jueves, 31 de mayo de 2007

Nombres

Para aquellos que creen que los nombres no son importantes, les diré que me llamo Marcos Chaplin pero lo mismo podría haberme llamado Marcos Kaplan, sino fuera por el caprichoso destino y mi singular abuelo. El padre de mi padre, era el único hijo varón de un ilustrado sastre de Varvosia y una piadosa mujer dedicada en exclusiva a las labores del hogar. Mimado por ésta y sus dos hermanas (mayores que él) y tratado con condescendencia por un progenitor demasiado atareado, creció al amparo de sus impulsos y una innata rebeldía ante toda norma, Habituado, desde la infancia, a las calles y las peleas, comenzó a ganar dinero defendiendo a los muchachos judíos que acudían a la Yeshiva y eran increpados por obtusos muchachos eslavos cabellos rubios y rasgos brutales. Su elevada estatura y recia constitución pero, sobre todo, la osadía y temeridad inhabitual en sus correligionarios, sorprendía a un enemigo que, aunque mayor en número, temía la agresiva impiedad de sus puños. Al principio se les enfrentaba él solo pero luego lideró su propia banda, extendiendo los límites de su territorio, a la par que aumentó las cuotas de sus clientes pagaban a cambio de protección. Ambicioso, y aún insatisfecho ante este incremento de los ingresos, decidió diversificar sus actividades con pequeños hurtos en tiendas y granjas de las afueras, además de robos a borrachos, que seguían a la salida de los locales, y en almacenes de distinta índole. Indiferente a la insistencia paterna porque aprendiera un oficio pasado de padres a hijos durante generaciones, se las arreglaba para estar en la sastrería familiar el menor tiempo posible, aprovechando la más mínima ocasión para escabullirse a la calle. Siendo poco más que un adolescente, se vio envuelto en la desaparición de unas valiosas joyas de cierta condesa polaca con quien tuvo un affaire, y no lo quedó más remedio que abandonar el país si no quería perder su preciada libertad. Huyó a París y nada más pisar suelo galo, cambió su nombre Chaim Kaplan por el afrancesado Jacques Chaplin (pronunciese Shaplán). Recién llegado y sin saber una palabra de francés, se asoció con un paisano suyo, en una empresa de distribución de café y cacao y con un sefardita de Corfú que importaba bienes de lujo, desde alfombras hasta lámparas de cristal pasando por joyas y objetos de culto, que vendían a los judíos ricos de la capital. Aprendió el idioma con una facilidad increíble, tanto como cuando de niño lo hizo con el polaco (en su familia hablaban en yiddish). Sus dotes de seducción le ayudaron tanto para medrar en los negocios como para andar siempre envuelto en alguna aventura con mujeres, hábito que no perdió aún cuando mi abuela entró en su vida. Ella, mi abuela, era hija de un rico empresario maderero de Besarabia y se encontraba en París estudiando Bellas Artes. Se conocieron en un Café frecuentado por artistas, se enamoraron nada más verse y, a los pocos meses, se casaron. Un año después, vino al mundo mi padre, Serge y mi abuelo, con su don de la lucidez y la premonición, no sólo comenzó a comprar cuadros de incipientes pintores que con el tiempo se harían célebres sino que, liquidados sus demás bienes, se trasladó con su esposa e hijos a la Argentina apenas los nazis invadieron Polonia. Con una discreta fortuna en efectivo y sabedor de que las pinturas adquiridas subirían de precio, aunque jamás sospechara que tanto, montó una tienda de antigüedades en el barrio más selecto del europeo Buenos Aires.
De aquí en adelante, su fortuna creció y creció, con la especulación ocasional de algunos de sus cuadros comprados en París y otros negocios, no pocos de los cuales se desarrollaban en lo furtivo y al margen de toda legalidad. Tras su fallecimiento, mi padre, que a juicio de mi abuelo era un soso que ni bebía ni engañaba a su mujer y era demasiado honrado, se hizo cargo del negocio y algún día, espero que lejano, me lo traspasará a mí. De momento, llevo casi diez años viviendo en Madrid, gracias a la generosidad del viejo Jacques, que me legó un inmenso piso en herencia, en pleno Chamberí, un par de cuadros cuyo precio de tasación es de varios millones de euros y el inestimable consejo de que me deje llevar por mis intuiciones y no por lo que me diga mi padre. Como no quiero vender las preciadas obras y mucho menos pedir dinero a mi familia, me dedico a trabajar como contable además de escribir, de manera más o menos regular para revistas de arte y decoración. Nada fatigoso pero sí lo suficientemente entretenido para hacer llevaderas las horas del día.
Aparte de eso, no tengo novia (ni la busco) y me encamo con todas las puedo, como con la que quedé para cenar esta noche; Mónica, aspirante a actriz a la que le da mucho morbo liarse con un descendiente del genial cómico británico (una mentira muy socorrida por mi parte, cuyas versiones varían, y que me ha otorgado no poca satisfacciones). Bueno, y ahora les dejó que todavía me tengo que duchar, afeitar y cambiar de ropa. Ustedes, mientras, pueden seguir pensando en eso de que los nombres no son importantes pero yo les aseguro que, de apellidarme García, esta noche me tocaba dormir solo. Gracias, abuelo.

