viernes, 30 de marzo de 2007

En directo

Rescato este texto por el interés que me supone conocer vuestras opiniones al respecto

Fragmento de entrevista realizada al famoso escritor Oscar Mortara en un canal de la televisión pública española. Curiosamente,la periodista era inteligente y se salió del guión establecido:

Entrevistadora: Usted escribe novelas, cuentos, ensayos, guiones, artículos de prensa…¿de dónde saca el tiempo para poder abarcar tanto?
Escritor: bueno, resulta sencillo cuando uno no tiene quien le espere al llegar a casa.
Entrevistadora: Lo que resulta extraño es que eso le ocurra a usted; con esos ojos, esa sonrisa y el encanto que emana de su persona…
Escritor: es muy amable por su parte, pero le aseguro que las parejas que tuve, no compartirían su opinión.
Entrevistadora: Tal vez no eran las personas adecuadas para usted
Escritor: o yo para ellas
Entrevistadora: ¿Es usted un hombre enamoradizo?
Escritor: No, solamente me enamoré en una ocasión
Entrevistadora: ¿Y qué ocurrió?
Escritor: Lo hice de quien no debía, pero bueno, ya se sabe, el amor no elige con quien
Entrevistadora: ¿ella no le correspondió?
Escritor: Peor todavía; no me correspondió pero, durante el tiempo que estuvimos juntos, me hizo creer lo contrario.
Entrevistadora: ¿le guarda rencor?
Escritor: No, en absoluto, yo no soy una persona rencorosa. Allá cada cual con su conciencia, y el que no la tenga, que se invente una.

Si eres bueno, no seas tonto.

Salía contento de la peluquería, pasando la mano gustosamente, por su cabeza afeitada. El sol, que caía a plomo como si le debieran dinero, le obligó a ponerse las gafas oscuras que llevaba dobladas en el bolsillo de la camisa y buscar la sombra. Caminaba despreocupado, canturreando algo de Bob Dylan y repasando mentalmente la lista de la compra que debía hacer. Todo iba bien, hasta que a unos quince metros por delante, en la misma acera, y en perfecta línea recta, se encontraba posicionada ,a modo de espera, Susana, la mujer más significativa que había pasado por sus treinta y tantos años de vida.
Se habían conocido en la facultad, donde ella era conocida por el sobrenombre de “la fichaje”, en reconocimiento a sus meritorios atributos físicos. Por razones que no tienen nada que ver con la casualidad, de su inspirado encuentro surgió una historia de amor que se prolongó, sin altibajos, durante toda su etapa universitaria. Posteriormente, ya licenciados, y amasando ilusionantes planes de vida encomún, la relación se rompió cuando ella se lió con el director de la empresa donde comenzó a trabajar. No se lo pensó mucho a la hora de traicionar, y luego sustituir, a Sergio por un hombre más maduro, casado y dueño de una férrea seguridad en sí mismo, derivada de la edad y el poder. Sergio, intoxicado por la idea del “amor romántico” que le inculcó la familia, el cine y la literatura, se sumió en una profunda depresión de la que sólo encontró salida poniendo rumbo al extranjero, entregándose de manera neurótica al trabajo y sellando su corazón a las emociones. Había transcurrido una década desde aquél lejano día en que ella le confesó que amaba a otro y en todo ese tiempo, no había vuelto a verla ni saber nada de ella. Ahora, cuando llevaba un año escaso de vuelta a Madrid , se la encontraba en la calle y sentía como un involuntario hormigueo se extendía por todo su cuerpo emanando desde el estómago. Le temblaban las manos, las piernas se le agarrotaban y el corazón le latía con tal fuerza, que parecía rebotar contra su caja torácica como una pelota en un frontón. No tenía escapatoria y la distancia entre ambos se iba reduciendo. Ella le había reconocido y le aguardaba con algo que parecía una sonrisa. Estaba radiante, la muy hija de puta (tres palabras que desde la traición nunca había dejado de dedicarle las muchas veces que pensaba en ella y las pocas en que la nombraba), vestida con un elegante traje sastre de color claro, una camisa negra y unos conjuntados zapatos y bolso de marca. Sus cabellos, recogidos en una coleta, mantenían el mismo color castaño de su juventud, y sus ojos verdes tenían una inteligente expresión de madurez, fruto de algunas pequeñas arrugas que los rodeaban.
- ¿Cómo estás? - le preguntó ella para, inmediatamente plantarle un par de besos en las mejillas.
- no tan bien como tú a lo que se ve
- tú siempre me has visto con buenos ojos- será eso - dijo, pensando que no le pegaba la falsa modestia y que si por él fuera, se hubiera muerto hace tiempo.
- ¿te has casado?
- no, por qué? ¿tengo cara de casado?
- la verdad es que sí, a pesar de ese horroroso corte de pelo que te has hecho. A ti siempre te quedó mejor el pelo un poco largo..... Yo me he casado - añadió sin que nadie se lo preguntara- y me separé. No tuvimos hijos y bueno.....¿tienes tiempo para un café? - preguntó para hacer frente a un incómodo silencio que acudía con ganas de imponerse.
- me encantaría - mintió - pero el perro se quedó sólo en casa y tengo que sacarlo a pasear – continúo mintiendo (no tenía perro)
- bueno y...¿otro día?. Yo ahora vivo por aquí cerca y ...
- Ah, sí, me parece perfecto - respondió con fingido interés que revelaba una faceta hipócrita desconocida hasta entonces
- ¿quieres que te de mi teléfono?
- No, mejor te doy yo el mío
- Vale, como tu quieras.
Se despidieron, con otro par de besos y con la promesa de verse muy pronto. Nada más separarse, él se volvió para observarla de espaldas. “¡qué hija de puta!,¡está cada día más buena! , se dijo a si mismo, evocando viejas sesiones de cama y preguntándose si hizo bien en darle un número de teléfono inventado.

