sábado, 30 de junio de 2007

Miradas

Disfrutó del desayuno de una blanda tostada generosamente embadurnada de grasienta mantequilla y azucarada mermelada (de ciruela verde). Los largos sorbos de un tibio café con leche parecían dirigirse raudamente a su sangre, dotándola de un inmediato dinamismo vital. Gozando de estas sensaciones corpóreas, pasaba, con rapidez pero no con atención, las hojas de un periódico deportivo de hacía dos días, como si el disfrute físico que sentía pudiera verse mitigado por un desinteresado ejercicio de compresión. Antes de salir a la calle, recogió taza, plato y cubiertos para meterlos en el poco usado lavavajillas. Ya en el asfalto, caminó a paso acelerado, pareciendo que tuviera prisa por llegar a alguna parte, aunque su rumbo fuera anárquico y dictado por súbitos impulsos o mera inercia. Para su sorpresa, notaba que los hombres lo miraban al pasar, algo que fue transformándose en cierto fastidio al contrastarlo con la indiferencia que le mostraban la mayoría de mujeres con que se cruzaba. "No, está claro que no son imaginaciones tuyas", se dijo a sí mismo "Te miran". En el espejo del escaparate de una tienda de deportes se contempló atentamente unos instantes, sin comprender por qué lo miraban tanto y además, porque sólo los hombres. Desconcertado, sacó el móvil del bolsillo de su pantalón y mandó un mensaje a un amigo:
- "¿qué tengo, que hoy, todos los tipos me miran?".
- "Un culo precioso" - respondió su amigo al cabo de unos minutos.

http://www.youtube.com/watch?v=CMwdAc1Dzfg

miércoles, 27 de junio de 2007

Sexo Senior

Sentados a una mesa de la discoteca con orquesta, donde la edad media no bajaba de los 60, se entretenían en la reiterada conversación precopulativa de costumbre. Las groserías del viejo partían de su dentadura postiza y llegaban a los oídos de la viuda envueltas en una fina lluvia de saliva. Ella reía con picardía y estupidez, fingiendo sonrojo y una mojigatería que luego desaparecerían en la intimidad de la habitación. Sus amigas, bailando con desenvoltura y calentando a unos cuantos jubilados, la observaban desde lejos, cuchicheando y soltando estúpidas risitas de camaradería. "Yo sólo busco divertirme" se decían entre ellas, intentando engañarse y sin atreverse a confesar su miedo a la soleda pero sospechando, que el camino para encontrar pareja, estaba jalonado de camas extrañas en sórdidas pensiones.