lunes, 28 de mayo de 2007

Predicción

Tras la muerte de su primera esposa, Fortunato Archevolti se hundió en la desesperación. Sumido en una destructora niebla alcohólica, pasaba los días tumbado en el sofá sintiendo lástima de sí mismo y mirando la televisión. Apenas comía, no se afeitaba, no se cambiaba de ropa y casi nunca salía de casa. Cuando se levantaba del sofá era para entrar en su dormitorio y acariciar los vestidos de ella aún colgados en el armario o buscar fotos de ambos para contemplarlas durante horas. Ya no esperaba nada de la vida y el suicidio se convirtió en una opción imaginable y recurrente.
Un buen día, inesperada y bruscamente, agarró un libro de sus estanterías y comenzó a releerlo. Desde la primera página, en que el personaje principal aconsejaba no inventar cuentos, porque éstos podían volverse realidad, comenzó a sentir una inquietud creciente y un ansia irrefrenable por llegar al final. Lo leyó de un tirón y cuando terminó se dió cuenta de que, con independencia de la historia contenida, profunda y que empapaba el alma del lector de un acusado ánimo metafísico, el mero hecho de leer tenía un significado cuya comprensión desafiaba. A partir de entonces, dejó de beber y se puso a escribir. En un principio, plasmando los sensaciones que sentía en cada momento pero enseguida pasando a ficcionar un hipotético futuro, aprovechando la virilidad mental y el dolor emanados de tan acusada crisis. Fruto de este esfuerzo, nació un libro que se convirtió en extraordinario éxito editorial y le transformó en un hombre famoso en media Europa. Hasta aquí, nada tan extraordinario que otros antes que él no hayan vivido. Sin embargo, lo insólito, radica en que su vida real transcurrió de manera análoga a la del protagonista del libro, como si la historia hubiera sido escrita a modo de predicción.
Hoy, en su casa de Ferrara, mientras comparte unos mates junto a su nueva esposa y mira a sus hijos jugar en el jardín con el perro, todavía se sorprende al pensar en cómo, creer en lo imposible, es la mejor manera de convencernos de que los milagros ocurren.


PD: El anterior verano pasé un par de días en casa de Fortunato. Aparte de disfrutar de su grata compañía y la de su encantadora familia, no consigo olvidar lo que me dijo en la puerta al despedirme: “ten cuidado con lo que escribes, no sea que se te cumpla”.
Los dos sonreímos pero yo, desde entonces, no pude escribir nada acerca de mí mismo: me da miedo.

viernes, 25 de mayo de 2007

¿ Quién ?

Una noche , tumbado en la cama y escuchando la radio que descansaba sobre la mesita de luz próxima, las siguientes palabras llegaron a mis oídos: “siempre hay que seguir mientras uno no esté muerto”. Pensé que tenía razón hasta que más tarde, iluminado en un receso de la penosa carga de monotonía y nebulosa mental que me perseguía con éxito desde hacía tiempo, me pregunté a mí mismo (acaso a mi subconsciente): ¿seguir a dónde?.
Desde entonces, trato de recordar el nombre de ese tipo.

http://www.youtube.com/watch?v=zURZkSuAx3A

jueves, 24 de mayo de 2007

Desayuno y Tetas (reposición)

Continúo cabreado, así que ahí va este texto:

