martes, 28 de julio de 2009

CLAUSURA

Tras dos años y pico de vida, TUJES, baja la persiana. De un tiempo a esta parte, cada vez se acentuaba más la menor afluencia de público y comentarios, reflejada de modo inequívoco en unas estadísticas apenas maquilladas por los visitantes más fieles. Por eso, y primando el sentido común de evitar una agonía sobre la vanidad, clausuro este espacio, sin dramatismo ni rencores pero sí con la convicción de que la meta con que se creó, fue alcanzada hace rato. He conocido a gente muy interesante, aprendí cosas de mí mismo que desconocía, o temía descubrir, y la calidad de mis textos ha mejorado sensiblemente desde los inicios. Sin embargo, a veces esto no llega y uno se torna más ambicioso. Por eso, mi continuidad creativa tiene que seguir por otras carreteras, quizás menos transitadas, pero emprendidas libres de la fatiga vital que ahora mismo me asalta.
Sin más, me despido, con un fuerte abrazo a mis comentaristas habituales y un saludo a los ocasionales.



lunes, 27 de julio de 2009

DEBILIDAD

Si en aquella ocasión engañé a Ester con su mejor amiga, no fue porque no estuviera enamorado de ella sino, simplemente, porque pude hacerlo. Amaba a mi esposa y el sexo con ella, cálido y amparado en una comodidad carente de presiones, me excitaba más que con ninguna otra. Sin embargo, mi cordura y fidelidad sucumbían ante la visión de Graciela; una imponente cuerentona de formas curvilíneas y mórbidamente femeninas a la que ningún macho sexualmente activo podría pasar por alto. Mis veteranos amigos sentían debilidad por las lolitas pero yo, siempre poniendo la discordancia en todo, me sentía atraído por las mujeres maduras. Quería el cuerpo de una mujer con historia, esculpido por el pasado y los conflictos, encajarme entre unas caderas que hubieran parido, sentir el tacto y el sabor de unos senos amamantados por hijos deseados, quería que me comparara triunfante con su ex marido y quería escuchar mi nombre susurrado entre gemidos por una mujer que no fuera la mía. Y sobre todo, quería que ésta, fuera Graciela.
Comencé entonces a boludear por su barrio para hacerme el encontradizo, y darle a la historia un toque casual y azarístico, pero no hubo manera. El azar no se deja tentar y, al final, tuve que mirar su número de teléfono en la agenda de mi esposa y llamarla, con la poco creíble coartada de una cita con un agente literario en un Café a cuatro cuadras de su casa. Aún así, me invitó a visitarla, aprovechando que su ex marido había llevado al hijo común al cumpleaños de un amiguito, y terminamos revolcándonos en el sofá cama y la alfombra como dos adolescentes.
Después de este primer encuentro, nos vimos otras cinco o seis veces, hasta que Ester tuvo que ser operada de un tumor en el pecho y yo asumí que era un castigo divino por culpa mía. Encendí velas en casa, rapé mis cabellos y acudí a la sinagoga a prometer a D-os que si se salvaba, no sólo iba a dejar de verme con Graciela sino que abandonaría cualquiera afán donjuanesco en lo que me restara de vida. Incluso dejaría de mirar con lascivia mamífera a cualquier mujer con talla de sostén superior a 100 y jamás de los jamases volvería a navegar por las páginas porno de Internet. Por suerte, mis súplicas fueron atendidas, y el tumor resultó ser benigno. De esto hace poco más de año y medio y en todo el tiempo transcurrido fui fiel a la palabra empeñada. Al menos hasta hoy, que mi mujer se fue con nuestra hija a visitar a sus padres en Entre Ríos y yo me encuentro paseando por Tucumán al 2000, a escasas cuadras de la casa de Graciela, con una erección que no se me va y el celular pesándome en el bolsillo.

