jueves, 30 de octubre de 2008

PROGRAMA TRIPLE: Hot, Ésa y Realidad

HOT

Más aburrido que un deshielo, me refugié en un céntrico bar a tomar algo fresco y mitigar así los perniciosos efectos de la canícula. Sentado junto a la barra, y con una botella de cerveza bien fría en la mano, contemplaba la calle y el incesante desfile de excitantes mujeres ataviadas con ropas veraniegas, mostrando generosas sus ombligos y sus tatuajes en la baja espalda (es lo que tiene esta moda de tops y pantalones caídos). La sorpresa se hacía cada vez mayor ante la progresión aritmética de atractivas féminas que pasaban por la puerta. Tanto, que no dudé en enviarle un mensaje, con el móvil, a un amigo porteño: "Estoy en la Latina, flaco, y no es normal la cantidad de tías buenas que hay. Debe de ser una epidemia y no me había dado cuenta". A escasos segundos, me llegó su respuesta: "Pues nada, mostráles el rigor de tu grisín".
Me hizo gracia y camino de casa, con la sonrisa en los labios, rememoraba el mensaje, dudando si había leído "rigor" o "grosor".

ÉSA

Podría haber sido diputada, porque mentía hasta cuando decía la verdad. Podría haber dado que hablar en el Far West, porque siempre iba con pistoleras. Podría haber sido prostituta, porque nunca decía que no. Al final, desmarcándose de las perspectivas expuestas, se convirtió en "esposa de.."

REALIDAD

Lo malo de despertarme cada día, es que la realidad viene a buscarme para solicitarme atención y participación. Ante tales desmesuradas exigencias, no me resta mucho más que refugiarme en la excentricidad y devorar fantasías.


lunes, 27 de octubre de 2008

PROGRAMA DOBLE: Mala Energía y Tenedores

MALA ENERGÍA

Dotado de una naturaleza predispuesta a la metafísica y las supersticiones, solía pasear cuando no encontraba la inspiración, creyendo que el pensamiento aireado y el ejercicio de sus piernas le llevarían hacia ella. Ahora, sin embargo, eso era sólo un pretexto para abandonar, por un rato, su lúgubre apartamento. Tenía la certeza de que, de alguna forma, una energía negativa se había metido en su interior y se expandía, lenta pero inexorablemente hasta colonizar todas las estancias de la casa. Esta, debía ser la causa por la que, de un tiempo a esta parte, se resentiera cada vez su capacidad para escribir algo digno, para pensar y crear , además de encontrarse siempre cansado y de pésimo humor. ¿Sería, acaso, una demoniaca posesión de efectos desmoralizadores y paralizantes? ¿No habría alguien que, envidioso, le hubiera mandado esa negatividad en un deseo de destruirlo?. Sopesando el problema, llegó a la conclusión que tenía dos claras y recurrentes posibilidades de acción: acudir al psquiatra, o a una iglesia en busca de un cura para que bendijera su casa.
Al final, indeciso, se decantó por una tercera: pintar las paredes de blanco.


TENEDORES

El maitre le clavó una mirada altiva, como indicando que en ése restaurante, él era un extraño, un elemento discordante que se había colado por ignorancia o por afán de simulación. Durante toda la cena caviló si dejar una generosa propina, algo que el estirado maitre interpretaría como propio de un nuevo rico, o apenas unas monedas, tal como, según creía él, hace la gente nacida y crecida en el privilegiado medio de la burguesía. Incapaz de tomar una determinación y aún fastidiado por el grosero gesto de bienvenida, aprovechó un descuido y se fue sin pagar.

lunes, 20 de octubre de 2008

AFINIDAD ÉTNICA (en Madrid)

El local era nuevo y estaba situado en pleno centro, en una zona frecuentada por artistas de medio pelo y bohemios decadentes. Pero yo no acudía a él por esto sino por las especialidades culinarias que ofrecía. Regentado y trabajado por argentinos, su reducida pero segura carta, me permitía la degustación habitual de empanadas de carne, milanesas a la napolitana o una ración de fugazza, a precios módicos y acordes con los horizontes de crisis que se asomaban inmediatos. Además, sus restringidas dimensiones encerraban, de continuo, a paisanos cuyo hablar melodioso me ponía nostálgico de vivencias pretéritas y celoso de su acento porteño.