Bajo a desayunar a un bar. Sentado junto a la barra espero mi preciado café con leche matutino, ojeando el periódico y mirando alrededor. Estoy rodeado de mujeres, de todas las edades, unidas por un común denominador: fuman para hacerse las interesantes (las cancheritas si sois argentinos). De pronto, caigo en la cuenta de que muy cerca de mí, una veinteañera precoz pone una nota discordante en el elenco femenino. No fuma, sino que habla por el móvil. Sin parar, con rutina de papagayo y de manera febril, como si fueran a prohibir hablar por téléfono y quisiera aprovechar los momentos previos a la entrada en vigor de tan drástica medida. "Jo tía, es que es muy fuerte", "¿me entiendes?", "¿sábes cómo te digo?", "es que es guay", "fenomenal"..... Una deslumbrante riqueza de léxico. Al fondo del bar, en una mesa, una vaca burra teñida da buena cuenta de tres porras, mientras su cigarrillo encendido muere al borde de un cenicero. Son las 9,45 y todavía queda mucho hasta la hora de comer, así que aún tiene tiempo para una palmera de chocolate previa a la ensalada del almuerzo y al comentario: "yo engordo por cuestiones glandulares, porque apenas como una ensalada y un yoghurt". La imagino desnuda ante la mampara del baño, desbordante de carne blanda rellena de grasa y con el vello púbico sin recortar extendiéndose por la entrepierna. El sábado, lo pasará frente al televisor tentada de llamar a "Kikis sin fronteras" para que alguien la socorra con un polvo solidario.Las fumadoras apagan un cigarrillo y encienden otro, en una trepidante carrera hacia el cáncer. Quizás recuerden estos instantes cuando estén yaciendo en la cama de un hospital, sintiendo como la vida se les escapa y desconfiando del pronóstico de mejora con la que le obsequian sus familiares y amigos. De momento, se entregan al vicio (infantil y que supone una regresión a la lactancia)y cuchichean tonterías varias. Cierro el periódico y se me ocurre que si en vez del cartel "Se permite fumar" que luce en la puerta, figurara otro que pusiera "se permite pensar", el local estaría vacío. Sólo yo y algún otro naúfrago del pensamiento.

Reposición;

Todos los clientes babeaban por ella. Aparcaban sus coches de alta gama a la puerta del bar y se enfrascaban en disertaciones sobre la importancia de sus trabajos, con la esperanzadora intención de que los escuchara y quedara impresionada. Yo era el único que no babeaba. Yo era el único que no aparcaba frente a la puerta. Yo era el único que no hablaba. Yo era el único que transmitía indiferencia. Herida en su orgullo y afectada por la excepción, gustaba de ocupar mi campo visual con el voluminoso reclamo de sus encantos mamarios.

http://www.youtube.com/watch?v=cPnXeVbpVak

miércoles, 23 de mayo de 2007

Cine patrio

Hoy estoy particularmente encabronado. No con el tiempo, porque me encanta la lluvia y tal como ha caído esta tarde (a semejanza de la Biblia), me sentía igual que Noé mirando por los ojos de buey de su arca. Tampoco con mi incapacidad para eliminar mi creciente acumulación de testosterona, porque ni soy como House, que paga a profesionales ni me entrego al paseo indiscriminado por las páginas porno de Internet moviendo el ratón con la mano izquierda (yo mitigo los rigores hormonales con carreras por el parque). Estoy quemado, porque sufrí una sobredosis de lucidez y me di cuenta de que me encuentro anclado en una transición a la nada; en un indoloro pero tedioso paro a la espera de que se concreten algunas ofertas laborales y aguardando, con ingenuas miradas al cielo, la caída de alguna dádiva del azar que sacuda mi existencia de manera radical y positiva. También ha influido,debo reconocerlo, el recuerdo de la petición que cierto día me hizo un productor cinematográfico para que le escribiera un guión......gratis. Recordarlo aún me jode porque, la verdad, nunca nadie me dió a entender, con tan poca sutileza, que debo tener cara de pelotudo.
Por todo lo expuesto, alguien tenía que pagar mi frustración y, en esta ocasión, les tocó a los taraditos del cine español. En el futuro próximo, puedo vaticinar que resultarán agraciados los creativos de publicidad, los psicoanalistas y los dentistas argentinos residentes en España.
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Algunas razones por las que el actual cine español está como está, tras años de vender humo y de autoengaño:

· Productores que en su suficiencia y cortedad de miras, no han comprendido, en toda su dimensión, porqué la gente acude a las salas de cine. Con insultante simplificación, lo reducen todo al mero entretenimiento, obviando que mucha gente busca, empaparse de historias, para así adquirir una experiencia más intensa de la vida.