jueves, 29 de marzo de 2007

Progres, Guays y otros pelajes

Despunta el día y despierto. Por la ventana se cuela el sol a raudales y el murmullo de la radio, que quedó toda la noche encendida, mitiga el gorjeo de los pájaros. Por si fuera poco, los jardineros han comenzado temprano a recortar los setos y el molesto ruido me obliga a levantarme y cerrar la ventana.
Me meto en la ducha y mis principios de conservación de la naturaleza y no despilfarro de sus recursos hacen que cierre el grifo mientras me enjabono. Tras secarme, me miro en el espejo y decido no afeitar mi rala barba que se va tornando blanquinegra de un tiempo a esta parte. Vestido, bajo a la calle y declino la asiduidad de mi bar de costumbre por una escapada al Centro. Llego a destino, y me decanto por un Café de reciente apertura, pasando a ocupar una mesa rinconera. Mientras saboreo un café con leche y ojeo un periódico, llega una horda (o manada) de ruidosos estudiantes de una escuela de arte, o algo parecido, aledaña al establecimiento. Me da pereza levantarme y marcharme, así que cierro el periódico, con evidente fastidio, y me convierto en receptor de conversaciones sobre la vigencia de la figura del Che, la prepotencia del imperialismo yanqui, opiniones varias sobre la reciente polémica Ramoncín-Sabina, y demenciales disertaciones sobre el Código Da vinci y el poder del Opus Dei. Los que con más saña atacan mis tímpanos, son los de, curiosamente, una mesa que no está pegada a la mía, sino alejada unos 4-5 metros y ocupada por dos chicas cuyo aspecto solicita a gritos una ducha y un chaval con aire cansino e intolerante hacia los que no piensan como él. Dice no se qué de la revolución (no se a cuál se refiere), algo de una mani, y algo más sobre los anarquistas y las excelencias del cine de países exóticos. No puedo evitar sonreír ante semejante pelotudo anclado en tanto tópico, demagogia y maniqueísmo barato. Lleva al cuello una kefiah palestina, pero el largarto que asoma por su camiseta, sus zapatillas de marca y el ordenador portátil que apoyó sobre la mesa, denotan su aprecio por la vida burguesa que le brindaron sus padres. Vaticino, con poco riesgo de equivocación, que terminará como abogado, trabajando con papá, o responsable de márketing de alguna empresa de medio pelo.
Declina mi interés por mi alrededor cuando, de pronto, un pintoresco tipo con sandalias, camisa a rayas y macuto al hombro se acerca a la barra y pide un café cortado con leche de soja. La camarera lo mira con hilaridad y yo me pregunto dónde lo habrán fabricado. Al final, lógicamente, le sirven un cortado normal (con leche templada, no sea que se queme la lengua) y el tipo se queda con la taza en la mano buscando, desvalido, una mesa a la que se sentarse. "Yo ya me voy", le digo, haciéndole señas, tras considerar que mi cupo de tarados estaba más que cubierto por ese día.
Pago en la barra y salgo, escuchando el rumor de esta nueva juventud de progres comprometidos (consigo mismo, claro) que quieren salvar el mundo.


MORALEJA: Todos quieren salvar al mundo, pero nadie al prójimo.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Time is money (el tiempo es un maní)

Su piel sin vigor, fofa, señalaba un interior de generosos sedimentos adiposos.
Su rostro de campesino, mofletudo y con cachetes colorados, traicionaba su megalomanía por una ascendencia aristócrata.
Sus palabras, vacuas, no encontraban interlocutor válido.
Su cartera, vacía, y sus ropas, de baja calidad, denotaban su enquistado fracaso en la consecución de los bienes de este mundo.
Su escasa espiritualidad y su frivolidad, expuestas como trofeos, le alejaban del otro.
No poseía nada, salvo lo que los demás envidiaban: tiempo.


MORALEJA: siempre deseamos lo que no tenemos.

Dedicado a Lebeche, a quién también le gusta Les Luthiers

martes, 27 de marzo de 2007

PROGRAMA DOBLE: Caída y Actor

Era un hombre arrogante, jactancioso, vano, oportunista, y en constante degradación moral. Todo se le permitía, todo lo lograba, respaldado por una sólida fortuna obtenida de forma poco ortodoxa. Los medios de comunicación se hacían eco de sus éxitos con una jactancia tal que estos parecían méritos de toda la nación, acrecéntando el prestigio del país en el exterior. Las mujeres lo buscaban, los hombres maduros lo envidiaban, y los jóvenes imitaban su peinado y forraban las carpetas con sus fotos. No había quien no quisiera retratarse a su lado, ni faltar a las fiestas y eventos en que hacía acto de presencia.
"Estuvo bien mientras duró" se repite, a sí mismo, mirando a través de los barrotes de su celda
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- Soy actor - me dijo, con una sonrisa brotada de un injustificado orgullo y que se expandía por la totalidad de su anodino rostro.
Asentí con la cabeza y continúe con mi periódico, afanado en encontrar ofertas de trabajo más interesantes que las expuestas por Tecnocasa (encubierta fábrica de clones) y Mc Donald's.
- Soy actor - reiteró con idéntica expresión.
Cerré le periódico y lo observé detenidamente unos instantes. Llevaba sombrero, gafas de sol (a pesar de la escasa luz que había en el local), camisa tipo militar abierta hasta casi el ombligo y por la que asomaba un rosario, pantalones caídos repletos de bolsillos, y unas sandalias, que no disimulaban la roña de sus pies ni las cortantes uñas que parecían mejillones.
- ¿y qué otra cosa podrías ser? - le solté, con tono sereno y de sentencia más que de pregunta.
El taradito lo tomó como un elogio y, con su sonrisa de estúpido a cuestas, se acercó a la barra a pedir dos cañas.

domingo, 25 de marzo de 2007

Soberbia

De edad indefinible, repeinado, muy pulcro y con la gravedad encajada en su rostro de señorito andaluz, me miró de arriba abajo, con impertinencia y los ojos cargados de soberbia, antes de preguntarme:
- ¿y usted, por qué quiere casarse con mi hija, sr. SIl...?
- Silverstein, Mario Silverstein
- bien, Sil-vers-tein...
- porque la quiero - contesté con naturalidad.
- eso sólo no basta….ella tiene gustos caros y, según me contó, usted trabaja como periodista a tiempo parcial en un periodicucho de provincias…- me dijo con altanería.
- sí, además colaboro con algunas revistas y publicaciones para poder sacarme un sobresueldo y no tengo que pagar hipoteca…mis padres me traspasaron su piso antes de irse a vivir a un pueblo costero.
- entiendo…verá usted, jóven, no se puede vivir del amor, así que no sólo no espere que le de mi bendición para casarse con mi primogénita, sino que, además, voy a hacer todo lo que esté en mi mano para que esta relación no prosiga. No es nada personal, pero…hay una diferencia de estatus que, hoy por hoy, resulta insalvable. Mi hija no está hecha para usted, así que le aconsejo que busque una mujer en su entorno social …..le va a evitar sufrimientos futuros.
- con todos mis respetos, me importa un bledo su bendición y no vengo a pedirle permiso para casarme con ella sino que, únicamente, le informo de lo que va a suceder.
- haga el favor de irse de mi casa, y no vuelva nunca más – sentenció con la cara enrojecida y la mirada brillante de repentino odio.
- será un placer.
- Ah, jóven – me llamó cuando casi salía por la puerta - se me olvidó decirle algo importante: en mi familia, tenemos por norma no casarnos con judíos- sentenció, con la cínica sonrisa de quien pensaba haberme ofendido.
- no se preocupe – dije con la misma sonrisa- esta vez haremos una excepción, porque en la mía tampoco nos casamos con moros.

