viernes, 27 de abril de 2007

Dinero

Desde el maltrecho sillón, que amenazaba volverse cóncavo por la constante presión de mi cuerpo recostado, hacía zappinng, sin ningún entusiasmo y verificando cómo todos los canales tenían su propia reserva de criaturas abominables. Cuando ya no albergaba ninguna esperanza de sorpresa, en una de las cadenas (no importa cuál), un conocido actor extranjero (no importa quién), hacía frente a un sugerente cuestionario de preguntas. Cuando le preguntaron: "¿usted hasta dónde llegaría por dinero?", respondió, demostrando que era un tipo inteligente: "por dinero no se llega muy lejos". Apagué el televisor y cerré los ojos, esperanzado de soñar con una probable lejanía.

miércoles, 25 de abril de 2007

Demasiado tarde

Fortunato Archevolti se hizo escritor por incapacidad para convertirse en cualquier otra cosa. La pasión desmedida con que se entregaba a su recientemente materializada profesión, se traducía en una actividad delirante. Tal vez el combustible de ese poderoso sentimiento fuera el hastío pasado por la lentitud del tiempo, de un tiempo en el que no pasaba nada, y la necesidad de aplacar una hiriente desesperación sin lágrimas. Cuando escribía se sentía vivo y se liberaba del regreso constante al pasado, a días que ya fueron y que no le hacía bien recordar. A pesar del éxito cosechado por sus libros, de la fama, el dinero y la admiración de seres anónimos, una parte de él permanecía siempre en alerta, desconfiada y a la expectativa de las señales del azar. Los miedos y vicisitudes padecidas le habían tornado supersticioso. Temía que, por alguna ley compensatoria, la vida le golpeara nuevamente. Así, con la guardia siempre en alto, escribía hasta caer rendido, en una trepidante carrera que lo llevase lo más lejos de su pasado, en pos de ese destino que se le antojaba tardío.

martes, 24 de abril de 2007

Dos

La atmósfera aséptica y pulcra parecía más propia de un laboratorio que del salón de un apartamento. Sólo faltaban el olor a desinfectante y que tuviéramos que ponernos una mascarilla, aunque, a decir verdad, no dudaba del uso del primero y se me antojaba innecesario el uso de lo segundo. Resultaba imposible imaginar la presencia de ácaros, microbios o cualquier otra forma de vida que no fuéramos nosotros. De pie el uno frente al otro, nos medíamos, en denso silencio, con la mirada, hasta que ella, a lo que se ve más impaciente o más lanzada, introdujo el verbo en la coyuntura:
- ¿te gusto? - preguntó directa
- ¿te lo digo de verdad? – contesté con un asomo de indiferencia y de seguridad en mí mismo.
- no, de mentira – dijo irónicamente y añadió: claro que de verdad
- pues la verdad es que no, pero me das morbo y te deseo
Se me acercó, con una plena sonrisa de satisfacción en la boca y moviéndose con artificiosa elegancia de pantera. Me tomó de la mano y me susurró algo, que no entendí, al oído. Pasivo ante su iniciativa y presa de una creciente excitación, me dejé conducir hasta su cuarto. La puerta se cerró a nuestra espalda, y con ella esta historia, porque lo que ocurrió entre esas cuatro paredes sólo nos incumbe a ella y a mí; un hombre y una mujer.

viernes, 20 de abril de 2007

Me mata (pongamos que hablo de Madrid)

La ciudad era hermosa, con una belleza imperecedera que se imponía a la escandalosa profusión de obras que la agujereaban sin piedad (en busca de un imaginario tesoro) y la mostraba, llamativa a la distancia, en un sinnúmero de grúas semejantes a minaretes sarracenos. Sin embargo, había algo, en su esencia, que la hacía incompatible con lo mágico, lo inesperado y lo sorprendente. Tal vez por eso es espíritu de Pessoa no deambula nocturnamente por sus calles, ni Borges escribió en ella sus cuentos, ni el rey Rodolfo II se asentó en un viejo palacio con su esotérica corte. Tal vez por eso, yo, necesitaba irme a otra parte.