Un buen día, el pasado martes 30 de septiembre para ser más concreto, me senté en uno de sus taburetes altos pegado a un ventanal a comerme una empanada y tomarme una Quilmes, con la culpa de ser Rosh Hasahaná y estar ahí sentado en vez de hacerlo, trajeado y perfumado, en uno de los bancos de la sinagoga. Pero no me iban las celebraciones y no me bancaba a determinados elementos de la Colectividad. Mientras mordisqueaba la masa caliente y rellena recién sacada del horno, reparé en la sugestiva presencia de una mina que acababa de entrar y hacía su pedido: una Quilmes, una empanada de queso con tomate y albahaca y otra de pollo. Tendría unos treinta y pocos, morena, tirando a alta, con ojos inteligentes, una melena oscura abundante con tendencia a la ondulación y una conjunción facial que le confería la etiqueta de “sumamente atractiva”. Vestía con un estilo canchero de pantalones Leví’s desgastados y sin cinturón, unos zapatos casi masculinos y una camisa blanca bajo una campera de cuero que evidenciaba su orígen argentino. Tras ojear el exiguo recinto, tomó asiento a una mesa cercana a mí y de su bolso, tan argentino como la campera, extrajo un libro y se puso a leer. No tardó en descubrirme observándola. Al principio, hizo caso omiso de mi involuntaria insolencia hasta que, dada mi insistencia, detuvo la lectura y se me quedó mirando, no con mala cara, pero sí demandando una explicación a mi actitud.

- perdoná, pero me quedé fascinado de que estés leyendo “El rufián moldavo”…..

- ¿sos argentino? – preguntó deduciéndolo de mis usos verbales

- sí, soy porteño….

- ajá...- asintió con la cabeza y añadió - ¿y por qué te sorprende tanto que esté leyendo a Edgardo Cozarinsky?

- porque es un libro que me gustó mucho y la mayoría de la gente que veo leer en el Metro o los bares….lee otras cosas….

- ¿A Best Sellers te referís?

- y a algo peor…..a porquerías

Sonrió y cerró el libro, gestos ambos que me empujaron a acercarme a su mesa.

- ¿te importa si me siento?

- para nada….

- Me llamo Carlos

- Yo, Alejandra

Presentados, charlamos un rato acompañando nuestras palabras de un par de rondas más de Quilmes y un milanesa compartida (son enormes) antes de despedirnos. Para entonces, yo ya sabía que su padre era urólogo, que había vivido toda su vida en Villa Crespo hasta su llegada a Madrid hacía tres años, que trabajaba en Publicidad, que vivía sola con un gato, que para Enero iba a cruzar el charco para ver a la familia, que tenía una hermana casada en Israel y que el Destino había sido generoso al ponérmela en el camino y sería muy cruel si me la apartara tan pronto……así que, antes de irme, fingiendo un compromiso familiar ineludible en virtud de disimular el deslumbramiento que me había producido y aparentar cierta mesura y moderación que se contraponía con la efervescencia que sentía, le pregunté con intención…

- ¿voy a volver a verte?

- Sí querés, sí - me dijo con naturalidad, como si la respuesta fuera obvia

- Que así sea, entonces – sentencié sin caer en la habitualidad de pedirle el teléfono o tener que ofrecerle el mío – chau entonces, me alegro de haberte conocido….