sábado, 24 de marzo de 2007

Glamour

La noche se había prolongado en una endiablada y casi frenética sucesión de copas.
- ¿nos tomamos aquí la última? - preguntó mi amigo a la entrada de un local con aspecto de antro de perdición, o de perdiciones, porque los presagios no excluían la pluralidad.
- venga, y que sea lo que Dios quiera.
Entramos. Si la apariencia externa proclamaba un interior poco recomendable, traspasar la puerta llevaba asociado la acumulación de pensamientos nefastos, prendidos, eso sí, a una sensación, un tanto excitada, de ruptura con nuestra comedida misantropía. Mientras bebíamos nuestras copas (ron con Coca Cola), nos entreteníamos en analizar a qué subespecie animal pertenecían los seres que nos rodeaban, reconociendo, a regañadientes, que había algo casi humano en su aspecto. Por alguna razón, uno de estos seres, parecía mirarme, y continúo haciéndolo cuando yo, tras reparar en ella (a ésas alturas había determinado que era una mujer) le devolvía las miradas. Era tan diferente a las féminas que habían pasado por mi vida, que la observaba con la fascinación que produce lo desconocido y lo grotesco. Llevaba grabado, en todo su ser, el sello de la vulgaridad y la ordinariez; con unos horrorosos y ajustados pantalones rosa a punto de reventar, unas sandalias plateadas sacadas de los remanentes de alguna tienda de chinos, cabellos rubios mal teñidos, pechos globosos aprisionados en un minúsculo top a juego con el calzado y voluminosos labios remarcados de rojo putón. Como no podía faltar; fumaba un cigarrillo para dárselas de mujer fatal, y mascaba ostentosamente un chicle, reventando globos a intervalos de escasos segundos. Olvidados los "frikis" que nos rodeaban, mi amigo y yo nos entretuvimos recordando nuestra etapa en común en el instituto y bebiendo lo que a cada paso se evidenciaba como garrafón con refresco (tampoco descartábamos que la Coca Cola fuera tuviera similar orígen). Así, ensimismados en nuestra conversación, fuimos asaltados, a traición, por la rubia de bote.
- Me llamó Blondie - me dijo tras tocar mi hombro y yo darme la vuelta.
- Me parece muy bien - y añadí: nos tienes que disculpar, pero tenemos hepatitis y no queremos contagiarte, así que no te acerques mucho a nosotros. Apenas dichas estas palabras, y tras un tiempo prudencial en el que su lerdo cerebro procesó la información recibida, se retiró entre muecas de aprensión.No nos molestó más en lo sucesivo, aunque nos observaba con detenimiento desde el fondo de la barra (no se si temiendo que el virus saliera volando de nuestras cabezas en dirección a ella,o intentando discernir si le habíamos mentido), mientras se enlazaba en alguna trivial conversación con otro de los mutantes presentes.
Ya en la calle, mi amigo me preguntó, todo serio:
- ¿Sábes? yo creo que su nombre verdadero no era Blondie.
- No me digas - respondí, y sucumbiendo a los efectos del alcohol, fuimos camino a casa barajando posibles nombres : María Antonia, Obdulia, Gertrudis, Iluminada, Saturnina, Luz Divina, María Josefa...........


Dedicado a Eva (ella ya sabe) ; tan diferente....

jueves, 22 de marzo de 2007

Venganza


Zzzzzzz, zzzzzzz, zzzzzzzzzz zumbaba el taladro ante la mirada aterrada del maltratador de animales. Atado férreamente a la silla con cinta de embalar y la boca tapada con el mismo material, sólo era capaz de expresarse con el movimiento de sus ojos, que crecían desmesuradamente ante la real perspectiva del dolor que se avecinaba. La blanquecina desnudez de sus carnes fofas brillaban ante el efecto de la luz sobre la capa de sudor frío, de pánico, que cubría todo su cuerpo y el pelo se le aplastaba sobre su cráneo a modo de gorra. Cuando la fina broca metálica comenzó a perforar su rodilla, de manera limpia, apenas dejando asomar un hilillo de sangre, el muy cerdo gritó, sordamente, y cerró los ojos, incapaz de ver el trabajo de la estruendosa máquina sobre su cuerpo y deseando que ese vano gesto conjurara el dolor. ¡Pobre infeliz, todavía no sabía que esto acababa de empezar!. Tras retirar la broca, con un seco tirón, permanecí unos instantes contemplando al infortunado. Lloraba y movía la cabeza suplicando que no lo torturara más. No me enterneció lo más mínimo; no iba a tener clemencia de alguien que apaleó a su perro, atado con una cadena, hasta la muerte. Ahora, las tornas habían cambiado, y yo iba a vengar al pobre animal, fiel hasta el final de sus días a alguien que no lo merecía. A mi memoria acudían las imágenes de tan cobarde crímen (grabadas por un vecino) y se me hervía la sangre, impidiendo el afloramiento de cualquier rasgo de piedad y alentándome a continuar con mi labor. Así, seleccioné una broca de mayor grosor y la introduje por el mismo camino que la anterior. Indiferente o más bien, si soy sincero, disfrutando del dolor del cretino, extraje la broca y permanecí unos instantes observando como suplicaba, mudamente, que acabara con la tortura. Acerqué mi cara a la suya y sonreí con maldad a la par que abría un frasco de sal gruesa. Tras enfundarme unos guantes, metí mi dedo índice en la herida, haciéndolo girar para que el conducto quedara lo más despejado posible, y comencé a rellenarlo con puñados de sa,l sin borrar la sonrisa de mi rostro y ansioso de terminar la tarea para repetirla otra vez al cabo de unos minutos. Operaciones análogas se repitieron, en la otra rodilla, manos y codos, a lo largo de las horas siguientes. Cuando ya me encontraba cansado y decidí no proseguir el castigo, envolví al cobarde en un plástico y cargué con su pesado cuerpo, inconsciente desde hacía rato, hacia mi coche y lo tiré sin contemplaciones en el maletero. Monté en el vehículo y conduje los quinientos kilómetros que distaban hasta su pueblo, de donde lo había secuestrado una tarde que paseaba por los campos de alrededor. Lo dejé atado, con cinta de embalar, al cartel, que junto a la carretera, daba la bienvenida a tan tristemente célebre localidad, donde la mayoría de vecinos defendían al individuo para vergüenza de toda la nación. De vuelta a casa, escuchando música clásica, me consolaba con la certeza que ese individuo no volvería a maltratar a un animal en toda su miserable vida.