· Mediocres elencos interpretativos. Por fortuna la memoria es selectiva y de la mayoría de actores y actrices nacionales apenas recordamos algo más que su indumentaria. Si alguien ve, caminando por La Latina, a un tipo con sombrero y gafas de sol, que no tenga la menor duda, de que es un actor nacional y, como tal, porta su estudiada apariencia como único talento.

· Guionistas que no saben escribir (¿de dónde los sacarán?), carentes de desesperación, de cosmopolitismo de esencia, cultura, motivación económica, etc.

· Directores paniaguados de las Adm. Públicas cuyo mayor talento es llevar, bien rectas, pancartas con reivindicaciones políticas en general y antiamericanas en particular (el Antiamericanismo se ha convertido en una suerte de socialismo para imbéciles).

· Ambientaciones desangeladas que inciden, enfermizamente, en el costumbrismo de fritanga y zapatos de rejilla.

· Cansinas rememoraciones a pretéritos conflictos (preferentemente la consabida Guerra Civil).

· Exceso de efectos oníricos con la estéril intención de impresionar al espectador, previo desprecio de su inteligencia.

· La vigencia de una enfermiza y castrante endogamia. Constituyen una restringida casta.etc.,etc.,etc.

P.D.: En Argentina, quien no servía para nada, se sacaba cuatro fotos e ingresaba en la policía. Aquí, otros con semejantes méritos, hacen carrera en el cine y/o la televisión (perverso multiplicador de perversas conductas)

P.D.: Hay películas españolas que acuden a mi mente con gozosa reivindicación, como por ej. “Calle Mayor”, “La Caza”, “Tesis”, “La Comunidad”, “Solas” y algunas más. También, algunos actores, actrices y directores. Entre estos últimos, un individuo de pelo entrecano y barba que de vez en cuando deambula por este blog. Ya se sabe lo malo de las generalizaciones: acarrean injusticias.

martes, 22 de mayo de 2007

A una mano

Lisboa, mes de agosto del dos mil y pico.
Sintiendo el húmedo calor de la ciudad y un perpetuo cosquilleo en el estómago, que me producía compartir mis días vacacionales con la mujer que quería, paseábamos por las calles aledañas al Castelo de Sâo Jorge (castillo de San Jorge para quienes sean torpes con los idiomas) agarrados de la mano y con los oídos aún zumbantes del mini-concierto de guitarra con que un melenudo nos había obsequiado en el interior del recinto amurallado.
- ¿no hueles? – me preguntó, ella, de súbito.
- Pues no- respondí tras realizar un par de estériles movimientos olfativos con la nariz.
- Qué poco femenino eres, chico – rezongó y reafirmando mi creencia de que ese sentido (el del olfato) sólo se manifestaba en mí en casos muy evidentes y en ella con la misma eficiencia que en un ciervo.
- Ven – me dijo- y de la mano me guió hasta el lugar de origen del olor: un restaurante especializado en cocina de Goa (ex-colonia portuguesa, para los que andan escasos de conocimientos en Geografía e Historia).
Parados ante la puerta del establecimiento miramos la carta, expuesta en una pequeña vidriera.
- podríamos cenar aquí esta noche...¿qué te parece?- propuso
- me parece muy bien – expresé mi opinión y, acto seguido entré por la puerta para hacer una reserva mientras ella aguardaba fuera.
- Ya está – proclamé escasos minutos después
Nos dirigimos al hotel y, tras una siesta reparadora y una ducha retornamos al restaurante. Las escasas mesas de que disponía se encontraban ocupadas por un grupito de bulliciosos holandeses de pelo rubio y cachetes sonrosados. Me llamó la atención lo lustroso de su piel, cómo si les hubieran frotado con cera y me recordaron a esos perros bien cuidados a los que les brilla el pelo. Lo achaqué, quién sabe porqué, a una infancia cebada con cereales, leche y miel.
Media hora después, y tras tomarnos una copita de oporto en un bar cercano, por fin pudimos sentarnos a una mesa. El grupo se había marchado y las seis mesas, cubiertas de manteles a cuadros en diferentes colores, quedaron libres. Nos sentamos a una ubicada junto a una ventana y pedimos un robusto vino de Dâo para aguardar la llegada de los platos: arroz con pollo al curry y otro arroz con pescado y marisco.
Enseguida, el local se llenó (tampoco hacia falta demasiado para ello) y cuando reparamos en nuestro entorno, absortos como estábamos en mirarnos a los ojos y hablar de cómo nos habíamos conocido, caímos en la cuenta de que no quedaba una silla libre.
Todos parecían extranjeros y me llamó la atención una mesa cercana, ocupada por un muchacho, inconfundiblemente de aspecto británico y su novia, que podía ser de cualquier parte menos portuguesa. Ella comía asintiendo con la cabeza, y él hablaba hasta por los codos, mientras no dejaba de comer con una sola mano, la izquierda, y sin valerse del uso de los cubiertos, lo que parecía un arroz con no se qué, embadurnado todo de curry. No podía apartar la vista del plato de este singular individuo y de sus dedos manchados de amarillo.
- ¿quieres dejar de mirarlos? – me dijo mi chica
- es que no te has dado cuenta..? ese tipo está comiendo con la mano...literalmente...
- bueno ¿y a ti qué más te da? ..
- Sí, tienes razón...- concluí, mientras pensaba si por lo menos se las habría lavado antes de sentarse
Tendría razón pero me costaba no mirar a esa mesa, porque puede que comer así, en la India, le convierta en un purista pero ahí, en la occidental Lisboa, para mí y para el resto de comensales, no era más que un guarro.