viernes, 24 de julio de 2009

YO SOY DE CAFÉ


Levantó suavemente la sábana y la miró con detenimiento. El pelo rubio desteñido, la pintura de los labios saliéndose de los bordes y unos muslos que exhibían celulitis bastaban para no acordarse de lo que más le llamó la atención cuando la conoció apenas hacía 8 horas: la protuberancia de sus pezones y la cara de viciosa. Se preguntaba asombrado cómo podía seguir durmiendo. La incómoda luz matutina entraba sin vergüenza por la ventana, los pajaritos trinaban endemoniados y los jardineros de la urbanización se entusiasmaban recortando setos y podando ramas sierra mecánica en mano con más entusiasmo que el protagonista de La Matanza de Texas. Eran apenas las 9,15 de la mañana de un sábado, y sólo faltaba que llamara al timbre una pareja de Testigos de Jehová para hablarle de Dios y la salvación del mundo. No descartando esta posibilidad, como tampoco que su ocasional pareja se despertara con la idea de ducharse juntos, buscó sus calzoncillos y se encaminó a la cocina a preparar café y meterse bajo el agua antes de que sus temores se cumplieran. Activado por la ducha caliente y la cafeína, regresó a su cuarto a ver las evoluciones oníricas de la marmota. Continuaba roncando, emitiendo extraños sonidos y moviéndose con una leve agitación, igual que hacen los cachorros de perro. “Esto va para largo” pensó, y decidió bajar a comprar el periódico. Repasadas las necrológicas, la programación de las distintas cadenas televisivas y resueltos los dos crucigramas; el fácil y el difícil, permaneció un buen rato mirando a la hembra que más que dormir parecía haberse muerto sobre su cama. Anoche la había imaginado más delgada y sonrió al pensar que tal vez se estaba convirtiendo en un hombre de gustos “más amplios”. Llevaba tantos meses sin sexo que se agarró a aquél célebre dicho de “en época de guerra, cualquier hueco es trinchera” y, por otro lado, siempre podía justificarse con que había poca luz o que el Jack Daniel’s era de garrafón.

Por fin la durmiente abrió los ojos.

- me encanta que me miren mientras duermo, es tan romántico….. fueron sus primeras palabras

Eso era más de lo que él podía resistir, así que le dedicó una falsa sonrisa y fue a buscarle un café a ver si tenía el buen gusto de tomárselo rápido y largarse. Regresó enseguida, con una taza humeante y la esperanza de que entendiera que el romanticismo estaba sólo en su mente, y que no iban a compartir un desayuno con zumo de naranja y tostadas.

- ¿café ¿ Ahgggg, yo tomo té verde……es que es bueno para perder grasas y mantener la línea – dijo mientras pasaba sus manos por las caderas con supuesta sensualidad
- Aahhh, pues yo sólo tengo café
- Entonces podríamos desayunar fuera …¿no? ¿ O tú quieres que juguemos otro rato ?- sonrió con picardía.

La verdad es que él no quería jugar, pero llevaba tanto tiempo sin darle de comer a la nutria… que ésta demandaba un poco más de atención, por lo que no tuvo espíritu para oponerse. Al rato, satisfechos y aseados, bajaron por fin a desayunar a la calle, en una cafetería de ésas modernas con mucha formica e iluminada como un laboratorio.

Ocho meses después se casaron y al año y medio tuvieron su primer hijo. Tal vez incluso se quieran y coman perdices pero, Bernardo, no puede dejar de preguntarse, de tarde en tarde, cómo habría cambiado la historia si aquella mañana de sábado hubiera tenido té verde en casa.