* La imagen corresponde a mi ex perra; LUBA.

miércoles, 21 de marzo de 2007

Un tal Leví


“Si cambias de ciudad, cambias de suerte” decía un viejo tío mío apegado a la tradición judaica. Fallecido hacía tiempo, ese dicho constituyó, para mí, una impagable herencia en aquellos tiempos de zozobra emocional que cambiaron mi vida. A comienzos de siglo, yo todavía vivía en Buenos Aires, compartiendo un céntrico y coqueto departamento con mi novia desde hacía tres años. Tenía un buen trabajo en una reputada agencia de publicidad, y mis días se sucedían sin acontecimientos de mención ni sorpresas, en una placentera habitualidad anestesiada. Con dinero y amor, la vida es de color rosa y así parecía lucir la mía. Todo me iba bien hasta que de pronto, sin esperarlo, tramas subterráneas afloraron a la superficie y golpearon a mi estable, y quizás un tanto abúlica existencia, con inusitada violencia. Era viernes, y yo me encontraba trabajando en la oficina, cuando mi novia; Laura telefoneó para decirme que estaba con otro en Punta del Este (yo la hacía en La Falda, con sus padres) y que hiciera el favor de recoger mis cosas porque el lunes regresaba y quería el departamento (propiedad de su familia) despejado de mi presencia. Sabía que no contaba con las simpatías de sus burgueses padres, que me trataban con una artificial afabilidad que escondía un cierto desprecio y un ansia, mal disimulada, por encontrar ocasiones para humillarme. Yo no más que era un sencillo muchacho de Caballito al que le iba bastante bien en el ámbito de la publicidad, pero ellos querían, para su nena, algo de mayor desplazamiento social y que satisficiera, más adecuadamente, sus almas mercantiles. A pesar de todo lo que tenía en contra, e indiferente a posibles señales premonitorias, creía contar con el incondicional amor de ella (a quien la hacía distinta) y pensaba, ¡lo que hace la literatura y el cine!, que la fuerza del amor se impondría a cualquier impedimento, avanzando como un elefante en una cristalería. Sólo después, dado a la solitaria reflexión de la madurez, comprendí que el amor sólo es irracional en su orígen, dando paso al pragmatismo y , en consecuencia, a la vida, que siempre lo derrota porque es mucho más fuerte. Herido como estaba, pero manteniendo un mínimo de orgullo y dignidad, decidí, sin aspavientos ni solicitar explicaciones de ningún tipo (total ¿para qué?; ella y sus padres ya habían decidido y los hechos se habían consumado) irme de dónde no me querían, cargando con dos maletas, la frustración de lo que pudo haber sido y no fue ni será , y el recuerdo de los inicios perfectos de una relación nacida tras un flechazo. Pedí días libres en mi trabajo, e importuné unos días a mis viejos amigos antes de irme a Mar del Plata y decidir, frente al bravo mar invernal, una ruptura discernible con mi realidad y empezar una nueva etapa de mi vida lejos de todo lo que me recordara a ella. ¿Por qué me decanté por España?. Me gusta decir que porque tenía algunos conocidos en Madrid y Barcelona, o porque había muchos argentinos trabajando en Publicidad, o porque hablamos un idioma común , pero, en realidad, en lo más íntimo de mi ser intuía que se debía a cuestiones más sofisticadas y emocionales. Creo que vine a España porque mis genes recordaban otras épocas y en ellos anidaba una necesidad de retorno a la Sefarad , tan adorada y nunca olvidada, de la que mi antepasados fueron expulsados hacía más de quinientos años. La teoría, temerariamente elaborada, la confirmé en mis visitas a Toledo, donde un ánimo filosófico y metafísico me asalta (similar al que nos queda tras la visita a un cementerio), hasta las lágrimas, cada vez que camino por la judería o entro en las viejas sinagogas de Sta. María La Blanca y la del Tránsito, edificada ésta última por encargo de mi, tal vez antepasado, Samuel Leví Abulafia.
Apenas aterrizado en Madrid, fue agraciado con oportunas gentilezas del Azar que sirvieron de estimable bálsamo para las heridas de mi corazón. No tardé ni siquiera quince días en encontrar trabajo y poco más de un mes en toparme con la española que hoy comparte mis días, mis noches y va a darme un hijo. Pasados los años, me muevo por las calles de la ciudad, que hoy son mías, con una gratitud sin reservas y la certeza de que aquí se encuentra mi lugar en el mundo. Eso sí, continúo fiel a muchos hábitos adquiridos en mi juventud porteña y nunca falta la ocasión para reunirme, con amigos de acá y de allá, para tomar mate, comer unas pizzas caseras, hacer un asadito o animar a la albiceleste.

martes, 20 de marzo de 2007

La Isla del Tesoro

Dada la proximidad de mi domicilio a unos conocidos grandes almacenes (El Corte Inglés) acudí al macrocentro para comprar un libro que quería regalar al hijo de unos amigos que cumplía 13 años. Entretiéndome entre las estanterías, no lograba dar con un ejemplar del título, así que me acerqué en demanda de ayuda a una de las dependientas de la sección que, uniformada con camisa a rayas y falda azul, pasaba el plumero por el lomo de los multicolores volúmenes.
- Buenas tardes, estoy buscando "La isla del tesoro" - le dije a la vez que seguía a su puesto de venta, dotado de una caja y un ordenador.
- ¿Cómo dijo que se titulaba? - me preguntó
Esa pregunta me hizo caer, inmediatamente, en la cuenta de lo inútil de haber solicitado ayuda, ya que si no recordaba un título tan conocido y además tenía que teclearlo en el ordenador, entonces....
- "La isla del tesoro"
- ¿ "La isla del tesoro" ? - repitió para confirmar que había oído bien, y añadió a la par que tecleaba: ¿novela o ensayo?.
Ante tal interrogante, no pude más que mirarla con indulgencia y cierta compasión, sospechando que la semana anterior seguramente desempeñaba sus funciones en otra sección. Posiblemente, en Frutas y Verduras.

sábado, 17 de marzo de 2007

Visita inesperada

Samuel despertó de una pesadilla, bañado en sudor y con una taquicardia que le hizo llevarse la mano al pecho. Apenas tardó unos segundos en percatarse que un individuo todo blanco, túnica incluida, estaba apoyado contra la esquina de su escritorio. Se sobresaltó al verlo:
- ¿quién es usted?- preguntó- ¿Es Dios?- añadió
- ¿Se cree que Dios no tiene otra cosa que hacer que venir a verle? ¿Acaso pretende compararse con Moisés? ¿Me ve aspecto de zarza ardiente? - contestó el extraño personaje
- entonces...........balbuceó el asustado Samuel
- Soy el Malaj-a-Mavet
- ¿Quién?
- El Malaj-a-Mavet - volvió a afirmar, ésta vez alzando la voz. Ante la expresión de sorpresa del infeliz y tras unos instantes de reflexión, preguntó:
- ¿No es usted Samuel Levinger?
- No, soy Samuel García, para servirle.
- O sea, que no es judío....
- No
- Y éste no es el 1256 de Lincoln boulevard...
- No, éste es el 2165
- ¡Joder!, Ya han vuelto a darme las señas equivocadas...Así no se puede trabajar ¡¡¡Oiga, ¿en qué estaba soñando, que se despertó tan sofocado?
- soñé que me moría
- ¿cómo?
- me daba un ataque al corazón mientras dormía.
- Hummm, interesante.....
- Interesante, por qué ?- se interesó alarmado
- porque aquí en el informe que me dieron especifica, en el apartado de causa del óbito; Infarto.
- pero en mi sueño me moría un domingo, y hoy es martes
- ¿y cómo sábe que era domingo? ¿acaso los ataques al corazón no son todos iguales, con independencia del día de la semana?
- es que, en mi sueño, vi como me acostaba con molestias en el pecho, provocadas por el descenso a segunda división de mi equipo de fútbol y...
- bueno, bueno, déjese de rollos- le cortó sin miramientos. Ya que estoy aquí me lo llevo, porque ahora me da pereza desplazarme hasta la otra dirección... porque, le aclaro, yo he venido en metro, no volando como a ustedes los mortales les gusta pensar...
- pero, yo quiero vivir más y además....yo no soy judío.
- ¿qué pasa? ¿es usted antisemita? - inquirió con cierta agresividad
- no, pero...
- Pero, Qué ?
- que quiero vivir
- "Quiero vivir", "quiero vivir", eso gimotean todos cuando vengo a por ellos. ¿Para qué quiere vivir?. ¿Se cree que su miserable vida va a cambiar en algo por unos días de más?.
- pero...es injusto
- La vida es injusta, y la muerte también, aunque la verdad, algo menos.
- ¿no podríamos llegar a un acuerdo.
- Hummmm, no se, no se...la verdad es que usted me ha caído bien pero....yo tengo que llevarme un Samuel ésta noche.
- Sí pero yo soy Samuel García.
- no se preocupe por eso, el apellido lo corrijo con typex. Total, a ellos lo único que le interesa es que le lleve a alguien...
- por favor, por favor, no quiero morir - comenzó a rogar, de rodillas, el infortunado.
- Bueno, míre, vamos a hacer una cosa. ¿Tiene usted coche?.
- Sí - contestó intrigado y sin comprender
- Pues entonces vístase y lléveme al 1256, porque insisto, hoy, tengo que llevarme un Samuel. Ah, y rece para que esté en casa.