- Yo también…..ah, y Shaná tová

- ¿Cómo sabés? – la inquirí sorprendido parado junto a la puerta

- Porque se te nota – declaró con una enorme sonrisa

- Ah – dije, y salí por la puerta, sin entender, pero feliz como un idiota, creyendo que estas cosas sólo pasaban en las novelas o las películas.

http://www.youtube.com/watch?v=3zD9W9SZj9w

martes, 14 de octubre de 2008

LAS HOJAS TAMBIÉN CAEN EN PRIMAVERA

Llevaba días sin sentirse bien. A la dramática escena de sus hijos colgándosele del cuello y los perros poniéndole las patas en el pecho y lamiéndole la cara, que le tocó sufrir durante la despedida de ellos en su último viaje a Ferrara, se sumaba una primavera porteña que más parecía un otoño. Le asaltaban las melancolías y le acechaban añoranzas por cada rincón de su departamento. Para colmo, el encuentro con el libro “Historia de una mujer”, de su colega argentino Marcelo Birmajer, tuvo sobre él tanta repercusión que llegó a sentir incluso malestar físico. Lo leyó a ratos, porque las reacciones inmediatas que le provocaba su lectura le impedía adentrarse en sus páginas durante mucho tiempo. La desazón, el desasosiego y la indignación que sentía, se acentuaban conforme avanzaba en la trama, ocasionándole una ansiedad creciente que le impedía tirarlo a la basura. Acusaba sobremanera las vicisitudes de los personajes y se resistía a aceptar la sumisión de la belleza ante las realidades de la vida, el maltrato como elemento dominador en las relaciones de pareja, las entregas sexuales sin amor, las planificaciones malignas que emanaban de malsanas personalidades y las debilidades humanas que nos hacen vulnerables y peores personas. Cuando por fin consiguió terminarlo, lo escondió en un rincón de sus estanterías y emprendió rumbo a la calle, con la cabeza en una nebulosa indefinible, el corazón palpitante y la necesidad de airearse, ver gente feliz, árboles de copas verdes y pibes jugando a la pelota.

Una semana después, la debilidad de su sistema emotivo todavía era manifiesta y los paseos se hicieron más largos y recurrentes, obedeciendo a una necesidad físico mental ineludible. En ellos, intentaba no pensar en sus afectos, en sus dolores pasados (una viudez y un matrimonio roto), en el libro citado, y desviar sus pensamientos hacia tareas pendientes que demandaban su atención, como el prólogo de la próxima novela de su amigo Leví o la decisión de éste y Mariel por ser padre a la mayor brevedad posible. Fue por esos días, por mera casualidad o algo parecido, cuando le dió por frecuentar un Café de barrio, de esos que olían a antiguo y estaban recubiertos de madera, donde se solían encontrar Rodolfo Mondolfo y Gino Arias, individuos cuya evocación le acercaba a sus ancestros italianos. Al obligado café con medialunas contemplando pensativo más allá del vidrio de la ventana y sintiendo la orgullosa del dueño del establecimiento por tan singular visita (uno de los escritores con mayores ventas en el mundo), se sucedía un anárquico deambular por las calles aledañas, la búsqueda de algún parque cercano para ver algún partidito de adolescentes y la necesidad de encontrar estampas que alentaran sus sentidos.

Al regresar a casa, con la angustia menguada, sano cansancio y una palpable necesidad de afecto, llamaba a sus amigos para salir cenar o invitaba a Lucía al teatro y pasaban la noche juntos. No es bueno que el hombre esté solo y, mucho menos, en días de zozobra de los sentimientos. Ni siquiera, si uno se llama Fortunato Archevolti.

jueves, 9 de octubre de 2008

ME PONE (también de Leví y Mariel)