La erótica del poder

Sentado a la descomunal mesa de ébano de su despacho, disfrutaba de las vistas que ofrecía la privilegiada ubicación de su oficina, mientras una rubia, arrodillada, se afanaba en hacerle una "limpieza de sable". La humedad bucal y la inquieta lengua de la prostituta le provocaban una sensación tan placentera que se aplicaba en retrasar el orgasmo todo lo que podía. Intentaba concentrarse en mirar la ciudad a través del gran ventanal (una planta 22) y no en el vaivén de la cabeza de cabellos rubios que iba y venía en movimientos cada vez más rápidos. Cuando estos se volvieron casi frenéticos, supo que no podía contenerse más; aprisonó la cabeza de ella entre sus muslos y, con un intenso y placentero espasmo, eyaculó en su boca. La descarga duró unos pocos segundos, tras los cuales la mujer salió corriendo y se metió en el baño. Minutos después, con los billetes en la mano, se despidió del magnate, con un beso en el cuello y la confirmación de una próxima cita.


PD: Dedicado a Boris Becker, que me dió la idea.

jueves, 19 de abril de 2007

Si no lo cuentas, es como si no hubiera ocurrido

Apoyado sobre el marco de la puerta de su habitación, contemplaba, embelesado, el bronceado cuerpo de redondeadas geometrías, que yacía boca abajo sobre la cama. La persiana, medio levantada o medio bajada, permitía que se filtrara la luz emanada de una luna casi llena, resaltando el contraste de la morena piel tapada, por partes, con las blancas sábanas. Finalizado el coito y satisfecha la urgencia carnal del momento fue ella, curiosamente y rompiendo tópicos, la que se fumó un cigarrillo y se quedó dormida. El, incapaz de dormir por la emoción de haberse acostado con la modelo más famosa del país, daba vueltas por la casa y se plantaba frente al espejo del cuarto de baño, mirándose sonriente y haciendo posturitas, en un burdo ejercicio de reafirmación de su masculinidad y autoestima. Dada la hora, no podía telefonear a nadie para contarlo, así que no le quedaba otra que aguardar, con impaciencia, la llegada de la mañana y un nuevo acoplamiento.

miércoles, 18 de abril de 2007

Proposición Indecente

Ahora tú, ahora yo, ahora tú, ahora yo. Así estuvimos, un rato, mirándonos con intermitencia y comprobando, de soslayo, como nuestras señales llegaban a buen puerto. Morena, de unos treinta y tantos, vestía una elegante falda, que insinuaba la musculada redondez de unas nalgas que recordaba la contundencia del traje de Batman, y una camisa de seda donde un audaz escote realzaba la protuberancia de unos pechos no muy grandes pero sí bien puestos. Ni que decir tiene, que su figura había despertado el interés de más de un hombre de otras mesas. Resultaba difícil no mirarla y allanar nuestro cerebro para ocuparlo con una amplia vaga de imágenes sexuales. Con el paso de los minutos, nuestros ojos se encontraron más de una vez y si al principio los apartamos, luego los manteníamos fijos, como en un reto, alentados por tímidas sonrisas de reciprocidad. Una sonrisa podría resultar gratuita pero tres, representaban una intencionalidad y una invitación. Envalentonado por un subidón de autoestima, agarré mi copa de cerveza y me aproximé a su mesa, seguido por la envidiosa mirada de dos maduritos calvos y un imberbe con pinta de progre. Al llegar, me quedé plantado ante ella, que hacía la parodia de leer el periódico. Dejó pasar unos escasos segundos y levantó los ojos fingiendo un gesto de asombro.
- disculpa, no quería interrumpir tu lectura....¿puedo sentarme...? - pregunté
- claro – dijo , y cerró el periódico
Nos enfrascamos en una conversación convencional, ella bebiendo su té a diminutos sorbos (me llamó la atención que agarrara la taza con las dos manos) y yo apurando mi cerveza y explotando mi siempre certera vena sarcástica acompañada de una comedida arrogancia.
Las cosas marchaban tan bien, que en mi fuero interno, no podía evitar sentirme agradecido ante tal devaneo de la fortuna que parecía etiquetarse como amor a primera vista. A la par que charlábamos, me imaginaba tonificantes alegrías corpóreas y rienda suelta para mi gula sexual, escasamente satisfecha de un tiempo a ésa parte.
Así transcurrió aproximadamente media hora hasta que por detrás mío, apareció un tipo que ocupó una silla al lado de ella y la saludó con un beso en los labios. “Es Raúl, mi marido” se apresuró a aclararme mientras el me tendía una mano fría y blanda que estreché con vigor de frustración. Era un tipo alto, delgado como palo de escoba y de rasgos delicados y poco marcados. Me pareció poca cosa para ella pero, al observarlo con más detenimiento me di cuenta que desprendía cierto aura burguesa, acrecentada por la mundanidad con que balanceaba un vaso de whisky entre las manos.
A esa altura de partido, yo no había enmudecido pero, ante tamaño desconcierto, las palabras salían de mi boca con menor afluencia, a la vez que aumentaba mi desconfianza ante una situación desconocida y que no controlaba. Ellos llevaban, con ensayada complicidad, todo el peso de la misma, de una manera que me parecía curiosa y confundía , como si estuviera soñando en vez de viviéndolo. En tanto ella hablaba con creciente desinhibición, interesándose por cuestiones muy privadas, él mantenía un cierto distanciamiento, como si no quisiera hacer leña de mi entusiasmo caído.