* A la TortugaBoba le gustó mucho eso de "marmota"

jueves, 23 de julio de 2009

OTRO


Estábamos los dos en la cama, descansando y recuperando fuerzas después de nuestro último asalto sexual cuando, a eso de las 4 y media, el molesto timbre del celular de Olga nos despertó de golpe. La perspectiva de una trágica noticia nos enmudeció al instante y dejamos que sonara sin atenderlo, creyendo que así conjuráramos la desgracia. Finalmente, al noveno o décimo toque, ella se decidió a agarrarlo, poniéndose de pie de un salto y corriendo hacia la cómoda, en cuya superficie descansaba el aparato. Nada más comprobar la procedencia de la llamada, su rostro se mudó de color, como si la sangre lo hubiera abandonado súbitamente. Enseguida volvió su rostro y se encaminó al pasillo, asegurándose que la puerta de la habitación quedara bien cerrada y evitando que sus ojos se encontraran con los míos. Me alarmé ante su reacción y no comprendía porqué no compartía la conversación conmigo; a fin de cuentas, los accidentes o muertes repentinas de algún familiar es algo de lo que ninguno estamos exentos y no supone algo de lo que uno tenga que avergonzarse. Con sigilo, me levanté de la cama y me dirigí a la puerta. La abrí apenas un par de centímetros y pegué el lateral de mi cabeza al resquicio, intentando enterarme de qué se trataba:

- Te dije mil veces que me dejaras en paz
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- Creía que eso ya lo habíamos hablado
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- No, no, me parece que ya es tarde ¿no creés?
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- Eso no es asunto tuyo…..¿o vas a decirme que ahora te importa?
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- Me da igual lo que vos pensés……
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- No, no y no, dejá las cosas como están…
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- No….no, ya te llamo yo ¿me entendiste bien? , Te llamo yo ¡
Cabrón ¡ escupió con rabia antes de cortar la llamada.

Viendo que ya daba media vuelta para volver al cuarto, corrí de puntillas hacia la cama y me hice el dormido. Ella, absorta en sus pensamientos e intentando contener el llanto, se metió callada entre las sábanas y se acomodó a un lado dándome la espalda. Me sentía tan humillado y furioso ante su cobardía de no compartir conmigo la existencia de otro hombre, aún cuando éste no fuera más que un fantasma con ánimos de resurrección, que temí pasar el resto de la noche en vela, dándole vueltas al asunto y elaborando todo tipo de extrañas conjeturas. Afortunadamente no fue así, y en cuanto comprendí que no podía confiar en ella y que por ende debía redefinir nuestra relación, noté cómo mis párpados comenzaban a pesarme, anunciando un inevitable final onírico. Antes de sucumbir al sopor, y a modo de despedida de la consciencia, una última cosa quedó clara en mi mente: si no iba a ser la madre de mis hijos, que fuera la madre de mi placer. Por eso, cuando desperté por la mañana, lo primero que hice, fue echarle un buen polvo.

martes, 21 de julio de 2009

ENTREGA DOBLE


Consejo de amigo

Fragmento de conversación entre dos amigos porteños, residentes en Madrid, que quedaron en un Café para dilucidar ciertas cuestiones de orden sentimental:
- Che, ¿a qué no sabés quién me llamó hoy?
- Y...yo que sé, cualquiera.
- Cualquiera no....Gisela
- ¿Quién?
- Gisela
- ¿La turra esa te volvió a llamar?
- Sí, como lo oís
- Supongo que le colgarías ¿no?
- No , la verdad es que...
- No te puedo creer ¡. ..¿ y qué quería la muy...
- quería hablar ..
- ¿Hablar de qué? Vos no tenés nada de qué hablar con ella. Si quiere hablar, que lo haga con el forro de su jefe, que para eso te cambió por él.
- Bueno….. me dijo que ya no están juntos desde hace cuatro meses
- Ah, claro y ahora como se siente sola, vuelve a vos para decirte que siempre te quiso, que se equivocó y cuando se cogía al otro repetía tu nombre ¿no? Decíle que se vaya a la puta que la parió ¡
- ¿No creés que debería verla?....Para charlar nomás…
- ¿Estás en pedo o qué te pasa, boludo? A ésa mina la agarraste con otro, con su jefe concretamente, que andá a saber vos desde cuándo te engañaba, y ahora me venís diciendo que si deberías hablar con ella?? ¡Qué se muera!
- No sé,... la verdad....me da un poco de pena...
- ¿Pero de qué pena me hablás? La a-ga-rras-te con o-tro, ¡dejáte de joder ¡, que parece que no tenés sangre en las venas, negro....seguro que cuando ella estaba con él no sentía pena de vos.
- Entonces ¿qué hago? ¿no quedo con ella?
- Pero claaaro…¿o ya quedaste y no me lo querés contar?
- No, no , quedamos en que yo la llamaba
- Entonces, pasá de ella y que se joda, como vos te jodiste en su día
- Tenés razón; no la voy a llamar
- Pues claro que la tengo, como siempre...salvo una vez, que pensé que no la tenía y al final resultó que sí...
(los dos se ríen)
Andá, hacéle señas al camarero y pedí algo más fuerte, a ver si el alcohol te vuelve menos boludo.
- Sí, que nos mate el alcohol ya que el amor no pudo
- Sí, pero a vos por poco. Menos mal que me tenés a mí porque si no....