lunes, 25 de junio de 2007

Edificios estilo Bauhaus y ojos verdes

Se levantó bien temprano para recorrer a pie la ciudad. El rigor de la canícula, especialmente opresivo en el agosto de Tel-Aviv, le obligó a numerosas paradas con la apremiante necesidad de beber líquido. Sol inclemente y humedad era una combinación que acaso soportaran bien los autóctonos pero a él, procedente de la Diáspora, aquello le estaba matando. Aún así, no iba a desperdiciar sus escasos días en Israel dormitando en el hotel al alivio del aire acondicionado. Quería, no sólo recorrer las principales arterias de la ciudad, sino perderse por los barrios y por las calles secundarias, terciarias o cuaternarias para empaparse de la verdadera esencia de una localidad que, entre otras cualidades, contaba con la de ser la que tenía mayor número de edificios de la Bauhaus del mundo. A mediodía, sin apetito pero por hábito, se sentó en un restaurante cualquiera, donde comió schnitzel con ensalada y bebió vino blanco de Galilea bien frío. Tras el almuerzo, se dirigió a una terraza con vistas al mar para tomarse un té y contemplar la quietud del Mediterráneo. La línea del horizonte separaba dos azules lisos y uniformes, uno por falta de oleaje y bañistas y el otro por la ausencia de nubes. Con la vista fija en la lejanía, le invadió cierto ánimo filosófico que dirigió sus pensamientos a las vueltas que había dado su vida. De gris contable, a escritor de éxito, de abandonado por la mujer que quería, a viudo y después otra vez casado y padre de dos hijos. De Buenos Aires a Madrid y de Madrid a Ferrara, recorriendo esporádicamente todo el mundo para promocionar sus libros. Pensó que había familias que viven en un mismo lugar durante siglos y siglos mientras la suya llevaba la emigración y el exilio marcados a fuego en los cromosomas. Absorto en ensoñaciones y mirando el infinito, no se percató de que alguien se había aproximado hasta su mesa.
- disculpá, sos Fortunato Archevolti ¿no? – le preguntó con español con acento del Río de la Plata una muchacha con uniforme militar
El se volvió, confundido, y la miró con asombro, como si acabara de despertarse de un sueño y le costara asimilar estar otra vez en la realidad.
- sos Fortunato Archevolti ¿no? – repitió ella
- .... sí, sí – aseveró también con la cabeza
- ¿me firmás el libro? – le preguntó a la par que le extendía un ejemplar de su primera novela.
- Cómo no ¡ ¿cómo te llamás?
- Sandra, Sandra Moscovici
- ¿sos porteña?
- sí, de Villa Crespo
- ¿y llevás mucho por acá ¿
- ...un año y medio
Fortunato la contemplaba sonriente. Le fascinaba la imagen de esa joven, paisana suya y que casi podría ser su hija, vistiendo ropas del Tsahal y portando, ¡ lo que son las casualidades¡ (o no) uno de sus libros.
- ¿lo leíste? – preguntó sin poder contener por más tiempo la intriga que sentía ante una escena, en conjunto, tan llamativa.
- sí, ahora lo estoy releyendo.........y la verdad es que estoy descubriendo cosas nuevas...
- Entonces sentáte conmigo y me lo contás ¿qué querés tomar?Estuvieron charlando un largo rato, algo que nunca hacía con sus lectores que, de tanto en tanto se le acercaban a decirle los tópicos de siempre. Le sorprendió la madurez que encerraban sus palabras y la serenidad con que le miraban esos ojos verdes que lo hacían de frente y sin la menor timidez. A pesar de su temprana edad, esa chica había comprendido el verdadero significado de un libro que él había escrito con una finalidad terapéutica y que supuso el inicio de esa vida que siempre había deseado llevar y que ya pensaba jamás conseguiría. Trabajaba en una agencia de viajes, estudiaba arquitectura y colaboraba con algunas revistas literarias, donde publicaba sus cuentos con el pseudónimo de Sandra Taronji, en homenaje a cierto mallorquín con idéntico apellido y singular existencia que terminó ejerciendo de rabino en Tierra Santa. Una historia fascinante que Fortunato escuchó seducido por la precisión de la narración, la musicalidad de la voz y la belleza del rostro que tenía enfrente. Cuando se despidieron (ella debía incorporarse al cuartel para partir de maniobras al día siguiente) él le entrego su tarjeta, por si pasaba por Ferrara, y la promesa de que la recordaría cuando escribiera su próxima novela.
No mentiría.....esa noche misma no pudo dejar de soñarla.