- vivimos cerca.... si quieres, puedes venir a casa y tomarte algo con nosotros.....allá vamos a estar más cómodos...- dijo ella por fin
- claro - reafirmó él....
- no sé.... es que había quedado con unos amigos para cenar.....- improvisé yo para no aparentar ser que asustaba la propuesta.
- somos gente normal...no vayas a pensar que somos raros o.....
- claro – repitió él
- no, no, ya, ya imagino... – dijo yo, pensando en lo normal que es el hecho de que un matrimonio vaya por los Cafés del centro buscando compañeros de cama.
- Esto lo hace más gente de la que tu crées....es muy habitual hoy en día....
Además, por mi marido no te preocupes, que a él lo que le gusta es mirar.....
- ya, pero....

Ante mis reticencias, optaron por no continuar insistiendo y me dejaron su tarjeta antes de marcharse del local.
- bueno....si te animas.....ya sábes....vamos a estar toda la noche en casa...
- me lo pensaré... - concluí ( ¡ yo, que me las daba de excéntrico y aventurero ¡).

No bien salieron por la puerta abrazados , como si quisieran demostrar lo mucho que se querían, hice señas al camarero para que me trajera otra cerveza. La bebí con placer, despacio, mientras giraba la tarjeta en mi mano derecha y no cesaba de pensar en cómo, a la vida, de vez en cuando, le da por imitar al cine.

martes, 17 de abril de 2007

Humor

Quienes no me conocen, creen que soy un hombre feliz, siempre risueño y con chistes fáciles en la punta de mis labios para ofrecer como golosinas. Quienes me conocen, apenas intuyen cuánto dolor anida en mí ante el injusto azar que eligió, a mi única hija, como víctima de una cruel enfermedad, y ni siquiera sospechan cuánto gozo y disfrute siento al verla dormir plácidamente, al acariciar su pelo o besar su frente.
Desde que murió su madre, soy yo quien se ocupa de ella. Cuento, eso sí, con los onerosos servicios de personal profesional que hacen cuanto pueden para mejorar su calidad de vida. Pero, afectivamente, únicamente nos tenemos el uno al otro. Renuncié a los escasos amigos y familiares que me herían con su piedad, esquivo a los vecinos con alguna breve sonrisa condescendiente y el paso siempre acelerado, y aborto cualquier progreso en las relaciones con el otro género, temeroso porque no la aceptaran o celoso de compartirla. Apenas me permito idilios breves, no convencionales, destinados a moverse en la sombra y sin posibilidad de progreso. Hay quienes piensan que he perdido la capacidad de disfrute de los placeres que ofrece la vida pero, a mí qué me importa lo que piensen....¡¡
Debo señalar, que soy humorista, bastante celebrado, y me dedico al humor gráfico, aparte de prodigarme en numerosas apariciones televisivas, que me permiten mantener una economía saneada. He renunciado a las galas y a los viajes y todas las noches, bien esté enredado en alguna aventura o bien en el rodaje de algún show, siempre duermo y amanezco en casa, cerca de lo que más quiero en el mundo, vigilante de su sueño y su despertar.
Vivo del humor , pero no soy un hombre chistoso, y por las noches, con la puerta de mi despacho abierta (siempre aprensivo ante cualquier contingencia) lloro y apuro repetidos vasos de whisky mientras dibujo mis viñetas o escribo mis guiones. Evito a base de trabajo y alcohol sumergirme en pensamientos fatalistas y sombríos pero sé, a ciencia cierta, que es mi dolor quien sustenta mi arte, como en tiempos lo fue la vanidad, y egoístamente me pregunto. “¿Qué voy a hacer cuando ella muera?”.

