lunes, 12 de febrero de 2007

Algo queda

Atraído por desaparecidos personajes anónimos revestidos de tintes literarios, investigaba sus vidas para luego encerrarlos en carpetas y llevarles, de tanto en tanto, flores a la tumba y una apurada oración. No lo hacía por ellos, sino por él, en lo que de alguna manera se convirtía en una especie de rito religioso. Creía, sin aceptarlo plenamente pero intuyéndolo, que los muertos le darían la ayuda que los vivos le negaban.

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