Aclaración: El Malaj-a-Mavet es el Ángel de la Muerte, en la tradición judía.

viernes, 16 de marzo de 2007

Miércoles Noche

No acostumbro a salir de noche pero, ese día, decidí hacer una excepción. Un amigo mío organizaba una fiestecilla en su recién estrenada casa; un ático con gran terraza donde habilitó una enorme mesa repleta de botellas de variadas bebidas alcohólicas, tortillas, croquetas y otras exquisiteces de alta cocina. Cuando hice mi aparición, la fiesta se encontraba en su punto álgido, con unas 20-25 personas enfrascadas en conversaciones, copa en mano,y la música de Lenny Kravitz sonando sin parar, como si hubieran conectado un aparato auto-reverse con las obras completas del músico. Apenas llevaba unos minutos en la terraza cuando mi amigo me presento a un par de chicas. Una era insignificante en todos los sentidos y la otra, dotada de una prominente vanguardia, cara de niña traviesa en la que destacaba una nariz que hacía sospechar una rinoplastia, dado el parecido con la de Ramoncín y la de Paloma San Basilio, y una retaguardia primorosamente enmarcada en unos Wrangler (creí que ya no se fabricaban) pareció receptiva, desde que nos presentaron. Ante la interesada viveza que noté en sus ojos cuando al mirarme y su apego a mis palabras, saqué a relucir lo mejor de mi repetertorio de ironías y brillantes sarcasmos. A cambio, ella me habló de que había estudiado Bellas Artes y que ahora, aparte de trabajar en una agencia de viajes, se había matriculado en un curso de Reiki, otro de Quiromancia, y un tercero de Tarot. Ahhh, qué interesante, le dije, cruzando los dedos para que no me hablara de Alejandro Jodorowsky. Nunca he sido del género tonto, pero tampoco hacía falta poseer un privilegiado cociente mental para darse cuenta de que había ligado. Pensé que tontas y locas siempre son las más fáciles. Pensé que seguro pertenecía al tipo histérico (¿quién sino se matricula en esos cursos?). Pensé que no querría ir con ella a cenar a restaurantes de comida macrobiótica, conciertos de Aute y a la filmoteca a ver películas de países exóticos. En medio de mis pensamientos, acudió una frase de Calamaro que me aclaró qué hacer: "Le dije a mi corazón, sin gloria pero sin pena, no cometas el crímen varón, si no vas a cumplir la condena". Cuando estaba por confirmar mi conquista, un gay, con más pluma que una manada de ocas a la carrera, se acercó a nuestro trío (la guapa, la muda y yo) y le preguntó a ella (a la guapa, porque la otra estaba concentrada en su papel de esfinge): ¿no me vas a presentar a tu amigo?. Nos presentaron. "Es un placer", dijo él. "Lo mismo digo", dije yo, falsamente, no queriendo ser menos. Ni que decir tiene que el gay en cuestión no paraba de mirarme, algo que me incomodaba (se ve que estaba interesado en ampliar el círculo de sus amistades aunque la verdad es que tenía más pinta de ser del género pasivo).
Compartir noche con una loca, un gay y un elemento neutro, no era lo que tenía en mente y mucho más de lo que podía soportar sin estar bebido o fumado."Ahora vengo", me disculpé. Atravesé la terraza, el interior de la casa y cerré la puerta por fuera.

jueves, 15 de marzo de 2007

Ella, siempre ella

Había engordado, de cintura para abajo, y su piel se había ajado, desplegando una amplia gama de arrugas cada vez que sonreía. Sin embargo, a pesar de todo, una belleza de esencia se imponía a las huellas del paso del tiempo, confiriéndole un sano atractivo de mujer madura que ha sabido envejecer, al desprecio de frivolidades y aceptándose tal como era. Tomamos un café y charlamos de generalidades, gambeteando hábilmente al por qué de nuestra separación y a la especulación de lo que pudo haber sido y no fue. Nos mirábamos con el estudiado disimulo de no ser sorprendidos por el otro y cuando esto ocurría, sonreíamos a modo de defensa, sin saber qué decir y dando a entender todo, quizás demasiado. Habían pasado diez años de lo nuestro y aún eran muchas las mañanas en que ella era el primer pensamiento que acudía a mi cabeza.
Me contó algunos pormenores de su exitosa carrera periodística que yo seguía muy de pasada porque, ante la dolorosa perspectiva de tomar mi primer café del día leyendo sus artículos, optaba por cualquier otra menos evocadora. En cuanto al aspecto emocional, omitió cualquier mención y yo, lógicamente, no insistí. No quería saber si su cuerpo era disfrutado por otro, tal vez más alto, más guapo, más encantador y con más dinero que yo. Tras contarle mi triste existencia, generosamente ficcionada para que no sintiera pena ante los estragos que el destino hizo conmigo desde que nos separamos, nos despedimos. Me dio un par cordiales besos, que me parecieron más cálidos de lo normal y antes de salir por la puerta, se volvió y me dijo.- no se si te sirve de algo, pero siempre me arrepentí de dejarte. Se me antojó que lo dijo en serio e, incapaz de decir algo y mucho menos de correr tras ella, convertí a esa frase en mi único consuelo.