domingo, 15 de abril de 2007

Consuelo

Creía que el dolor disminuiría a medida que se difuminaran los recuerdos, y tenía razón pero, había ciertas cosas que tenían la manía de regresar, cuando menos lo esperaba y, a menudo, tras un muy largo período de ausencia. Una foto encontrada al poner orden en su escritorio, una canción que sonaba mientras tomaba el desayuno, el rastro callejero de un perfume antaño familiar o el rencuentro con una vieja amistad común, era más que suficiente para que la melancolía y la nostalgia empeñaran su ánimo. Por si fuera poco, debía disimular ante su esposa, por miedo a herirla, a que descubriera el desengaño, a que intuyera que la eligió porque era una alternativa medianamente satisfactoria y a que se casó con ella porque no tenía pasado. Sólo le quedaba esto, no ser malagradecido y una vida indolente.


http://www.youtube.com/watch?v=jugo0vqDms4

sábado, 14 de abril de 2007

Mejor, quédese en casa.

Resignado ante la vida, refrenaba sus impulsos por miedo a hacer el ridículo, como si no lo fuera frecuentar la barra de los bares nocturnos en espera de que alguna mujer se fijara en él. Su cara sanguínea en la que resaltaba una nariz prominente y unos ojos hundidos en sus cuencas no lo convertían en un nombre atractivo de manera alguna. Para colmo, su peinado recordaba obsoletas modas, como su vestir y su manía de tratar a los demás de usted. Pero lo peor, con diferencia, era su torpeza para entablar relación con cualquiera, evidenciando patológicas incapacidades sociales. Agarrándose a la esperanza que, con rotunda certeza, es lo último que se pierde, acudía todas las noches a un par de locales en busca de eso que él mismo llamaba “la mujer de mi vida”. Cómo si la fuera a encontrar en esos lugares….Cómo si le fuera a resultar fácil con esa cara….

viernes, 13 de abril de 2007

¿Cómo cambiar?

Como si el movimiento evitara el recuerdo de amarguras pasadas y la reapertura de heridas mal cicatrizadas, salí de casa con la intención de pasear por una tranquila zona de casitas bajas, jardines y escaso transito de vehículos y personas. Mi paso rápido anestesiaba, de alguna manera, el acoso de una vasta gama de emociones ya conocida y temida. Caminaba, caminaba y caminaba, lanzando fugaces miradas, con la mente puesta en blanco, a las construcciones de principios de siglo con las que me cruzaba y los escasos perros que a esas horas eran paseados por sus, para mí, invisibles dueños. Todo iba bien, sin sentimiento no hay dolor, sin pensamiento no hay dolor, y sin dolor todo se vuelve más hermoso. Cuando regresé a mi domicilio, entré por la puerta exultante ante la, un tanto abstracta, perspectiva de nuevos horizontes vitales. A modo de homenaje por la intuintiva esperanza de recomenzar a vivir bajo la tutela de una nueva luz, o si no nueva extinguida hacía mucho tiempo, abrí una botella de buen vino. Saboreando el preciado caldo, encendí la radio y me puse a cocinar. Apenas llevaba unos minutos de moderado disfrute, cuando a mis oídos llegó la melodía y la letra de una canción de mi pasado, de esos tiempos cuyo evocación quería eludir. Apagué el aparato, y comí con desgana, bebiendo un vino que se había tornado amargo, contaminado por el abatimiento y el derrumbe de cualquier esperanza de resurrección.

jueves, 12 de abril de 2007

Pérdida

Temía haber perdido, de manera irreparable, la conexión con el mundo de la imaginación y la fantasía. Si siempre había atraído palabras e historias sin apenas esfuerzo, desde la publicación de su última novela, hacía más de dos años, un enorme desasosiego se apoderaba de él cada vez que se sentaba ante el teclado de su ordenador, impidiéndole escribir. Lo que en un principio consideró una crisis de creatividad pasajera, se tornó en un mal crónico, que le hizo tomar plena conciencia de su actual inoperancia. “Un escritor , escribe” se repetía en vano intento de exorcismo.
Pasaba los días ocioso, relajado, creyendo que la tranquilidad le dotaría de un estado anímico adecuado para romper la tendencia de esterilidad literaria en la que estaba inmerso. A veces, por el contrario, se entregaba al alcohol y distintas drogas creyendo que así podría abrir nuevas zonas de su conciencia o volver a encender las adormecidas. Todo era inútil, estaba acorralado y no sabía donde encontrar esas últimas fuerzas necesarias para un ataque a la desesperada.
Así, día tras día, con resaca o lúcido, amanecía con una única aspiración siempre insatisfecha: escribir una frase que le conmoviese.

