sábado, 31 de enero de 2009

TÍA SOL

Como cada año por esas fechas, tía Sol venía a Madrid a visitarnos y yo, para no variar, acudí al aeropuerto a recogerla. Recién estrenada como nonagenaria, se seguía moviendo con una energía impropia de su edad, a fuerza de carácter y poniendo en entredicho las leyes de la biología. Así había sido desde niña, desde que partió de su Salónica natal junto a padres y hermanos (uno de ellos era mi abuelo materno) rumbo a la Argentina hasta que siguió a su esposo a la soleada California huyendo de los militares argentinos y le ayudó a consolidar sus negocios. Arnaldo Contini, que así se llamaba su difunto marido, era hijo único de una adinerada familia judeo-italiana que arribó al país sudamericano casi al mismo tiempo que mis antepasados y que, tiempo más tarde, terminarían radicándose en los Estados Unidos, donde establecieron una cadena de joyerías a lo largo de la costa oeste. Ambos se conocieron de niños, dos pequeños inmigrantes en la pujante Argentina de entonces, y por eso a nadie extrañó que pasados unos años, el apuesto joyero transalpino retornara a orillas del Plata para desposarla. Tras el enlace, la pareja se marchó a vivir a California, aunque volvían seguido a Bs. As. para pasar largas temporadas y de donde tuvieron que escapar precipitadamente tras un secuestro frustrado por parte de los milicos. De su unión, nacieron dos hijos; el mayor, Giorgio, que gestiona las empresas familiares, y Ester, que es una de las más renombradas pintoras de todo el continente americano. Al fallecer tío Arnaldo, hará ahora unos quince años, mi tía se hizo cargo de un nada despreciable patrimonio compuesto, además del próspero negocio, por más de una veintena de propiedades inmobiliarias repartidas entre USA, Bs.As., Madrid y Roma, numerosas obras de arte, dinero en efectivo y joyas por un valor difícil de cuantificar. Sin embargo, Mrs. Contini como se la conocía en Norteamérica, Sol Leví de Contini como lo era en Argentina o tía Sol como la llamábamos cariñosamente en la familia, no era una mujer apegada a los bienes materiales y anteponía el afecto de los suyos a cualquier otra cosa en el mundo. Por eso no dejaba transcurrir ningún año sin venir a compartir al menos un mes con nosotros, cargada de regalos y sin caer en la cantinela tan típica de otros ancianos de decir que pronto se moriría y que esta iba a ser la última vez que nos veía.
No queriendo parecer vanidoso pero tampoco faltón a la verdad, tengo que reconocer que soy su sobrino preferido y es conmigo con quien, tras la comida, se sienta en el sofá a tomar el café y mantiene su primera conversación relevante:
- Decíme, nene ¿seguís con ese trabajo tan…..tan….absurdo que tenías? – comenzó el interrogatorio
- Y….sí
- ¿Y por qué seguís perdiendo el tiempo con eso? Un chico fino, educado y culto como vos podría aspirar a algo mucho mejor……vos tendrías que ser publicista, o periodista o escribir libros, guíones para televisión, cine…algo para lo que haya que pensar, sobre todo ahora, que llegó el tiempo de los tontos y las diferencias son más notorias..…no te imaginás cómo me acordé de vos cuando leí ése libro que me recomendaste…..
- ¿Cuál de todos?
- El de el ruso ése…Gabriel Dreyfus….me encanta esa lucidez ácida de la que hace gala y esa certeza de saberse más inteligente y digno que los demás….ojalá te hubieras topado con alguien así en tu vida….ahora no estarías vegetando en un laburo que no va contigo…vos necesitás algo creativo…tenés una imaginación portentosa y sos listo….demasiado para continuar donde estás….es una vida demasiado ordinaria para ti y no te pega nada….lástima que lo dejés todo en manos del azar
- Bueno, el Azar es el único Dios y la casualidad su profeta
- Linda frase querido pero, yo soy tu vieja tía y te conozco muy bien, y sé que tu imposibilidad por expresar lo que llevás dentro, te ahoga y te provoca una impotencia que puede volverse autodestructiva. Me daría pena verte caer en eso cuando deberías tener la audaz convicción de que todo es posible en esta vida y todas las puertas pueden abrirse para vos….
Bueno, ya seguiremos hablando de esto otro día, ahora contáme ¿cómo andás de mujeres? – cambio de tema para no incomodarme más ante mi falta de respuesta
- Bien, me va bien....¿o preferís que te cuente la verdad? – añadí ante su gesto de incredulidad
- claro, nene ¿o pensás que crucé el Atlántico para que me contés una milonga?
Andá, servíme más café y no te andés por las ramas…..a ver si antes de que regrese a Yanquilandia te enderezo y hago una mitzvah.