jueves, 21 de junio de 2007

Genes

Subido a lomos de su caballo contemplaba la formación de las tropas enemigas. Bestia y hombre sentían el acelerado pálpito de su corazón y el caliente fluir de la sangre clamando acción. Habían sido numerosas las batallas en que habían combatido y sus cuerpos estaban condecorados con heridas que gustaban exhibir, con orgullo inconsciente el animal y con vanidad el jinete. La visión de ambos, que parecían conformar un todo, bastaba para producir inquietud en el contrario y sus nombres, Azabache y general Mordejai Ribeyro, eran invocados con el respeto de lo que se teme y admira. Todo tipo de leyendas en torno a ellos circulaban, hábilmente propagadas por los espías rebeldes, a lo largo y ancho de las ciudades coloniales, desde Veracruz a Buenos Aires, de Asunción a Lima, provocando la visceral aversión de los virreyes y alimentando las arcanas esperanzas de los sometidos.
El generall, era el oficial más laureado de las tropas de Simón Bolívar e hijo del acaudalado Isaac Ribeyro, cuyos fondos propios y contactos en todo el Caribe, en especial con ricas familias sefardíes y contrabandistas holandeses, permitieron el pertrechamiento de las fuerzas del Libertador. Antes de entrar en combate, gustaba imaginar el heroísmo de sus antepasados peninsulares, bien luchando en la batalla de Navas de Tolosa, donde los guerreros judíos se distinguían por su turbantes amarillos, o bien defendiendo el pueblo de Ribadavia (de donde partieron sus antepasados hacia América) ante el asedio de los ingleses, comandados por el Duque de Lancaster. Inquieto por la proximidad de la lucha y alentado por saberse descendiente de valerosa casta, besa la medalla de la virgen de los Dolores antes de echar mano a su espada y ,extendiendo el brazo, gritar vigorosamente: “Al ataque”.

domingo, 17 de junio de 2007

Se escucha cada cosa...¡¡


Hace escasas semanas, creo que era miércoles, acudí a cenar a un restaurante libanés. Me moría por un muttabal y una safijá. Sentado a la mesa y examinando la carta (¡cómo si no supiera lo que iba a pedir¡) entraron tres argentinos y tomaron asiento enfrente mío. No pude evitar, y tengo que reconocer que tampoco hice el más mínimo esfuerzo, escuchar lo que hablaban. Por el acento, no tuve la menor duda que eran porteños y, por el contexto, deduje que uno trabajaba en Publicidad (llamémosle Héctor), otro era informático (pongámosle Alejo) y el tercero (Gustavo) no sé. Aparte de las recurrentes temáticas de fútbol y minas (mujeres), hablaron de publicidad, en unos términos que paso a imitar en la medida de lo posible:

H: Mirá, lo que pasa con la publicidad, es que se ha desprestigiado mucho......
G: pues yo creo que fuera del medio, todavía mantiene cierta aureola de sofisticación, cosmopolitismo, ingenio....y que sigue seduciendo a mucha gente....
H: pero esa gente no entiende un carajo.....en la publicidad no hay glamour y mucho menos lo que vos decís....
A: sí, la verdad es que hay mucho desubicado....
G: a mí, lo que me llama la atención es cómo se desprecia a la imaginación y la inteligencia, cuando se supone que deberían ser piezas claves de sus mecanismos...
A: pero no sólo en la publicidad, eso también pasa en el cine, la televisión o el sector editorial......hay una indiferencia absoluta por lo excéntrico, lo fuera de lo común y lo sorprendente.....parece que no aspiran más que a perpetuarse siempre en las mismas fórmulas...
H: y .. claro ¡¡ es un negocio, flaco y cualquier otra consideración, para ellos es un error, aunque le pongan un falso envoltorio....los creativos no son creadores....¿cuál fue el último anuncio bueno que viste?...Lo peor es que se creen artistas..... para ser creativo sólo te hace falta conocer a alguien......estos tipos no tienen más talento que el muestran por fuera....con sus peinados raros, sus camisetas de promoción o con frases ingeniosas y su andar desganado como si vivir les doliese....
G: o sea, que yo mismo podría ser creativo...
H: y si conocés a alguien, sí.....
A: yo voy todas las semanas a la agencia a la que les llevo todo el asunto informático y te puedo decir que allá no hay ningún Einstein.....empezando por el jefe, pasando por el director creativo ..y llegando a los demás.....la más piola, me parece que es la telefonista que, por cierto, está rebuena....
G: che ¿y cuánto gana un creativo?
H: y no sé......dos mil y pico euros....
C: no jodás, negro..¿no podés buscarme un hueco en alguna agencia?
H: ¿y qué te pensás? ¿qué vos ibas a aguantar?.. si vos detestás la frivolidad y la apariencia....además, vos sos demasiado culto...¿un tipo que lee a Borges en Publicidad?...me acuerdo que cuando yo iba a la facultad, nos enseñaban hasta Teología.....
A: no sabía que ganaban tanto esos pibes......me dejás impresionado..
H: y más...¡¡ pero eso no es nada.....Mirá, cuando trabajaba con Agulla y Bacetti, había cuatro directores creativos, y cada uno se llevaba 15000 dólares....pero claro, aquello era otra historia... estabas reunido y de pronto aparecía Agulla y decía:¿en qué andan?. Le explicabas y el tipo al rato te soltaba: “y por qué no lo enfocan así” y te tiraba una idea, que te rompía la cabeza.....¡eran dos capos....¡¡
G: leí en un libro que cuando Dreyfus vino a España, un día fue a hablar con el jefazo de una agencia y le mencionó a Luis Puenzo para que rodara un anuncio..el otro le preguntó: ¿y ése quién es? “uno que ganó un Oscar”, le respondió el ruso, así que imagínate el nivel...
A: y además tuvo un lío con Jane Fonda ¿no?
G: creo que sí, pero yo no estaba delante....jajaja
H: ¿Sabés lo que pasa? que las agencias están dirigidas por mediocres, que vienen de otros campos y que para dárselas de algo, contratan a gente más mediocre que ellos así no le hacen sombra......todo es negocio.....les importa un bledo la calidad de los trabajos.....
A: sí, pero los clientes no exigen...?
H: a los clientes les da igual....lo único que les interesa es que la campaña le salga barata...
G: de cualquier forma, estamos hablando de Publicidad, no de arte.....así que para qué hacerse mala sangre?
A: Tenés razón, así que dejémosnos de joda y pasáme el vino.