miércoles, 11 de abril de 2007

Abulia

Aguijoneado por el aburrimiento, pasaba las horas tumbado en el sofá, viendo los partidos del Roland Garros y atiborrándose de patatas fritas y latas de cerveza. Harto de tan poco estimulante día a día y con una creciente sensación de abatimiento y de sentimiento de culpa, se proponía un cambio radical en su existir. Por desgracia, entre sus intenciones y su realidad, se abría un hondo abismo ante el cual la voluntad flaqueaba. Así, mientras dilataba el hacer frente a sus demandas metafísicas, se contentaba con encarar otros sencillos dilemas: ¿bajar a la calle, a desayunar en un bar y dar un paseo, o poner, en el reproductor de dvd una película de fogosas tailandesas?.

* Dedicado a los que entran en mi blog y se consideran excéntricos, porque la excentricidad abunda donde la fuerza de caracter, la fuerza mental, la cantidad de genio y el valor moral.
Creo, sinceramente, que el hecho de que tan pocos se atrevan hoy a ser excéntricos, constituye uno de los mayores peligros de nuestro tiempo.

martes, 10 de abril de 2007

Masa

Día a día se camuflaba entre la multitud opaca de los que anhelan cambiar y creen que la actividad, por sí misma y sin más atributos, significa estar vivo. Ese avance de la uniformidad, sofocante, opresiva, le arrastraba, y le arrancaba, virulentamente, de sus ensoñaciones y conjeturas que, como un bruma, lo rodeaban pero no conseguían protegerlo ante la cruel realidad. ¿Dónde encontrar una fuerza desconocida que le confiriera el valor para cambios absolutos, para adquirir la condición de hombre con un papel determinado, con una misión que cumplir?. No lo sabía y, convertido en nada, esperaba algo.... acaso un rumbo imprevisible.


Dedicado a Germánico e Ijon.

lunes, 9 de abril de 2007

¿ Hasta cuándo ?

Ocasionalmente le tendía absurdas emboscadas al azar, con la esperanza de que la suerte se fijara en él y decidiera su vida, como tantas veces ocurría , pero siempre a otros, desde el orígen de los tiempos. Le atormentaban el tedio y el mal adquirido hábito de pensar, criando, debajo de sus maneras asociales, un pus, infeccioso, de fracaso existencial, obsesiones enfermizas, reprimidos deseos, imágenes sombrías e impiedad. Aún así, y siguiendo la tradición de los vencidos, de obra o de nacimiento (no tenía una clara opinión al respecto), creía que las cosas aún podían empeorar. Tanto que a lo mejor, la muerte le otorgaba otro aplazamiento.


Dedicado a Churra; una habitual por aquí

domingo, 8 de abril de 2007

Libros

Entretenido en la búsqueda del conocimiento absoluto y los entresijos de la vida, y temeroso de deslizarme peligrosamente hacia el campo gravitacional de la locura, me sumerjo en la lectura de nuevos libros que parecen elegirme, llegando a mi por demenciales vericuetos. Por algo me encuentran. Por algo los acojo, con una previa sonrisa y una emoción que me provoca un interno temblor, comedido, pero no por ello menos inquietante.


Dedicado a alguien que se despide y que conoce a Guillermo Martínez.

sábado, 7 de abril de 2007

Notas

Sentado a la mesa de un rincón del cochambroso café frecuentado por ociosos jubilados amantes del dominó, la copita y el cigarrillo prohibidos en casa, se entretenía observándolos y tomando notas para esa novela que, sabía, no escribiría nunca. Lo que anotaba , poco, o nada, tenía que ver con esos viejos que parecían no saber hablar más que de política, fútbol y sus problemas de próstata pero, a pesar de ello, el ejercicio de mirarlos, por alguna razón superflua o, por el contrario, muy profunda, actuaba como “efecto llamada” para ideas abruptas que, casi compulsivamente, parecían empeñarse en colonizar su pequeña libreta. Al cabo de algo más de una hora y con el botín de un montón de hojas escritas, abandonó el local, notando, por el rabillo del ojo, las miradas de los ancianos, mientras sonreía ante una súbita verdad, acaso incierta; si quería ser escritor, debía tratar a las palabras con menor reverencia.