martes, 27 de enero de 2009

MENTE SANA

La vida del escritor Marcelo Tauber siempre había estado plagada de amoríos que terminaban muriendo antes de iniciados. Sin embargo, esto sólo no le bastaba, y un buen día se puso a buscar otras psicologías femeninas en el mercenario amor de los burdeles. Recorría desde los más sórdidos hasta los más bizarros, especializados éstos en el goce de la mente como sublime complemento de lo corpóreo. En los primeros, se limitaba a dejar la plata sobre la mesita de luz para, a continuación, escuchar con decreciente interés la narración de vidas miserables y oscuras que provocaban en él una creciente excitación sexual que terminaba satisfaciendo entre sábanas arrugadas. En los otros, a los que cada vez dedicaba más recursos, disfrutaba tanto del acoplamiento físico como de las sesudas conversaciones post-coito ofrecidas por muchachas especializadas en Spinoza, Descartes y las más variadas ramas de las artes y el pensamiento. Con el tiempo, se convirtió en un muy estimado cliente, apreciado más allá que por su mera aportación dineraria a la buena marcha del negocio. “Tenemos chicas nuevas, señor Tauber” le comunicaba madame Plitskaya cuando lo llamaba al celular, añadiendo a continuación alguna de las referencias intelectuales que engrosaban el currículum de las nuevas pupilas: una licenciada cum laude con tesis sobre literatura nazi en la Europa de los años treinta, una periodista que compilaba los suicidios acaecidos en los primeros 7000 números de la av. Rivadavia desde 1997, una arquitecta intrigada por las señales templarias en la obra de Gaudí o una recién matriculada en la facultad que arrastraba el curioso bagaje cultural de saberse de memoria más de 40 discursos de Sarmiento.
Pasados los años, espació cada vez más sus visitas a estos lupanares del saber (a los sórdidos había dejado de concurrir mucho antes, aquejado por la culpa de estimular su líbido de modo tan poco edificante) hasta que las suprimió del todo meses antes de contraer matrimonio con una mujer a la que sacaba 20 años. Aunque habían mantenido relaciones sexuales esporádicamente, la noche de bodas suponía para él una prueba que le intimidaba. No conseguía apartar de su mente ciertos clichés heredados de su familia y temía “no dar la talla”. Así, cuando bien avanzado el festejo nupcial en un hotel céntrico y ambos se retiraron a la suite que reservaron en la octava planta, Marcelo le dijo a su esposa:

- espérame en la cama que ahora voy
- ¿pasa algo, querido?
- no, sólo quiero despedirme de alguien….. en seguida subo

Despedida su mujer, se dirigió a las mesas del pequeño bar ubicado en la planta baja del hotel. En una mesa mal iluminada y alejada de la entrada, una rubia treintañera vestida de traje sastre negro con camisa blanca, y que acariciaba un libro, le dirigió una sonrisa cuando lo vió acercarse a ella. Tauber, apenas devolviendo el gesto, le espetó con palpable nerviosismo.

- rápido, Natalie, habláme de “La Crítica de la Razón Pura, de Kant”, mi esposa me espera en la habitación, y yo.....no confío en la Viagra ¡