domingo, 20 de mayo de 2007

Esto fue antes

Harto de la irrealización de las predicciones de su vida, se entregaba al alcohol y el sueño, con la certeza de que sus días se aguantaban mejor borracho o dormido. Despreocupación e indolencia eran su sustento, hasta la llegada de un día en que alguna iluminación salvadora lo liberara de su letargo existencial o, por el contrario, le confiriera el valor para llevar a cabo una acción contundente y definitiva (entiéndase suicidio). Mientras, mataba el tiempo con paseos cavilantes, miradas a las estrellas, pasividad sensitiva e inercia.


PD: Este breve texto, me fue donado por mi buen amigo Fortunato Archevolti. Lo escribió en la etapa más negra de su vida, al poco de fallecer su primera esposa y antes de convertirse en autor celebrado. Hoy, reside en Ferrara, en compañía de su segunda esposa y tres criaturas (un niño, una niña y un labrador de color negro). Es feliz, o casi

miércoles, 16 de mayo de 2007

Cuento sin título (I)

Caminaba por la calle, con paso acelerado y oliéndose las axilas con disimulo. Hacía apenas unos minutos estaba en casa de su amante de turno, acuciado por la angustia y cierto sentimiento de culpa creciente que le empujaron a abandonar la vivienda sin ni siquiera ducharse. Desde que se separó, siempre le pasaba lo mismo con las mujeres que se cruzaban en su camino. Satisfecha la urgencia carnal, sentía un impulso irreprimible que le obligaba a abandonarlas, sin permitirse un rato para la charla o echar una cabezadita. Se vestía rápidamente y desaparecía. Era evidente que, por naturaleza, no estaba preparado para demorarse en aventuras de amor sin amor y como consecuencia los síntomas se repetían, conformando un cuadro clínico que él mismo definía como “resaca moral”. El recuerdo de su ex mujer se replegaba apenas un rato para permitirle gozar del acto sexual, con esos polvos socorridos y recurrentes de agenda telefónica, retornando inmediatamente y adueñándose de su mente con virulencia.

Se dirigió apresuradamente a la primera boca de metro, deseando llegar cuanto antes a su casa para lavarse concienzudamente y arrepentirse de lo ocurrido. En el interior del vagón miraba a los viajeros que le rodeaban, pareciéndole que le observaban con especial curiosidad, como si sospecharan que había tenido sexo. Pensaba que estaba impregnado de cierto aroma, hormonal, que le delataba y este pensamiento le animaba a mirar a las mujeres que le atraían, de manera un tanto maliciosa y desafiante. En realidad, le gustaba sentirse observado y que pensaran esas cosas acerca de él, con excepción de esas viejas petardas con la beatitud y la censura grabada en sus rostros.