Dedicado a Lebeche.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Arlequín

El ajedrezado y blanquinegro arlequín me perseguía. Temeroso de sus aviesas intenciones, serpenteaba por calles secundarias y corría como un poseso esperando despistarlo. Era inútil. Siempre reaparecía, manteniéndose a una distancia que no sobrepasaba los treinta metros y caminando con manifiesta elegancia en sus movimientos, tanto que albergaba la sospecha que se deslizaba sobre el aire sin tocar el suelo. Agotado, y jadeando como un perro entré en el portal de mi edificio, deteniéndome desalentado ante un ascensor averiado y ocho tramos de escaleras por delante. Comencé, impulsado por un primitivo instinto de supervivencia, la ascención, escuchando, en una inquietante cercanía, el chirrido de la puerta de la calle al abrirse. El ruido, que se me antojó diabólico y premonitorio, reveleba un innecesario secreto:yo nunca llegaría arriba.

martes, 13 de marzo de 2007

Amor (o no)


Así como las mujeres cuando se reúnen hablan de sexo, los hombres, mucho más altruistas, lo hacemos sobre el amor. A continuación, fragmento de una conversación entre dos amigos porteños residentes en Madrid:

……………………………………
- Che, no se si pedirle que se venga a vivir conmigo…
- ¡Ni se te ocurra, boludo! Si querés que te pertenezca, no se te ocurra rendirte ante ella y perder la cabeza. Tenés que seguir manteniendo cierta posición de superioridad…¿o te creés la sinceridad y fidelidad de su entrega?
- Ya, pero lo malo es que la quiero, estoy enamorado de ella…
- Mirá, siendo eso ya de por si muy malo, hay algo mucho peor, y es que ella se entere. Dado que vos sos un tipo de corazón tierno, espero que te reprimas y cuando después de echar un polvo ella apoye la cabeza sobre tu pecho, no se te ocurra enternecerte , porque si pensás que abrirle tu corazón va a ser suficiente para conservarla, entonces sos más ingenuo de lo que yo creía.
Ella está con vos porque lo contrario no le conviene. …
- La verdad, flaco, es que lo tenés todo tan claro que a veces me da miedo hablar contigo..
- Bueno, ya sabés que siempre tengo razón. Tal vez porque no soy un sentimental como vos y por tanto no deformo las cosas…
- Entonces…¿qué hago? ¿no le digo que estoy enamorado de ella y que venga a vivir conmigo?
- No, no,no… Vos tenés que darle una de cal y otra de arena, que nunca sepa a que atenerse. Tenés que alternar las caricias con desprecio e indiferencia, para que vea que estás acostumbrado a ser amado, .. y crueldad sin disimulo…pero tampoco vayas a pasarte de duro ¿eh? …también tenés que enseñar una parte vulnerable, de niño, porque a ellas les gusta sentirse como madres…Ah, y un buen truco, buscáte a alguna amiga, guapa, con la que jugar a la seducción y sacar a relucir un juego de sexualidad indirecta. Que tu novia sienta la competencia y tu capacidad de macho deseado…
Tu obligación es ser sincero con vos mismo, no con ella......
- La verdad que es no se si seré capaz de hacer lo que me decís, y eso que se que tenés razón…..
- Vos verás lo que hacés, pero luego no me digás que no te advertí. Si vas de blando te va a utilizar, va a dejar de admirarte y respetarte… y, al final, te dejará tirado, sin el más mínimo remordimiento, cuando tenga a mano otra víctima propiciatoria….Un escritor, cuyo nombre no recuerdo, dijo que cualquier mujer que no sea estúpida, antes o después encuentra un hombre sano y lo reduce a escombros. ¿Querés ser ese hombre?. ¿No? ..entonces, hacéme caso.
- Me tenés podrido, boludo ¡¡¡¡. Siempre tenés razón…¡¡¡. (risas)
- No, boludo sos vos, y ahora andá, llamá a la camarera y pedí otras dos cervezas… ¿o nos tomamos algo más fuerte…?

lunes, 12 de marzo de 2007

Un checo

Sus pisadas resonaban en el empedrado de las solitarias calles de la ciudad. Era tarde, y volvía a casa tras asistir a una impactante representación de teatro yiddish en el concurrido Café Savoy. A lo largo de la misma, una desconocida sensación de irrealidad le fascinó de tal manera, que se dejó llevar, entregando todas las fibras de su cuerpo y la plenitud de su mente, a la contemplación de un espectáculo que se le antojaba onírico. Creía estar soñando y temía despertar. Por eso, cuando hubo terminado, abandonó el local, sin despedirse de sus amigos y conocidos, para mejor disfrutar de su soledad asaltada por influjos metafísicos. Sus pasos, lentos y graves, acaso un tanto ceremoniosos, se sucedían como los de un autómata, inconexos de las órdenes de un cerebro aún enturbiado por las imágenes recientes. El ambiente mágico que siempre rodearon las calles donde se asentaba el viejo gueto (ahora demolido), unido a la oscuridad y una espesa niebla habitual a esas horas y época del año, conformaban una atmósfera en la que todo era posible. Su ensimismamiento se vió, súbitamente, alterado por una larga sombra negra deslizándose junto a la pared lateral de la vieja sinagoga. Se sobrecogió y en su cabeza halló cobijo, por unos instantes, la imagen del rabino Löw escoltado por el Golem. Aún no recuperado del susto, el maullido de un gato, que a él le sonó terrorífico, lo empujó a salir corriendo. Se había roto el encantamiento y, sin delicedeza alguna, acababa de ser despertado. Al llegar a casa, todavía trastornado por el reciente embate de sensaciones varias, se sentó en la penumbra a pensar y discenir si lo ocurrido obedecía a una maquinación diabólica o a un designio divino. Su nombre era Franz Kafka y, esa noche, no escribió una sola línea.

Dedicado al Juicioso Castor.
http://www.youtube.com/watch?v=ikVvnLS_jXY

domingo, 11 de marzo de 2007

Escena diurna

"Viajo en Metro, parapetado tras un libro de Vergílio Ferreira y observando, furtivamente, al resto de pasajeros del vagón. Estos parecen dividirse en dos grupos; los que están absortos en la nadería de sus pensamientos, y los que se hunden en la lectura de periódicos gratuitos, atrasados suplementos dominicales y libros de pseudoliteratura. De mi derecha, proveniente de una vieja con michelines apretados en un horroroso vestido de raso azul, me llega un mareante cóctel de olores, mezcla de sudor, laca, perfume barato y orina estancada. Frente a mí, una gorda con medias hasta las rodillas, se hurga entre los dientes y rasca el sarro de los contornos con las esquinas de un bono de diez viajes. Un espectáculo tan grotesco que no puedo apartar la vista, seducido por la visión de semejante horror. Intento, en vano, concentrarme en la prosa del escritor portugués para escapar de las sensaciones que capto a través de mi vista y mi olfato. No hay nada que hacer, no puedo mirar para otra parte más que para adelante, y no puedo dejar de respirar más allá de un minuto. Opto por relajarme, y cierro los ojos deseando llegar con premura a mi estación de destino. Por fortuna todo llega, incluso ésta, y piso el andén con el alivio de quien es liberado. Antes de que el tren retome la marcha, me vuelvo y compruebo como los dos repulsivos seres continúan trayecto, indiferentes al rechazo y malestar que provocan. Que no se preocupen; para ellas también está hecho el cielo."