lunes, 11 de junio de 2007

No eres tú, soy yo

Sentado a una gran mesa con pilas de libros, Fortunato Archevolti firmaba ejemplares de su nueva novela. Odiaba estos actos de promoción pero no le quedaba más remedio que transigir y esforzarse por poner buena cara. A fin de cuentas, todas esas personas que hacían cola, se tomaban la molestia de comprarlos, leerlos y aumentar su cuenta bancaria. No tenía nada contra ellos, sino todo lo contrario. Agradecía que eligieran sus palabras e historias pero, sin embargo, no podía dejar de sentir que estos eventos profanaban el íntimo hilo conductor entre escritor y lector. Se preguntaba cuántos de esas personas, que ahora aguardaban, eran fieles lectores suyos y cuántas simplemente compraron el libro aprovechando la ocasión de tener un ejemplar firmado por el autor. Tal vez ni siquiera llegaran a leerlo y sólo lo rescatarían de las estanterías para enseñar la dedicatoria a familiares y amigos. Absorto en estos pensamientos sacaba adelante el aburrido trámite, dedicando sonrisas postizas y mirando el reloj con disimulo.
- ¿Cómo se llama?- preguntó por enésima vez con la ágil pluma en su mano
- cómo tú quieras que me llame...
Levantó la vista y se topó con ella....sus dientes blancos brillaban con intensidad y sus ojos parduscos con tonalidades verdosas no lo hacían menos....Estaba radiante, tan guapa como se ponen las mujeres cuando ya no nos pertenecen.
A él se le había cambiado la cara, adquiriendo el semblante idiota del que ha visto un fantasma . Fingió no conocerla.
- ¿a nombre de quién la dedicatoria?
- al mío – dijo ella con decisión y añadió – me gustaría hablar contigo....
El, sin levantar los ojos y concentrado en una demorada firma que le permitiera pensar, respondió:
- lo siento, no la conozco.
Le devolvió el libro sin sonreír y ella sentenció:
- te voy a estar esperando fuera...