Cuanta más prisa tenía por llegar a casa, más se demoraba el tren, deteniéndose pesadamente en cada estación y recogiendo más viajeros. Cada tanto volvía a olerse disimuladamente sin notar ningún olor en particular aunque, a decir verdad, nunca había desarrollado especialmente el sentido del olfato. De todas formas cada vez se le hacía más patente que los demás si sentían un olor especial (a haber follado) que emanaba de su piel.
El vagón se iba saturando de gente y su deseo de abandonarlo se hacía más intenso. Todavía le restaban unas cuantas estaciones para bajarse y empezaba a sentir un malestar que se le concentraba en el estómago además de manifestarse en una sudoración excesiva, inhabitual en él.

viernes, 11 de mayo de 2007

No es para ti

Sentado a la mesa de mi Café de costumbre no podía dejar de observarla. Me mostraba un perfil, de nariz recta, piel tan pálida que casi transparentaba y un pelo corto con flequillo levantado que se me antojaba una rara mezcla entre modernidad y Kale Borroka. Miraba absorta por la ventana y lo primero que pensé fue el contraste de mi cuerpo moreno y musculado encajado en el vaivén de sus caderas andróginas de color blanquecino. Sus pechos no parecían más voluminosos que los míos, si acaso más puntiagudos e imaginé en cómo se erizarían al bordearlos con un cubito de hielo. Los labios, que eran abultados y brillantes representaban una nota discordante con el aspecto anodino y de poquita cosa de la muchacha. En resumen, era una especie de Jane Birkin.
No habían pasado mujeres de ese tipo por mi vida, así que justamente por eso creo que me sentí inmediatamente atraído por ella. Por una asociación lógica de ideas, me acordé del viejo crápula Serge Gainsbourg y su frase “Yo soy como Mickey Mourse; las orejas grandes y el rabo largo”. Sonreí, dando gracias por no parecerme físicamente al cantante francés y por tener las orejas pequeñas. Por lo demás, vamos a dejarlo en tamaño standard (es demasiado temprano para contar mentiras). Continué observándola un buen rato, barajando la posibilidad de acercarme a decirle algo, aunque sabía muy bien, dada mi naturaleza, que finalmente no lo haría. Ella debió notar algo, pero parecía más interesada en mirar por la ventana y a su móvil, como si esperara una llamada, que en dedicarme una bonita sonrisa. Algo más tarde, cuando mi interés decaía y sus manos evidenciaban impaciencia, una chica, que acababa de entrar por la puerta, se acercó a su mesa y ambas se saludaron con un efusivo beso en los labios. Me sorprendió la acción y miré alrededor a ver qué tipo de reacciones había suscitado en los demás. O nadie se había dado cuenta o todos fingían pero el caso es que yo era el único que las miraba. La recién llegada era una chica de cara chata, pasada de kilos y que vestía unos vaqueros raídos y camisa de franela blanquinegra. Tras dejar unas monedas sobre la mesa, abandonaron el local tomadas de la mano, mientras yo no podía reprimir seguirlas con mi curiosa mirada.
Apurando un destemplado café con leche, me quedé pensando en que esas caderas, esos pechos y esos labios iban a ser disfrutados por otra mujer y en cómo iba yo a adivinar que era lesbiana, porque si bien llevaba el pelo corto y no gastaba formas femeninas, engañaba en lo más básico..... ¡.no vestía camisa a cuadros ¡

jueves, 10 de mayo de 2007

Un caso de azar

Daniel Orvieto pensaba que su vida estaba hecha de mil pedazos sueltos, sin relación entre sí, hasta que un buen día, sin esperarlo ni intuírlo, esos pedazos se unieron, formando un todo que otorgó sentido a su existencia y una dirección a seguir. Por un cúmulo de demenciales casualidades (en realidad no lo eran en absoluto), dejó atrás su anónimo pasado de pintor, llegando a convertirse en un referente artístico de la sociedad en que vivía. Sus obras conseguían, con mágica facilidad, el favor del gran público y de la crítica, y su mera presencia generaba inusitada expectación y poder de convocatoria. Había triunfado, y todo se lo debía al azar; ese monstruo que pone a cada uno en su sitio.

martes, 8 de mayo de 2007

Supervivencia.

El caudal de cinismo con que se expresaba, no conseguía neutralizar totalmente ese poso de angustia y negatividad que, desde siempre, habitaba en su interior. No era el mismo cuando estaba en compañía, de amigos o de quién fuera, que cuando estaba sólo. Era, en estos momentos, de íntima soledad, cuando barajaba la idea del suicidio con la familiaridad de lo recurrente y la inseguridad de una pastilla de jabón en las manos. Quería suicidarse aún cuando, de más a más, sabía que esa pulsión latente que arrastraba, nunca iba a materializarse. Le gustase o no, era un superviviente.