viernes, 23 de enero de 2009

Otra vez Malena y yo

Desde que me había abandonado mi última novia, hasta la aparición de Malena, mis días transcurrieron en medio de un hastío desbordado, apenas combatido a base de paseos, febriles lecturas para vivir a través de la empatía con personajes ficticios ideados por otros y un aletargamiento de los sentidos que temía terminara convirtiéndome en un ser inanimado. Nada me satisfacía, mi tiempo pasaba gris y pesado, arrollándome sin piedad con su nada esencial y la mortandad de sus minutos estériles. Sin estímulo alguno, todo me cansaba y apenas lograba sobrevivir gracias a un poso de esperanza que constituía toda mi reserva vital. En él brillaba, con apagado fulgor, la trémula certeza de que, en algún lugar, alguien estaba hecho para mí y su mera aparición en mi presente bastaría para insuflarme de vida. Esto, y sólo esto, era lo que me hacía levantar cada mañana. Por eso, cuando mi amigo Kalman me presentó a Malena, la reconocí de inmediato. Supe al instante que ella era la elegida, la esperada y la ansiada, y que todas las mujeres anteriormente conocidas no eran más que frustradas experiencias, meros espectros que apenas iluminaron fugazmente mis oscuros y tortuosos caminos hasta encontrarla. Comprendí que mis súplicas no formuladas sino interiorizadas, habían encontrado eco en alguna parte…allá donde el azar se moldea para definir nuestros destinos o donde nuestros sueños presentan sus solicitudes de veracidad. Pero no quiero seguir recreándome en cuestiones metafísicas ahora que la tengo durmiendo a mi lado, con su piel de un moreno dorado contrastando con las sábanas de raso blanco y oliendo el cóctel de esencias que conforman sus aromas corpóreos y la artificialidad de su perfume habitual. Huele a mujer, a sexo compartido y a vainila. A una realidad tan palpable que me empuja, como un insecto atraído por un sugerente polen, a hundir mi cabeza entre sus cabellos, buscando su nuca con mi boca y acariciando los contornos de su figura con mis manos.

- ¿No podés dormir, querido? – pregunta sin abrir los ojos

- Disculpá – me aparté brevemente y añadí – si querés, te dejo dormir….

- Después, me dejás dormir después. Ahora, vení.

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* Dedicado a las comentaristas habituales que me lo demandaban.

domingo, 18 de enero de 2009

YO SOY DE CAFÉ

Levantó suavemente la sábana y la miró con detenimiento. El pelo rubio desteñido, la pintura de los labios saliéndose de los bordes y unos muslos que exhibían celulitis bastaban para no acordarse de lo que más le llamó la atención cuando la conoció apenas hacía 8 horas: la protuberancia de sus pezones y la cara de viciosa. Se preguntó cómo podía seguir durmiendo. La incómoda luz matutina entraba sin vergüenza por la ventana, los pajaritos trinaban endemoniados y los jardineros de la urbanización se entusiasmaban recortando setos y podando ramas sierra mecánica en mano. Eran apenas las 9,15 de la mañana de un sábado, y sólo faltaba que llamara al timbre una pareja de Testigos de Jehová para hablarle de Dios y la salvación del mundo. No descartando esta posibilidad, como tampoco que su ocasional pareja se despertara con la idea de que pudieran ducharse juntos, buscó sus calzoncillos y se encaminó a la cocina a preparar café y meterse bajo el agua antes de que sus temores se cumplieran. Activado por la ducha caliente y la cafeína, regresó a su cuarto a ver las evoluciones oníricas de la marmota. Continuaba roncando, emitiendo extraños sonidos y moviéndose con una leve agitación, igual que hacen los cachorros de perro. “Esto va para largo” pensó, y decidió bajar a comprar el periódico. Repasadas las necrológicas, la programación de las distintas cadenas televisivas y resueltos los dos crucigramas; el fácil y el difícil, permaneció un buen rato mirando a la hembra que más que dormir parecía haberse muerto sobre su cama. Anoche la había imaginado más delgada y sonrió al imaginar que tal vez se estaba convirtiendo en un hombre de gustos “más amplios”. Llevaba tantos meses sin sexo que se agarró a aquél célebre dicho de “en época de guerra, cualquier hueco es trinchera” y, por otro lado, siempre podía justificarse con que había poca luz o que el Jack Daniel’s era de garrafón.

Por fin la durmiente abrió los ojos.

- me encanta que me miren mientras duermo, es tan romántico….. fueron sus primeras palabras

Eso era más de lo que él podía resistir, así que le dedicó una falsa sonrisa y fue a buscarle un café a ver si tenía el buen gusto de tomárselo rápido y largarse.
Regresó con una taza humeante y la esperanza de que entendiera que el romanticismo estaba sólo en su mente, y que no iban a compartir un desayuno con zumo de naranja y tostadas.

- ¿café ¿ Ahgggg, yo tomo té verde……es que es bueno para perder grasas y mantener la línea – dijo mientras pasaba sus manos por las caderas con supuesta sensualidad
- Aahhh, pues yo sólo tengo café
- Entonces podríamos desayunar fuera …¿no? ¿ O tú quieres que juguemos otro rato ?- sonrió con picardía.