Finalizado el acto Fortunato se acercó al organizador del mismo:
- disculpe ¿hay alguna otra salida que no sea la principal?
- ¿ocurre algo?
- no, no, simplemente ...
- es por esa mujer ¿no?
- sí – se sinceró- me está esperando fuera y no quiero verla
- comprendo, sígame entonces
El establecimiento, una afamada librería de la capital, estaba internamente comunicado con el edificio de al lado, que albergaba las oficinas de la empresa. Tras unas cuantas puertas, pasillos y escalones, salió por el portal y, sin volver la vista atrás, caminó hasta la esquina próxima. Temeroso de escuchar su nombre a su espalda o que alguien, ella, le tocara el hombro, paró un taxi que pasaba y subió apresuradamente. Dijo lo primero que se le ocurrió (a La Cibeles) y cuando hubo arrancado apoyó aliviado su espalda sobre el respaldo.
- ¡ qué hija de puta ¡– pensó en alto y el taxista le miró por el retrovisor interior

Era el gran amor de su vida y esas eran las cuatro palabras que brotaban de su boca cuando pensaba en ella. Habían transcurrido seis años de la última vez que se vieron y su presencia aún le alteraba, confirmando que el tiempo suaviza las cosas pero no borra nada. Una creciente opresión en el pecho y una punzante nostalgia le invadió desde que escuchó su voz y sus ojos se encontraron. Necesitaba llamar a casa y hablar con su esposa, decirle que la quería y preguntar por los niños y los perros pero, sentía pudor a hacerlo ante aquél extraño que le miraba con desconfianza a través del pequeño espejo.
- Pare donde pueda – le ordenó.
El taxista puso mala cara pero enseguida la mudó ante una generosa propina.

Diez minutos después, sentado en el rincón de un Café y saboreando un oporto, Fortunato llamó a su domicilio. Nadie cogió el teléfono y el contestador saltó, produciéndole una sensación de extrañeza escucharse a sí mismo diciéndose que, en ese preciso momento, no podía atenderse. Sonrió con ironía ante tal paradoja y colgó. Degustó el resto de la copa a pequeños sorbos y pidió otra. Mientras aguardaba el pedido, notó una tenue vibración en el bolsillo de su chaqueta: era su teléfono móvil indicando que había recibido un mensaje de voz. Pensó que sería Gabriela que había vuelto a casa. Cuando miró la pantalla comprobó que el prefijo no era de Ferrara (donde residía desde hace un tiempo) ni se correspondía con el número del móvil de su mujer. Sabía muy bien a quien pertenecía así que lo borró sin ni siquiera escucharlo. Seguidamente, volvió a llamar a su casa, consolándose en la certeza de que hablar consigo mismo era mejor, y sobre todo más seguro, que hacerlo con M........¡qué hija de puta¡.

lunes, 4 de junio de 2007

Portugueses

Cementerio judío de Lisboa, 1451. El mercader y navegante Abraâo de Paredes cubre su cabeza y recita kaddish ante la tumba de su amigo Salomâo Amado, médico fallecido hacía casi un año. Tras la oración, habla con él como lo hiciera en vida, pausadamente y con la confianza de una amistad sostenida desde la infancia. Le comunica que gracias a sus excelentes relaciones con el Infante D. Henrique, el rey Afonso V le concedió permiso para ir y regresar, con carabelas pertenecientes a la Corona, a comerciar libremente en la costa de Guinea. Seguidamente, le narra los pormenores de la empresa y cómo el sentido del destino quiso que su candidatura se impusiera a las de otros mercaderes más poderosos que él, entre los que destacaban los altivos Abravanel, los Sasson o los Pinto. Curtido en múltiples travesías y negocios, había conseguido encandilar al heredero con su determinación, su dialéctica sincera y la firmeza de sus pronunciamientos. Su seguridad parecía inmensa y una energía, que creía olvidada hacía tiempo, discurría bajo su piel manteniéndole en un constante estado de euforia.
Un tanto serenado, tras serle notificada la resolución del monarca y antes de acudir a la sinagoga a dar gracias a Dios, quiso venir a contárselo y dejar una piedra sobre su lápida simbolizando un deseo: el éxito de la expedición.