Otro desayuno

Cumpliendo con el cotidiano rito de bajar a desayunar a una cafetería cercana a mi domicilio, saboreo un café con leche bien cargado y me entretengo mirando al resto de clientes. Un grupo de mamás treintañeras, que acaban de dejar a sus retoños en el colegio, me recuerdan a otro de cotorras chillando en el parque. Un viejo,que ocupa una esquina, moja las porras y lee un periódico deportivo que salpica con gotas oscuras de café con leche y grasa (el cerebro humano no puede hacer dos cosas a la vez, y menos el suyo). Una vieja de pelucón blanco tiene prisa por pagar y golpea la barra repetidamente con el canto de una moneda de dos euros. Un moreno achaparrado, con camiseta de tirantes y recargado de oro se toma un Cola Cao mientras intima con la camarera de llamativas ropas ajustadas. Un trajeado cincuentón con melenita jerezana empapada en gomina atufa a todo el local con un puro mientras se toma un whisky con hielo a las 9,30 de la mañana (el desayuno de los campeones)y comprueba, a través del cristal de la ventana, que su Mercedes aparcado en doble fila no va a ser multado. Una pureta me mira porque se cree que yo la miro, y yo la miro porque me creo que ella me mira. No está muy buena, pero tampoco está mal. Tiene cara de viciosa. Aparto la vista de su campo de visión y me quedo observando, con fingido ensimismamiento, el líquido que contiene mi taza. Pienso que una vez más, como todos los días, y como es previsible, me encuentro con gente parecida, sin encanto particular, sin atributos significativos y sin que, en consecuencia, logren despertar mi curiosidad más allá de unos instantes. Pago y me voy. Mañana será otro día

lunes, 7 de mayo de 2007

El otro yo

Sus fantasmas acechaban en la noche escondidos en los armarios, detrás de las puertas o debajo de las camas y las mesas. Temía la llegada de esos momentos en que, tras apagar el televisor, se dirigía, cabizbajo y con la sentencia confirmada, hacia su cuarto. Apenas cerraba la puerta y se desvestía, un malestar creciente se apoderaba de él, envolviéndolo todo en las sombras de la culpa y los actos pasados e irremediables. Si durante el día su mente se aferraba al trabajo y el olvido, con la llegada de la medianoche, su subconsciente imponía su ley, mostrando su atormentamiento en forma de atroces pesadillas y definibles terrores que en vigilia eludía a conciencia. Siempre era lo mismo, incluso en vacaciones y lejos del hogar. No había más solución que una larga terapia o, acaso, tirarse a la vía del tren.

sábado, 5 de mayo de 2007

Pretérito

Ernesto Morpurgo se ahogaba en introspección y recriminaciones. Con los engranajes de su maquinaria mental girando sin cesar, fruto de una vigorosa inteligencia, volvía una y otra vez a ese pasado inamovible que le había hecho perder los sueños y las certezas. Ya nada le quedaba, más que pensamiento estéril y negligencia para afrontar la vida.

viernes, 4 de mayo de 2007

Por favor, no me lo digas

Una mirada enfadada, de soslayo, mientras preparaba la cena, presagiaba lo que ocurriría más tarde en la mesa. La materialización de sus temores más íntimos; de ese miedo a que, mirándolo, ella le dijera: “he dejado de quererte”.

jueves, 3 de mayo de 2007

Lo mío es distinto

La camisa negra y el fino bigote indicaban a las claras su carácter retrógado y oscurantista. Bajo su apariencia de santurrón (misa diaria y confesión mensual) despotricaba a diario contra los inmigrantes, los homosexuales (más bien, putos), el divorcio y todos esas asuntos que tanto fastidian a los individuos que, como él, llevan la intolerancia por bandera. Era de esos que se quedaban mirando cuando veía a una mujer al volante o a un negro acompañado de una blanca y que consideraba subversivos a periodistas y gente del mundo del espectáculo o las artes. Se llamaba Leandro Pineda Hinojosa y murió hará unos cinco años. Poco queda de él, salvo unas fotografías y una hija; de piel oscura y pelo rizado.......como su padre.