La verdad es que él no quería jugar, pero llevaba tanto tiempo sin darle de comer a la nutria… que esta demandaba un poco más de atención y no tuvo espíritu para oponerse. Un rato después, satisfechos y aseados, bajaron a desayunar a la calle.

Ocho meses después se casaron y año y medio más tarde tuvieron su primer hijo. Tal vez incluso se quieran y coman perdices pero, Bernardo, no puede dejar de preguntarse, de tarde en tarde, cómo habría cambiado la historia si aquella mañana de sábado hubiera tenido té verde en casa.

miércoles, 14 de enero de 2009

ÉSAS SON LAS MÁS FÁCILES

Enrique Kupferminc tenía 40 años y permanecía soltero, no por falta de éxito entre el género femenino sino justamente por lo contrario. Su capacidad de seducción atinaba siempre en el blanco de un mismo patrón de mujeres: las locas, realidad esta que, de tanto repetirse, provocaba las burlas de sus hermanos y la resignación de sus padres. “En algún lugar debe haber alguna mujer normal esperándome” se repetía cada tanto para convencerse, mientras el desfile de las susodichas continuaba su marcha con apenas pausa. Divorciadas enganchadas a sus ex maridos, maduras que fantaseaban con recuperar a su primer novio, etéreas que creían en el amor como energía vital e inextinguible del universo, adolescentes atormentadas, separadas culposas o mujeres obsesionadas por la astrología y el esoterismo constituían el ejército de féminas que sucumbieron a sus encantos.
Primogénito de un matrimonio formado por un ex legionario reconvertido en respetado anticuario y la hija de un rabino de Buenos Aires, había consumido la mitad de su vida (vaya uno a saber) sin haberse topado con un amor verdadero, lo cual le inmunizaba contra la mítica idea de encontrar a “la mujer de su vida”. Él, nada pretencioso, se conformaba con mucho menos. Exactamente, con que no fuera una “loca”.

lunes, 12 de enero de 2009

Dos amigos charlando de pavadas en un Café cercano a Parque Centenario

Estaba sentado a una mesa del Cambridge, con un humeante café con leche delante y escuchando el repiqueteo de la lluvia sobre el cristal de la ventana. Al otro lado, la gente corría para guarecerse del agua y los coches interpretaban una disonante sinfonía de bocinazos tan típica de días lluviosos. A mí, siempre me ha gustado este tiempo inclemente y lo suelo aprovechar para salir a pasear, cigarrillo en mano, en cuanto el fenómeno cesa o se reduce a una fina llovizna. Me torno más filosófico y nostálgico mientras arrastro mi figura por calles o parques sintiendo la frescura de una atmósfera despejada de contaminación y el agradable olor de la tierra mojada.

Tan ensimismado andaba en mis ensoñaciones y la contemplación de la calle, que ni me di cuenta de la presencia de mi amigo, Mauricio Melul, hasta que éste tomó asiento a mi mesa y me habló:
- ¿Dónde te metés, flaco, que te llevo toda la mañana llamando al celular?
- Ah, perdoná, es que lo tengo sin batería….además, ya sabés que no me gustan mucho estos aparatitos…pero no te preocupés, que estoy trabajando y pasado mañana te mando el guión…
- Dále, y no te retrasés……che, cambiando de tema, ¿sabés con quién me topé ayer a dos cuadras de acá?...con el Colorado Steinberg….me dijo que andaba con “problemas domésticos” y que iba a recoger a su esposa porque tenían que ir al loquero para hacer terapia de pareja…
- ¿Recoger a su esposa? O sea, que se la iba a coger dos veces?….eso sí que es una buena terapia ¡¡ y no esas otras pelotudeces y supersticiones de clase media que no valen para un carajo…
- Me imagino al Colorado contándole que llama “mamá” a su esposa porque tiene un Edipo mal resuelto jaja….
- Jajaja… ¿por qué, con ésa guita, no se irán una semanita a Cataratas sin los nenes y ya verás cómo se les pasa todo? Porque después de tanta cháchara freudiana lo único que va a sacar en claro, aparte de menos plata en el banco, es que tiene impulsos homosexuales subliminares …o algo peor; que al final, el que se va a ir a Cataratas con su mujer y su dinero, es el loquero…
- jaja me hiciste acordar de una mina con la que salí hace tiempo y que me dijo que yo me reprimía sexualmente porque arrancaba las etiquetas de las botellas de cerveza…
- noooo, para nada…..eso no es de reprimido, eso es de puto
- andá a cagar ¡¡….
- dále, vení….no te enojés y dáme un besito
- salí.. ¡¡