Dedicado a La Muchacha Dorada y a Peggy; dos bellezas de distinto pelaje.

jueves, 5 de abril de 2007

Quema.

Sus gloriosos tiempos como exitoso actor habían quedado ya olvidados por casi todos. Ahora, apoyado en la barra de cualquier bar, añoraba el pasado e intentaba ver su futuro, ése que sabía inexistente, en el fondo del eterno vaso de whisky. Ya no le restaba más que torear los recuerdos y ahogar, en amarillento alcohol, el diablo que llevaba dentro.

miércoles, 4 de abril de 2007

No abras los ojos

Sentado a una mesa del Café Comercial, aledaña a un gran ventanal, contemplo, con interés de entomólogo, a los especímenes humanos que transitan por la calle. Todos parecen apurados, con prisas de gallinas ponedoras y ojos tristes de resignación bovina (o de sueño). Verlos, no me aporta gran cosa, así que los dejo y realizo un concienzudo repaso visual por las mesas del local. De una de éstas, ubicada a unos siete metros en diagonal, una treintañera teñida de rubio apagado me mira con insistencia no disimulada. Concentro, sin vergüenza, mis ojos en los suyos y apenas aguanta el duelo unos segundos, fingiendo un súbito interés por sus uñas pintadas de rojo. Enseguida, enciende un cigarrillo que fuma con marcada afectación y pose de maniquí, en un patético intento de transmitir una seguridad y un carisma (¿acaso también un sintomático misterio?) de los que, sin duda, carece. Nunca me he sentido atraído por las mujeres sin cerebro, aún cuando la falta de este se asiente sobre largas piernas y pechos globosos, de ésos que me recuerdan mi condición de mamífero. Así, cierro los ojos, con la vana esperanza de, al abrirlos, encontrarme con la atractiva e inteligente presentadora del programa de televisión “La Mandrágora”. No hubo suerte, como no podía ser de otra manera, y mis pupilas vuelven a enfocar a la misma mujer, vulgar, cargada de teatralidad, moderados encantos físicos y creciente arrogancia.
Apuro el café de un trago, dejo unas monedas sobre la mesa y abandono el local, sin sentir la más mínima tentación de volverme.


Dedicado a Mavi ; que no tiene nada de rubio teñido ni de impostura.

martes, 3 de abril de 2007

En casa de Héctor.

Como se convirtió en costumbre en este Mundial, cada vez que jugaba la selección argentina, unos cuantos amigos porteños íbamos a casa de Héctor (catamarqueño) y su encantadora mujer a ver los partidos de la albiceleste. En esa ocasión, un sábado, el rival era la correosa y llena de expectativas, selección mejicana, dirigida, curiosamente, por un entrenador argentino de apellido Lavolpe. Devorando varias pizzas, y apurando largos tragos de cerveza bien fría, no perdíamos detalle del desarrollo del encuentro, haciendo caso omiso a los desafortunados, vacíos de contenido e insufribles comentarios de la caterva de periodistas y colaboradores de la cadena televisiva responsable de la emisión. Del inicial comentario ¿de dónde sácan a estos tipos? pasamos, rápido, al “¿por qué no se callan?. Con el volumen al mínimo y ante la imposibilidad de escuchar vía internet a verdaderos maestros de las retransmisiones deportivas como Víctor Hugo Morales o Marcelo Araújo, nos hicimos íntimos de un concentrado silencio apenas roto por nuestros sutiles apuntes ante alguna jugada peligrosa o algún error arbitral. El gol mejicano, aprovechando una ligereza defensiva, nos hizo caer en la cuenta que el rival era de consideración y no tan endeble como queríamos creer en un principio. Por fortuna, nuestros chicos empataron en breve, devolviéndonos la fe en el triunfo, algo tambaleante tras el gol del rival. El resto del partido lo pasamos en tensión, esperando el ansiado gol que no llegaba y alarmándonos ante las evoluciones del cuadro azteca. Si la vida es injusta, el fútbol no lo es menos, dictando sus caprichosas leyes indiferente a merecimientos. Así, por voluntad del azar, un portentosa volea de Maxi Rodríguez , ya en la prórroga y superada la decepción previa por un gol injustamente anulado a Messí, se coló violentamente en la portería mejicana, haciendo estéril la voluntariosa estirada del guardameta. Nada más tocar el balón la red, todos saltamos, gritamos y nos abrazamos, liberados de la angustia acumulada desde el inicio del partido. Héctor, más nervioso que ninguno, salió a festejarlo al balcón, tirando papelitos que habíamos recortado en la jornada previa, e informando a los transeúntes voz en grito: goool, gooool, gol ¡¡¡¡. “¿Gol de quién? ¿de Méjico?”, le preguntó un viejo camarero saliendo presuroso del bar de enfrente. “No, …de Argentina”, respondió nuestro amigo. El viejo, decepcionado, hizo un despectivo gesto con la mano y se metió de nuevo en el local.“La concha de tu madre, pelotudo!!!!” fue la manera en que un indignado Héctor le expresó lo que opinaba de él y el deseo de que tuviera una buena noche. Tras este insuficiente desahogo, entró de nuevo en el salón y nos informó del incidente, no sin olvidarse de adornarlo con una serie de adjetivos para el camarero y su familia. Al final, ganamos pero, como siempre, sufriendo.
Mañana, nos toca Alemania y aunque confiamos en nuestro equipo, albergamos la sospecha de que el árbitro nos va a joder. Esperemos que ellos no ganen y, eufóricos, les de por volver a invadir Polonia.