La adrenalina me salía hasta por las orejas y la idea de tener un hijo con Mariel era el único pensamiento recurrente de mis últimos días. Desde que habíamos decidido embarcarnos en el proceso reproductivo algo comenzó a manifestarse en mi aspecto, una suerte de exhalación energético-sexual que me volvía más atractivo de cara a las féminas y presentaba mis credenciales de macho alfa en estado de apareamiento sostenido. Lo notaba, porque atraía sus miradas con mayor asiduidad que antes, con independencia de mi atuendo, mi peinado u otras consideraciones que se evidenciaban secundarias. Y el fenómeno iba a más. Ahora no sólo me miraban las mujeres de mi edad, sino también las jovatas con aires renovados de juventud (a fuerza de jeans ajustados y blusas dos tallas menos), las ventiañeras con fe ciega en su poder erótico, y alguna que otra lolita de mirar provocativo falto de cualquier remanente de inocencia. Sin embargo, descartando la satisfacción de mi vanidad, yo sólo tenía ojos para Mariel, y la idea de dejarla embarazada era tan afrodisiaca que hacía innecesaria la toma de pastillitas azules. Nos acostábamos todas las noches, regresando del cine, el teatro o de cenar fuera, donde nos buscábamos con las manos en la oscuridad o los pies debajo de la mesa. Otras veces, nos quedábamos en casa, y yo me esmeraba en la cocina, aguardando su regreso del trabajo con pan tostado recubierto de tomate, aceite de oliva y jamón, unos langostinos a la plancha y, de postre, vino Tokaji con chocolate blanco. Nos gustaba comer bien y veíamos en ello un suplemento que aportaría mayor vigor a nuestro sexo cotidiano..¡ como si nos hiciera falta una estimulación mayor que ver y tocar nuestros cuerpos desnudos ¡.
En fin, todo sea por perpetuar el apellido…..y ahora les dejo, que voy a ducharme y salir a la calle a ver cuántas se fijan en mí. No es que sea un frívolo y ni siquiera me importa demasiado pero tengo que reconocer que, de alguna forma, me excita sentirme deseado y, esta noche, como la anterior y la siguiente, tengo actuación estelar….seguramente, programa doble.

jueves, 2 de octubre de 2008

CELEBRACIÓN (Leví y Mariel)

Era Rosh Hashaná, y después de habernos congregado, con toda la paisanada, en la sinagoga a la que pertenecíamos regresamos cansados a casa. Nos acostamos temprano y, sin quererlo, terminamos envueltos entre las sábanas, resacosos todavía de la religiosidad festiva de tan señalada fecha y expresando con nuestros cuerpos activos la voluntad de vivir. Tardamos un rato en volver hablar, disfrutando todavía de un silencio post sexual que nos llevó derechos a una sana y sosegada introspección.

- ¿ qué te parece si dejo de tomar la píldora ¿ - me preguntó de pronto Mariel
De haberme dado un puñetazo, no habría acusado menos el golpe. Me volví y apoyándome con el codo en la almohada la contemplé unos instantes y enseguida se me dibujó una sonrisa ante una súbita sospecha:
- ¿ vas a dejar de tomarla o ya dejaste de hacerlo ¿
- llevo una semana sin tomarla – confesó bajando los ojos y con una sonrisa más amplia que la mía.
La expresión que adquirió su rostro, me recordó a la de esos niños que, agarrados en una falta, se debaten entre la obligada disculpa y el placer experimentado por la transgresión, así que la miré fijamente, entre embobado y conmovido.
- yo creo que dados los claros indicios de prosperidad en tu carrera profesional, podríamos permitirnos tener un hijo……además, yo contigo no tengo miedo a nada y……eso de esperar "el momento adecuado" me parece una boludez.... - añadió

- ¿cuánto hace que venís pensando en esto?
- la verdad ? ....al poco de conocernos......
Le tomé la cara entre mis manos y la besé en los labios
- ¿qué opinás? - preguntó cuando nuestras bocas se separaron
- mirá, te voy a confesar algo: cuando descansabas de tomar la píldora, yo recortaba la punta de los forros...
- ¿en serio?
- sí, yo tampoco aguanto eso de esperar "un momento adecuado"
- Te quiero - me dijo atrayéndome hacia ella
- Y yo a vos - contesté, pensando en los insólitos trayectos recorridos hasta encontrarla

Apagamos la luz, nos abrazamos y nos pusimos manos a la obra sin mayor dilación. Teníamos un estrecho margen para, en el próximo Año Nuevo, ser una verdadera familia y sólo de pensarlo, ya nos excitábamos. SHANÁ TOVÁ, y que D-os reparta suerte.