Terapéutico

Casi tres años después de divorciarse, aún extrañaba el sexo de su ex mujer…ése lugar geométrico donde vertía todas las angustias.

lunes, 20 de julio de 2009

SÓLO UNA CARTA


En cuanto Alberto tomó aquel sobre en sus manos, se fijó en varios detalles que le provocaron cierta intriga y premura por abrirlo: la ausencia de estampillas, de remitente y su nombre escrito en mayúsculas, con trazo inseguro y autoría inequívocamente femenina. Sin embargo, controló el impulso inmediato y lo guardó en el bolsillo de su saco antes de dirigirse al ascensor. Mientras ascendía, imaginaba la ambientación adecuada para una lectura que presentía tan interesante como el misterio que proponía el anonimato. Determinó que lo más idóneo sería poner algo de música, servirse un excelente oporto vintage y tomar asiento cómodamente en el sofá del living. Sólo entonces estaría en condiciones de encarar la apertura de aquel sobre, rasgándolo con un abrecartas por un lateral y teniendo cuidado de no dañar el interior.
Cuando por fin cumplió con todos los requisitos, extrajo una cuartilla en color rosa aromatizada con perfume de vainilla y leyó:

“Estimado Mario:
Tal vez no me recuerdes, puesto que sólo nos vimos en pocas ocasiones pero aún así guardo la esperanza de lo contrario porque, en todas ésas oportunidades, me pareció advertir en tu mirada una notoria curiosidad hacia mi persona. Yo soy Laura, amiga de tu ex novia Silvina y te ruego no me tomes ni por una loca ni una desubicada. A mi edad, no puedo permitirme demoras absurdas por culpa de obsoletos y chotos convencionalismos. Tengo prisa, apuro por ser feliz, por aprovechar las coyunturas que la vida me presenta y no voy a dejar que un orgullo desmesurado o una lealtad mal entendida me impida manifestar mis sentimientos: Me gustás, Mario. Me gustás mucho. Desde el primer día que te vi e incluso de antes, cuando mi amiga me contaba cosas de vos y me refería lo especial que eras y lo feliz que la hacías. Ahora que ya no estáis juntos decidí jugármela por vos porque, de no ser así, me arrepentiría siempre. Intuyo que a tu lado puedo volver a enamorarme y sentirme como una mujer plena, recuperando esa sensación de efervescencia existencial que perdí hace tanto tiempo. No quiero presionarte y únicamente te pido me des una oportunidad, que nos conozcamos, sin prejuicios, sin complejos ni reticencias. Sólos vos y yo, con un mantel de por medio y enfrentados el uno al otro. ¿Qué me decís? ¿aceptás la proposición?. Dále, no eludás el reto…..arriesgáte. A lo mejor, ni tenés que arrepentirte.