jueves, 8 de enero de 2009

MALENA y YO

El peregrinar por las librerías de Corrientes resultó fructífero. Ella se compró “Bajo el signo de Marte”, de Fritz Zorn, “Mis amigos”, de Emanuel Bove y “El testigo ocular”, de Ernst Weiss. Yo, por mi parte, cargué en una bolsa con “Reunión de bachilleres”, de Franz Werfel, “Le juif imaginaire”, de Alain Finkielkraut, una vieja edición, amarillenta y olorosa del mítico “Libro del desasosiego” de Pessoa y una voluminosa antología de cuentos portugueses. Cargados de letras, nos metimos en un Café (Corrientes esquina Callao para los amigos de los datos) a tomar algo fresco y gambetear, en la medida de lo posible, las molestias de la humedad y un bochornoso calor rioplatense. Hojeamos los libros y charlamos de trivialidades. Le señalé mi certeza de que esa esquina era como un Aleph por donde confluía el paso de personajes singulares y se lo confirmé marcándole algunos especímenes que veíamos pasar a través de la ventana. Le hizo gracia y yo seguí explayándome “creo que esta gente no tiene más razón de existir que transitar por Corrientes”.....“Uno siempre tiene que tener teorías, de todo tipo y en todo momento, aunque sólo sea para escapar de las teorías demenciales de los demás” agregué. Continuó sonriendo y me dijo algo que sonó a cumplido: “eres un tipo peculiar”.
Cuando salimos del local, el inclemente sol había retrocedido ante el avance de unos nubarrones oscuros y agoreros de copiosas lluvias. Caminamos un rato Corrientes abajo, pendientes del cielo y predispuestos a parar un taxi en cuanto comenzara el predecible diluvio. Teníamos tiempo libre y yo venía barruntando la idea de llevarla a cenar a algún sitio. Por el momento, prefería no declarar mis intenciones, así que nos entreteníamos hablando de temas variados, moviéndonos circularmente en una inocuidad que sabíamos ficticia. Ella esperaba alguna propuesta mía y yo me hacía el interesante demorando cualquier planteamiento.
Miré mi reloj, como si consultara la hora y pregunté con aire indiferente, como el que no quiere la cosa pero con más intención que Judas negociando con los romanos:

- ¿che, te parece que vayamos a cenar? Si no tenés nada que hacer, digo…..

- Sí, me encantaría – respondió, con la mejor de sus sonrisas dibujada en la cara

Paré un taxi y apenas entramos se puso a llover como en la Biblia. Le indiqué al tachero que nos llevara a cierto restaurante italiano que había descubierto mi buen amigo Fortunato Archevolti un par de semanas atrás y que yo tenía en mente para acudir acompañado de alguna fémina. Durante el trayecto hablamos poco, con la cabeza pegada contra la ventanilla mirando la lluvia, la gente correr, invocando nostalgias y prediciendo el futuro.

- “¿Te gusta el lugar?” le pregunté cuando llegamos.

- mucho – respondió mirando interesada la fachada del edificio.

Era un chalet de dos plantas, construído en estilo modernista, allá principiando el siglo veinte y precedido por un pequeño jardín con espacio para aparcar los vehículos. Por dentro, estaba decorado sobriamente, sin ningún exceso y con unos cuadros abstractos como único desliz discordante con el clasicismo que emanaba del conjunto. Hicimos nuestros pedidos y nos entretuvimos con una botella de vino blanco dulzón (Norton cosecha tardía) mientras se demoraban los platos: fettuccini con salsa mediterránea para ella y dorada a la parrilla con guarnición de papas para mí.

- ¿por qué me dijiste, antes, que soy un tipo peculiar?

