y verdosa saliva, sino que continúa con su aberrante actividad. Cruzo de acera y desaparezco corriendo, tapándome los oidos y dando gracias a Dios por no dormir con él y por no llevar sus genes.

Harto de mí

Canturreando la letra de una canción de Gainsbourg ("Le dessous chic") y sintiendo una ponzoñosa envidia por quienes no son yo, deseo el abandono de estos tiempos inciertos para embarcarme en pasiones afiebradas.

Hipócritas

Tras mi separación, fui insensiblemente apartándome de algunas personas (de poca valía dada la condición mercenaria de su supuesta amistad). La decisión aplicada fue buena para mi alma, porque la depuración de esos indeseables,irredimiblemente mediocres,supuso eliminar a molestos testigos de un pasado que yo quería borrar a toda costa. Ocasionalmente, alguno de ellos me telefonea para pedirme algo. Ocasionalmente los mando a la mierda.

Zapatos y escotes

Como cada año por estas fechas, cuando decido comprarme zapatos de verano, no me toca otra que dar vueltas y más vueltas. No se porqué,pero la inmensa mayoría de modelos de la temporada me resultan poco, o más bien nada, atractivos, con ésos colores tostados y esas suelas completamente planas y finas.Por las céntricas calles de la ciudad me cruzo constantemente con muchachas de audaces escotes y cuerpos codiciables, que lucen pantalones de tiro bajo por el que asoman insinuantes tangas. Las veo pasar y pienso que hay muchas maneras mejores de pasar la tarde que dando vueltas en busca de zapatos. Al final, me compré un pantalón y dos camisetas. Ya volveré otro día y me tocará ver otros escotes y otros cuerpos, igual de codiciables,e igual que hoy, pasando de largo.

¿Será eso?

Los repetidos "te quiero" que susurraba en mis oídos no penetraban en mí, sino que rebotaban y se diluían en el espacio. Su desnudez abrazada a la mía y su calor, resultaban insensibles a mis poros. Sus ojos y los míos corrían en direcciones contrarias y mi mente se mantenía en un obstinado estado de OFF."Dislexia de sentimientos", respondió mi cerebro en un súbito impulso eléctrico de mis neuronas.

Harto

Arrastraba los pies por la oscura casa con desgana, sintiendo una comedida ansiedad ante el lento e inexorable avance del tiempo. Había puesto un cd de Leonard Cohen, pero apenas escuchaba la música, transformada esta en un murmullo que asemejaba a la lejana y distante presencia de otros seres humanos en la casa. Nadie había entre sus paredes. Nadie en su vida. Abandonado por propios y extraños, ilusiones, esperanzas, expectativas e ignorado por el destino y su lacayo Azar, esperaba ese momento en que, envalentonado por algún subidon de adrenalina o un asomo de valor, pudiera tirarse por la ventana.

Sólo era sexo

Pasados casi tres años desde su divorcio, aún extrañaba el sexo de su ex mujer; ése lugar geométrico donde vertía sus angustias.

Vacío

Estaba convencido de que si dentro de los límites determinados en los que se movía, ningún cambio de verdad se mostraba viable, entonces, debería traspasar dichos límites. Sólo, que no sabía cómo hacerlo. Tal vez lo que le hiciera falta fuera un éxito, una rotunda victoria que sirviera como locomotora de arrastre. Mientras esta llegaba, no sabía cómo, ni cuándo, ni de qué manera, no le quedaba más, a falta de valor para encarar un radical viraje en el rumbo de su existencia, que sobrellevar, como mejor pudiera, su dolorosa protesta contra todo. Y así pasaba los años, entregándose a piruetas metafísicas y centrifugando ideas de difícil aplicación, hasta morir, sin objeto, un día cualquiera dictado por la casualidad.

Algo queda

Atraído por desaparecidos personajes anónimos revestidos de tintes literarios, investigaba sus vidas para luego encerrarlos en carpetas y llevarles, de tanto en tanto, flores a la tumba y una apurada oración. No lo hacía por ellos, sino por él, en lo que de alguna manera se convirtía en una especie de rito religioso. Creía, sin aceptarlo plenamente pero intuyéndolo, que los muertos le darían la ayuda que los vivos le negaban.

Melancolías

Melancolías que creía olvidades acudieron prestas a la llamada de la vieja canción. Tanto esfuerzo dedicado a ahuyentar recuerdos molestos para, ahora, de pronto, sucumbir a la tenacidad de los mismos,que retornaban a lomos de un tango.