sábado, 10 de marzo de 2007

Oficina

Generalidades del personal de una pequeña oficina cualquiera:

1.Manuel. 45 años, soltero, habitual lector de Marca y forofo del Atlético de Madrid. Se dedica con ahínco a la cría de canarios y todavía sería vírgen si no pagara. Últimamente le da por las prostitutas eslavas.
2.Mónica : 38 años pero aparenta casi cincuenta. Casada con un cantante de orquesta, es con casi toda seguridad cornuda . Desea, a toda costa quedarse embarazada de ese hombre que tanto la respeta (apenas la toca). Se las de entendida en literatura porque lee mucho, pero sus lecturas no van más allá de los libros que compra en los quioscos o en el Carrefour.
3.Esteban: 48 años. Comunista. Fiel a su añorados tiempos de hippy, lleva los mismos vaqueros de lunes a viernes, tararea canciones de flores, amor y mariposas y se desplaza a bordo de un cochambroso escarabajo amarillo. Separado de una inglesa, tiene un hijo que no habla ni papa de español.
4.Juan Luis (el jefe): 40 años y un largo recorrido como pijo prematuro. Casado con una azafata de familia burguesa, odia que le recuerden los orígenes labriegos de su olvidada familia. Fiel a su melenita jerezana empapada en gomina, se declara fanático de los polos de marca, las camisas hechas a medida y las chaquetas Príncipe de Gales. Colecciona relojes y los sábados juega al golf (llueva o no llueva).

viernes, 9 de marzo de 2007

Huellas

Los efluvios de un perfume añorado permanecían aún tercamente aferrados a los rincones de la casa. Paseaba por las habitaciones, el salón, la cocina y el baño encontrando sus huellas a cada paso. No podía continuar viviendo allí, con la cercana vigilancia de unos objetos que alguna vez fueron de ella y que, a pesar de abandonados, parecían guardarle fidelidad. Un par de paños de cocina, un peine, una orquilla para el pelo, alguna foto olvidada en el fondo de un cajón, y un largo etc. de soldados constituían el ejército de un general ausente sólo en cuerpo.Era cuestión de tiempo que terminara escuchando voces, así que pegué un portazo y corrí hacia la inmobiliaria más próxima.

jueves, 8 de marzo de 2007

Inmaduro

Tenía que haber un orden secreto, o algo, que determinara los destinos humanos. Se resistía, erosionado por demasiadas rutinas, a aceptar el libre albedrío y a resignarse ante las injusticias de la vida. Su propósito, indiferente a las objeciones de los demás, era discernir un código oculto cuya interpretación, y manipulación, le permitiera transformar su anodina existencia en otra heróica, plena de significación y satisfacciones. Lo malo, era que no sabía dónde buscar y hubo de admitir, que entregarse en brazos de los sueños nocturnos, que a pesar de todo apuntaba a diario en una libreta, era de una ingenuidad angelical. Lenta, inconscientemente, envejecía, esperando una señal o un indicio, y autoengañándose ante el inexorable basándose en que su rostro apenas quedaban huellas. Ciego, como todo aquél que no quiere ver, no supo que si parecía más jóven no era porque la vida le deparara una misión especial, sino por algo mucho menos relevante: era lento de maduración.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Pareja Perfecta

Era de esas típicas suegras prisioneras de las apariencias. En consecuencia, mentía sobre lo bien que le iba a su hija en el matrimonio y el mucho dinero que ganaba su yerno. Todo lo salido de sus labios resultaba tan ideal, que a la fuerza, la gente comenzó a sospechar de la comedia perfecta que representaba. Mentirse a sí misma y a los demás, se convirtió para ella en su única manera de supervivencia ante una realidad que resultaba atroz. Su hija, educada con todos los lujos y esmeros, se enamoró de un modelo de poca monta que la introdujo en el mundo de la droga, la ludopatía y quién sabe en que otras bajezas que la arrastraron al borde de la locura. Embarcados en un tren de vida que no podían mantener, él terminó en la cárcel cumpliendo una breve condena por tráfico de drogas (un doctorado en el extranjero, inventó su suegra) y ella internada en una clínica con muchos mármoles. Ahora, ya libres, ambos volvían a estar juntos, regentando un lujoso complejote bungalows - contaba la madre de ella - en las islas Cook o en Nueva Zelanda (la versión solía variar). ¡Pobre infeliz!, si supiera que, en estos precisos momentos están atracando un banco......

martes, 6 de marzo de 2007

e-mail recibido de una editorial

El otro día edité, en este blog, un e-mail que había enviado a cierta Editorial del Norte del país. En vista de algunos comentarios recibidos y con el ánimo de ser justo, me siento en la obligación moral de editar la respuesta recibida hace unas horas:

Querido Carlos Paredes,
me ha alegrado mucho recibir su mail, le agradecemos mucho sus sugerencias,
que por supuesto consideraremos, y nos animan sus elogios.
Tal vez podríamos encontrarnos un día y conocernos, siempre es alentador
y refrescante conversar con un lector.
Un cariñoso saludo,
m.

domingo, 4 de marzo de 2007

Culpable

Más de cuatro décadas de vida ficticia en una industriosa ciudad del norte de los Estados Unidos, no habían servido para exorcizar sus constantes pesadillas, ni su sentimiento de culpa, ni su bordear la esquizofrenia, viendo a imaginarios (o no) agentes del Mossad acechándole.Sabía que no tenía derecho a vivir, y que su fortuna era fruto del expolio de las vícitmas. Sabía que nadie quería escuchar el relato de sus crímenes cometidos en un pasado superado por todos menos por él. Sabía, también, que era incapaz de quitarse la vida por su propia mano. Así, no encontraba otra alternativa que tentar a las altas instancias celestiales (acaso a la vida) con declaraciones soberbias que esperaba fueran castigadas con su muerte: "yo nunca me voy a morir de cáncer", "´mañana no va a atropellarme un coche", "no amoriré antes de llegar a los 70", "jamás contraeré el sida", y otras por el estilo.
"El que quiere morir, vive" reza un antiguo dicho judío (pueblo al que ahora adoraba) en el que procuraba no pensar. Mientras, infructuosamente, aguardaba la redentora llegada del Ángel de la Muerte.