Un beso.

Pd: te adjunto mi mail: lauracostanza@gmail.com”

Terminó de leer la carta y volvió a hacerlo nuevamente, intentando rastrear, en ese proceder tan inhabitual en cualquier fémina, alguna clave que le indicara el camino a seguir. Por un lado, admiraba la extravagante valentía de la mina, de quien se acordaba muy bien (no pasaba desapercibida) y por otro, recelaba e imaginaba que todo obedecía a una confabulación entre ella y Silvina, como si la primera quisiera demostrar a la segunda lo acertado de sus advertencias sobre él en particular y todos los hombres en general, convirtiéndolos así en víctimas de su traumático divorcio y malogradas relaciones posteriores. Finalmente, desistiendo de estériles especulaciones psicológicas, dobló el papel, lo guardó en un bolsillo y se echó a dormir, sonriente y con la satisfacción de estar viviendo algo que por lo normal, jamás sucede.

viernes, 17 de julio de 2009

LENCERÍA FINA


Mauricio miró a Silvia, que dormía con placidez a su lado, y pensó que se había dejado llevar, una vez más, por sus impulsos en lugar de su conciencia. Acababa de cometer una locura y ahora, que ya estaba hecho, se preguntó cómo podía ser tan previsible en sus actos. Apartó entonces las sábanas y salió de la cama. Buscó un cigarrillo en la mesita de luz, lo encendió y empezó a fumar, mirando a esa mujer que con tanta facilidad despertaba su incontrolable deseo. Entrada ya en la cuarentena, de estatura mediana, figura atlética y voz cálida, no pasaba inadvertida. Sin embargo, no era únicamente su atractivo lo que le seducía de ella, sino también una cierta candidez y la simplicidad con que encaraba la vida. Para Silvia todo resultaba sencillo y él, en cambio, ni siquiera tenía el temple suficiente para resistir sus ganas de acostarse con ella. Pero esto debía acabar. No podía ser que, tanto tiempo después de haber sido novios, no pudiera oponerse al capricho de ella por tenerlo en su cama. Estaba harto de sucumbir al antojo ajeno y le atormentaba ver flaquear su voluntad en cuanto ella le acariciaba el pelo o lo besaba. En esos instantes comenzaba a imaginar la lencería que llevaría puesta, rememoraba las curvas de su cuerpo, escenarios donde se habían amado y detalles íntimos que espoleaban su erotismo hasta la urgencia, traspasando el punto de inflexión del no retorno. Siempre se repetía la misma dinámica; ella lo provocaba y el se rendía.

- ¿Me das un cigarrillo, querido? – le pidió recién despertada y sacándolo de sus meditaciones

- Hacélo vos, yo voy a preparar café – contestó Mauricio, tirándole el paquete y el encendedor sobre la cama

Cuando regresó de la cocina, portando la cafetera y dos tazas, Silvia había terminado de fumar y lo esperaba destapada, con las piernas flexionadas y las manos cruzadas tras la nuca.

- ¿Te gusto? – preguntó tentadora e insinuante

- Tomá – le alcanzó sonriente una taza de café eludiendo la pregunta

Al acabar de bebérselo volvió a la carga donde lo había dejado

- No me contestaste

- ¿Querés otro?

- Después, ahora quiero otra cosa – respondió, poniéndose en pie de un brinco

Con erótica maestría, pegó su cuerpo al de su amante y empezó a besarle el cuello mientras con las uñas le acariciaba suavemente el torso. Sabía lo que le gustaba a Mauricio y no tardó en advertir, de un modo inequívoco, que él ya estaba preparado para el ejercicio copulativo. Tomándolo de la mano, lo condujo a la cama, sin poder contener el agrado que le producía la docilidad masculina y la ingenuidad de Mauricio: el pobre, pensaba que esto no era amor.....sólo sexo.