Control

La habitación de hotel, intermitentemente iluminada por el neón rosa del rótulo con el nombre del establecimiento, violaba sistemáticamente un espacio propicio para la oscuridad. El cuerpo desnudo del hombre, inmóvil en el suelo de moqueta, apenas se alteraba por involuntarios movimientos respiratorios. Sólo su mente se esforzaba, motivada por la idea de que los problemas del hombre derivan de su incapacidad por quedarse quieto en un cuarto

Empieza el espectáculo

El payaso, roto por dentro, con el corazón sordo y el alma castigada de profundas heridas, salió al escenario a hacer reír. Nadie sospechaba el sufrimiento que albergaba ese personaje de enormes zapatos, pantalones a cuadros, chaqueta multicolor y redonda nariz roja. El llanto interior que no salía, los aplausos que no escuchaba y esas risas que encontraba absurdas e incoherentes formaban parte de su cruel habitualidad. Lo mismo que el alcohol, que le insensibilizaba y ahogaba temporalmente sus tristezas.

D.

Con la violencia y el pecado tan afianzados en sus genes, no suponía ningún esfuerzo para su mente, imaginar nuevas formas para disfrutar de los placeres de la carne y la sangre. La sola mención de su nombre espantaba a los campesinos de la zona, que se persignaban y no osaban salir de casa si no era acompañados del sol, un crucifijo y un frasco de agua bendita. Se decía, desde tiempo inmemorial, que habitaba el lejano castillo, visible desde las tierras del valle pero, paralizados por el miedo, nadie se atrevía a comprobarlo. Se decía que tenía un rostro delgado y huesudo, en el que resaltaban unos hipnóticos ojos con intensos derrames sanguíneos sobre un fondo amarillento. Se decía que, por la noche, un carruaje sin conductor atravesaba silencioso la espesura del bosque en siniestras expediciones. Se decía que una manada de lobos y un pequeño ejército de esclavos le protegía. Se decía que sentía predilección por las vírgenes. Se decían muchas cosas pero, lo que no se sabía es que, el viejo vampiro prefería a las refinadas muchachas de la ciudad.
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Es fácil ser feliz

El desdén soterrado con el que hablaba y la indiferencia con la que preguntaba al jardinero cómo andaba de salud su esposa, sin dignarse a escuchar la respuesta, eran rasgos característicos de burguesa bien alimentada, follada con desgana una vez por semana por un marido enganchado al trabajo y a los coches de alta gama. Suplía la ausencia de su cónyuge por la fidelidad de una visa platino y la frivolidad compartida con amigas afines. Cine los lunes, cena los miércoles, falsa empatía por las vicisitudes ajenas y abundantes compras efectuadas en cualquier momento de tedio, completaban el panorama de una mujer que se definía a sí misma como “feliz”

Llámese amor

Dios nos había dado el uno al otro, y el amor se encargó de joderlo todo.Es más fuerte que nosotros, y no somos capaces de resistirnos. Supongo que se deberá al daño que nos hace. Después, como antes, sólo quedan ruinas.

Desconsuelo

La tediosa calma reinante en el sombrío local de atmósfera macilenta, humo estanca do y cristales opacos por la mugre no ayudaba a romper el círculo vicioso de introspección, melancolía y tristeza. Tomaba un café solo, negro como su amargura, a sorbos diminutos que producían quemazón en la punta de su lengua mientras miraba, absorto, la puerta, como si esperara la entrada de alguien. Los restantes clientes del establecimiento, viejos que se entretenían jugando al dominó y bebiendo copas de coñac que en sus casas tenían prohibidas, le lanzaban fortuitas y esporádicas miradas, más cargadas de indiferencia que de otra cosa. A un primer café siguió un segundo, y a éste un tercero, a cual más negro y más amargo. La carga de cafeína ingerida le provocó cierta eferverscencia eufórica que le empujó a levantarse y salir a la calle a caminar por las callejuelas del laberíntico barrio. La tiránica oscuridad de la noche, favorecida por los decadentes y grises edificios, apenas se veía afectada por la débil resistencia de escasas y distantes farolas sobrevivientes de olvidados tiempos de prósperas promesas. Sin darse cuenta, como si fuera sonámbulo, se encontró ante el muelle y unas aguas que parecían llamarle. Se sentó en la fría piedra y contempló largamente los caprichosos reflejos sobre la líquida superficie hasta que al rato, flexionando su tronco hacia delante, se lanzó a las profundidades de la muerte, sabiendo que era la única salida que tenía para un abatimiento y un desconsuelo insondables.