- Porque lo eres….hay algo en ti muy intelectual y vulnerable a la vez, y lo segundo sin duda tiene que ver con tu relación con las mujeres….no eres tímido pero se te nota que intentas imponerte a ciertos miedos e inseguridades….me da la impresión que con nosotras, siempre has tenido éxito pero no suerte…por eso te dejas llevar, para asegurarte que nuestro interés real y el problema, si las cosas se tuercen, no radica en ti

- mirá, podría hacerme el desentendido diciendo que no tenés razón, o el sorprendido pero, fingir, me parece un mal comienzo….sí, tenés razón en lo que decís pero mis viejos miedos no me paralizan e intento apartarlos, con desigual éxito, de mi cabeza….éste temor que siento ahora, frente a ti, es nuevo y no sé hasta qué punto se emparenta con los anteriores….y es así, porque me interesás, porque sos linda, alegre y extraordinariamente inteligente y porque no quiero tratarte como si fueras una mujer cualquiera…

- eso es una declaración en toda regla

- ¿te parezco muy audaz?

- todo lo contrario, me gusta y me encanta que seas tan poético….ningún otro hubiera empleado la palabra “audaz” ni posiblemente se hubiera sincerado de la forma que tú lo has hecho

- es que no me banco la hipocresía

- yo tampoco, y si estoy aquí contigo, es porque quiero estar

El mozo apareció con la bandeja e interrumpió nuestra desbordante conversación de rumbos impensados, que no por deseados eran predecibles unas horas antes. La cena fue copiosa y prolongada porque ya no había ninguna prisa, porque la evidencia de la satisfacción del deseo era un hecho próximo e ineludible y porque las inseguridades se tornaron livianas.
En mi departamento, Malena se mostró dócil. La estreché por la cintura y besé en los labios antes de tenderla de espaldas sobre la cama. Me fascinaban los lunares que asomaban por su camiseta de tirantes, el sedoso tacto de su ropa interior y el paulatino descubrimiento del resto de su cuerpo. Cuando desperté por la mañana, ella dormía acurrucada entre mis brazos, apretada contra mi pecho y exhalando un olor a sexo y perfume que provocaba mi complacencia de macho a la par que un orgullo pueril apenas disimulado. Afuera, la lluvia continuaba cayendo con terquedad y el inequívoco sonido trajo a mi memoria, a caballo de la nostalgia, algo que había leído tiempo atrás: “Lo importante es no confundir a las mujeres, que son muchas, con el amor, que es uno solo”. Cerré los ojos y volví a dormirme.

* Para la Sureña...

sábado, 3 de enero de 2009

Como la gata Flora

Sabía que nada vuelve atrás, que la vida siempre es diferente pero aún con toda esta lucidez bien asentada en mi mente, añoraba momentos pasados. Me había alejado de ella en silencio, con la cobardía propia de quienes no quieren enfrentarse a un conflicto y, cuanto más pasaba el tiempo, más culpable me sentía; lleno de remordimientos y mala conciencia. Para todos, yo era un tipo libre que no necesitaba a una mujer porque sólo me conformaba con varias, alguien que huía de las responsabilidades, de cualquier tipo de lazo sentimental y que sentía alergia por las rutinas en que los demás gustaban recrearse. Sin embargo, sin nunca reconocerlo ni compartirlo, no me resignaba a haber perdido a Silvina. No sé porqué la dejé y lo único que se me ocurre para justificarme es un cóctel de causas, y poco convincentes justificaciones, que van desde dejarme llevar por mi personalidad egoísta y mimada por la vida, hasta la divergencia entre sus sueños y mis dudas, pasando por un afán autodestructor que anida en mi subconsciente. Pensé, entonces, que me perseguiría de un modo obsesivo compulsivo, llamándome por teléfono a diario, persiguiéndome por la calle y acudiendo a los amigos comúnes para que actuaran de intermediarios. No hizo nada de eso y ahora tengo que bancarme, aparte de mis inseguridades, el saber que mi paso por su vida no dejó huellas profundas y que su existencia no se dividió en dos tras nuestra ruptura. Por las mañanas, aún me levanto con el ánimo de llamarla y siempre lo voy postergando para el día siguiente, matando el tiempo y el pensamiento a base de alcohol, pastillas multicolores y mujeres jóvenes con tetas grandes y sin historia. Es lo más fácil, el modo menos lastimoso de esquivar lo que todos esperan que haga algún día y yo no me atrevo: dejar de ser un estúpido para convertirme en un hombre decente.