viernes, 2 de marzo de 2007

Perverso

Con la lucidez ahogada en alcohol y una incipiente catatonia germinada tras ver un vídeo de Patrick Hernández (Born to be alive) y recibir una pregunta tan insultante como: -¿no te gustaría trabajar en o para televisión?-, (como si yo tuviera cociente mental inferior a 80 o fuera, simplemente, más pelotudo de lo que denota mi apariencia), no tenía el cerebro para sentarme ante el teclado e idear una nueva historia. Así, revisando los cajones de mi escritorio, me topé con un viejo,y brevísimo, escrito. Si alguien se pregunta qué tipo de criterio utilizo para colgar mis textos, que no se entregue a extrañas elucubraciones. Es simple y podría definirse, de la manera más acertada, como Lírico-genital, es decir, pongo lo que se me canta de las pelotas. Bueno, ahí va, y no me vengan luego que si es autobiográfico o que simboliza una represión mía porque tras una relación fallida sangro por el muñón fálico, etc.et.etc.:

La quería, pero no podía evitar que su lado agresivo se manifestara con excesiva facilidad. Sentía una fuerte excitación cuando la veía llorar, con la mano tocándose la golpeada mejilla y la mirada de derrota propia de aquellos que no tienen voluntad para ser libres. Así, en ese estado, sumisa, es como más le gustaba poseerla.

jueves, 1 de marzo de 2007

E-mail enviado a una editorial

Habitualmente, me tengo por un hombre no del todo tonto y con una tendencia natural a lo extravagante. Sin embargo, hoy, tras un rato de pensamiento lúcido e indiscriminado, llegué a la conclusión de que soy un pelotudo. A continución, y para corroborar esta conclusión, paso a , reproducir un e-mail que, movido por algún impreciso impulso interior, envié (ayer) a cierta editorial de este país. "No tentarás al Señor tu Dios...ni al Azar". Bien, del primero paso pero, al segundo, lo tengo frito.
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Con exceso de tiempo por delante y el pensamiento por castigo, me involucro a diario en ejercicios excéntricos de variada índole para matar al tedio (Plutôt la barbarie que l'ennui, que escribió T. Gautier). Así, navegando por la red, me topé con su página web y no se me ocurrió nada mejor que enviarles un e-mail, entre otras cosas, para felicitarle por su actividad editorial. En un país con tantas aristas en lo referente a los aspectos cuantitativos y cualitativos de los hábitos de lectura, resulta esperanzador comprobar como algunos se empeñan en darnos a conocer a nuevos autores de lejanas latitudes y en rescatar a otros que fueron injustamente relegados al olvido (hoy en día nadie recuerda nada). También, y sin ánimo de resultar pretencioso, quisiera "sugerirles" el rescate de escritores centroeuropeos y portugueses de finales del XIX y primeras décadas del veinte, porque creo , y diversas conversaciones lo avalaron, que no somos pocos los interesados en ello. No soy un gran especialista en la materia pero hay algunos nombres como Camilo Castelo Branco, J.Paço D'Arcos, Ramalho Ortigâo, Béla Zsolt (artículos periodísticos y ensayos9, etc. que resultarían seductores para quienes padecemos de bibliofilia. Esperando no haber sido cargante, me despido, no sin antes obsequiarles con una breve historia (puede que algún días les remita una novela pero primero debería escribirla) y mi invitación a que si andan aburridos, se pasen por mi blog: tujes.blogspot.com
Gracias y ahí va el texto que, en modo alguno tiene carácter autobiográfico:

Tumbado en la cama, escuchando canciones del viejo crápula Serge Gainsbourg, mato el tiempo y el pensamiento, mirando el techo y esperando que me caiga una gentileza del azar. La fe en un milagro desaparece pronto, dando paso a la nostalgia y la melancolía. Pienso en la cantidad de cosas que perdí en el curso de mi vida; el tiempo malgastado, las personas que murieron, las que me abandonaron, y lo que pudo ser, no es, y jamás será.. Me levanto de golpe, acuciado por la angustia que me provoca la constatación de que mi existencia es un gran fracaso y que he optado por concretarme en la peor probabilidad entre infinitas de haber sido. Me acerco al espejo de la pared, y éste me devuelve un rostro pálido, ojeroso y cargado de saudades. Aparto la mirada, espantado, y me visto; un vaquero gastado y una camisa con el cuello sucio y raído.Salgo a la calle, mal vestido, sin duchar ni afeitar, mucho más preocupado por las cuestiones de fondo de mi vida, que por cualquier frivolidad estética. Camino sin rumbo,repitiéndome mentalmente una certera y lúcida frase de mi compatriota Graciela Borges: "los que pasean, no se suicidan". Sigo caminando y todo lo que me rodea me parece gris y feo, incluyendo los seres humanos con los que me cruzo. Me gustaría que lloviera fuertemente. Las calles quedarían desiertas, limpias, e impregnadas de un placentero olor a tierra mojada. No hay suerte, como no podía ser de otra forma, y el sol continúa reinando en lo alto.Cansado de caminar, compro un periódico y entro a tomar café en una gasolinera (de las pocas que quedan dentro del casco urbano). No asimilo las noticias que leo y resuelvo un crucigrma con insultante facilidad. A mi izquierda, un hombre, o algo similar que me hace pensar que si venimos del mono, él lo hizo por un atajo, moja las porras en su café con leche, dejando la barra llena de goterones. A pesdar de que agacha la cabeza y gira el cuello, no puede evitar el goteo sobre la misma tras un largo trayecto del líquido a través de su antebrazo hasta el codo (punto de caída). Termina su desayuno y lo remata con una copa de coñac que apura de un golpe. Se limpia la boca con el dorso de la mano y exclama un "Ah" de satisfacción. Un hombre ordinario de gestos ordinarios. Un hombre que por la noche verá el fútbol por tv, en camiseta de tirantes, pantalón de chándal y pantuflas a cuadros, bebiendo cerveza directamente del gollete y manchándose con el escabeche de los mejillones de lata. Su esposa será encantadora, pero de su apareamiento no saldrá ninguna luminaria de Occidente.Abandono la gasolinera y retomo mi estéril caminata. Presto más atención, no se para qué, a las personas que pasan a mi lado. Viejos con palillos en los labios, sudamericanas de cuerpos achaparrados y ropas ajustadas, con más colorido que la bandera de Camerún, empleados de inmobiliarias clónicos en sus trajes mal llevados, el pelo corto y los zapatos en punta color tostado, niños prematuramente obesos con la camiseta del Real Madrid, y adultos de rostros amorfos y rasgos romos, que me recuerdan ciertas hogazas de pan. Paso por delante de un par de club y las señoritas de moral elástica que custodian la puerta ni siquiera me miran. Por un momento, engañado por la vanidad, me creo que es porque piensan que no necesito pagar para tener sexo pero, dado mi aspecto, más bien se deba a que piensan, con sobrada razón, que no tengo un duro. Harto de caminar y desertando de la esperanza que me ocurra algo significativo paro un taxi para regresar a casa. Voy a tumbarme en la cama a escuchar a Gainsbourg y mirar el techo porque, pasear, es para los que no se suicidan.

un cordial saludo. CARLOS PAREDES LEVÍ

P.D.: Si algún día precisan de un judío inteligente, bastante más culto que la mayoría y que sabe leer (o sea que entiende lo que lee) y con criterio, entonces, ya saben dónde estoy. Mientras tanto, continúen con su benificiosa tarea.