Dedicado a Kala; porque el partido lo pudo ganar cualquiera.
Ah, esto SÍ ocurrió de verdad.

domingo, 1 de abril de 2007

Pedigrí

Sentado en un banco de una plaza cualquiera disfrutaba leyendo el periódico. Un tibio sol primaveral se concentraba con mimo sobre mi espalda y mi cabeza, adormeciéndome y amenazando con distraerme de la lectura.
- Mimí, no molestes a ese señor - escuché a una voz que profanaba mi disfrute. Alcé los ojos y vi cómo una cuarentona se dirigía a un insignificante pequeño bulto con patas, en el que lo que más destacaba era un lazo color fucsia a modo de corona sobre su cabecita, entretenido en olisquear mis zapatos.
- ¿Le ha molestado? - preguntó la señora
- No, no, no pasa nada
- Se ve que a usted le gustan los perros...
Sonreí, asintiendo, y pensando que para ella era un perro lo que para mí era una especie de rata de pelo largo. Intenté retomar la lectura, pero enseguida me interrumpió:
- Mimí tiene pedigrí ¿sabe usted?. Su madre fue subcampeona de España
- Ah - dije, y volví a posar mis ojos en el periódico, con el deseo de que interpretara el gesto como una evidencia de que no buscaba enfrascarme en una conversación
- Es una perrita ¿sabe? y le puse Mimí en recuerdo a mi madre...
- Ah - volví a decir, alzando nuevamente la vista y conteniendo las ganas de decirle que me importaba un carajo la perrita, su pedigrí y su madre. En vano intenté continuar leyendo.
- Tengo que tener mucho cuidado y vigilarla. Aquí vienen muchos perros mestizos y no quisiera tener que encontrarme con un embarazo indeseable ¿sabe?. Así que no le quito ojo, y muchas veces, incluso la traigo con correa.
- Qué interesante - solté sin ningún entusiasmo, ya con el periódico cerrado y doblado.
Mientras me aleccionaba sobre los pormenores de los concursos de belleza para perros, en los que próximamente debutaría Mimí, una casualidad en forma de llamada telefónica a mi móvil acudió en mi socorro. La señora, se apartó unos metros para no escuchar mi conversación, pero nada más terminada se acercó nuevamente, con una sonrisa dibujada en la cara y la memoria refrescada sobre anécdotas de su roedor.
Ni siquiera le dejé abrir la boca. Me levanté del banco y la ataqué sin piedad:
- Discúlpeme señora, pero me tengo que ir urgentemente. Trabajo en la perrera ¿sabe? Y acabamos de recibir una remesa de perros con pedigrí a los que tenemos que exterminar sin demora.
Me miró espantada y, alarmada, cogió presurosamente a Mimí en brazos antes de salir corriendo.