martes, 28 de agosto de 2007

Homo Erectus

Llevaba unos cuantos días despertando sin erecciones, algo que por sí no era grave dado su actual estado de abstinencia pero que suponía una pérdida de categoría para su fogosa naturaleza de nativo de Aries. Resultaba curioso el funcionamiento de su líbido, porque estos síntomas sólo se manifestaban cuando estaba enamorado. Por fortuna, al encontrarse con la mujer amada y comenzar los contactos, su sangre se disparaba hacia donde debía, rauda y precisa, como si la relajación anterior supusiera un ahorro de energía para las lides sexuales que se avecinaban. "Para follar bien, hay que ser primitivo y no pensar" le había dicho en alguna ocasión un amigo. El, sin embargo, era evolucionado (tanto que no tenía ni vello en el pecho) y pensaba en exceso, si es que esto puede ocurrir, y aún así, era un excelente amante.
Mirando pensativo al techo, se percató de que habían pasado tres meses desde su último polvo y comenzó a enredarse en estúpidas especulaciones mentales del tipo encargar una muñecha inflable personalizada o follarse a un florero de esos de cristal, finos y alargados que hay en todas las casas (esto último lo desechó cuando cayó en la cuenta de que la violencia del frotamiento podría hacerlo estallar y convertirse, de súbito, en un eunuco).
Decidido a continuar como caballo de indio (a agua y paja) se metió en la ducha. El agua caliente no estimuló su flácido miembro pero tanto le daba, porque cayó en la cuenta de que tampoco tenía jarrones en casa, salvo uno grande de porcelana, donde casi podría meter la cabeza.
Seco, repeinado y perfumado como un gato casero francés, bajó a la calle con el ánimo confiado de quién piensa en tomar un suculento desayuno y leer plácidamente el periódico. Así fue. Sentado junto a un ventanal, alternaba la lectura de las noticias con mordiscos a su pan con aceite de oliva y tomate y miradas fugaces a la fauna que circulaba por la calle y se paraba ante el semáforo para cruzar. Todos parecían tener algo que hacer menos él, delicadamente acuanado por la lentitud del tiempo que pasaba sin presiones de transformarse en utilidad o rendimiento eficiente. Cuanto más apurada parecía moverse la gente, más disfrustaba él de su ocio y su vaivén en la nada existencial de dejarse sentir sin responsabilidad alguna. Dios, a veces es generoso, y él, sabía que por fortuna jamás trabajaría para la televisión, el cine o la publicidad. Ahora, sólo tenía una preocupación efímera y de perfil bajo: echar mano de su agenda y encontrar un polvo solidario, o sea, que no le costara más que pagar una cena.

sábado, 18 de agosto de 2007

jueves, 9 de agosto de 2007

Algo contigo

Nunca había engañado a Gabriela con ninguna otra mujer. No por falta de oportunidades o porque no confiara en su atractivo y capacidad de seducción (en realidad desconfiaba de ellos) sino por un compromiso no escrito para consigo mismo. Se conformaba con saber que aún podía atraer a otras mujeres. Saciada su vanidad y cubierta su honestidad, no dudaba lo más mínimo en que sería fiel a su esposa, sabiéndose invulnerable a cualquier propuesta sexual del género contrario. Ella, conociéndole menos de lo que pretendía pero más de lo que él suponía, dominaba los celos que de vez en cuando la asaltaban, brotando de la nada y muriendo en breve ante el contacto diario con el hombre que amaba.
Sin embargo, por debajo de todo, de una manera subterránea y erosiva, subsistía una maligna presencia que aparecía y desaparecía, carcomiendo el suelo sobre el que se asentaba y movía la existencia de Fortunato Archevolti. Era la Innombrable.
Tenía la seguridad de no amarla, ni siquiera de desearla de una manera que no implicara cierto atisbo de maldad, pero también era consciente de que un resistente cordón umbilical de dolor los mantenía unidos. Debía romperlo de una vez para siempre. Borrar del horizonte de su familia los nubarrones de recuerdos del pasado que le provocaban una pesada y sangrante nostalgia. Decidido, y tras meditarlo un par de días donde el pensamiento obsesivo se impuso al más mínimo disfrute vital, decidió contestar el mensaje recibido: TE ESPERO MAÑANA, A LAS 11,30, EN LA CAFETERÍA DEL HOTEL TÍBER DE ROMA.
Apagó el móvil, sin esperar respuesta, e inventó para Gabriela, un compromiso imprevisto, inmediato e inevitable. A bordo de su coche, enfiló la vacía autopista. Pulsó el botón del reproductor de cd's y sonó "Algo contigo", en una versión cantada por Vicentico. La quitó, era una de las canciones favoritas de su esposa y consideró inecuado escucharla cuando se encaminaba a ver a otra, a ésa que asesinó su inocencia hacía ya....bueno, hacía unos años. Tampoco quería conducir acompañado por un silencio que le obligaría, quisiera o no, a pensar en unos acontecimientos ineludibles y que temía difirieran de lo planeado.
Tras acostarse, y apenas dormir, en una de las habitaciones del citado hotel, bajó, pasadas las 11 y 20 de la mañána, a la cafetería. La vió, estaba sentada, ojeando distraída un periódico, vestida con elegancia y maquillada con discreción.
- Estás muy guapa - le dijo sin que ella aún se hubiera percatado de su presencia.
- para tí - respondió mirándolo de manera inequívoca
Fortunato se agachó para darle dos besos. Ella, acercó su rostro de tal forma que los labios de él rozaran la sensible comisura de sus labios. Sentados, se miraron a los ojos sin decir una palabra hasta que apareció el camarero, quien, respetuoso, se detuvo observante a escasos dos metros, como si tuviera miedo de que su aparición profanara un ambiente cargado de sexualidad. Hecho el pedido, comenzaron a hablar de vaguedades, sin entrar en intimidades; él dando por hecho que entendía la situación, y ella complacida de que sobraran explicaciones.
- vamos a mi habitación - dijo Fortunato de pronto mientras la agarraba de la mano.
Dócil, apretó la mano masculina ofrecida y lo siguió satisfecha, consciente de que la resistencia de él había claudicado y volvería a ser suyo. No pudo esperar hasta llegar al cuarto y comenzó a besarlo en el cuello y la boca con la urgencia de una ansiedad desbordada.
Durante el resto de la mañana se amaron de formas divergentes: con calma él y con prisas ella, mudo él y gimiendo ella, con culpa él y esperanzada ella....Saciados, Fortunato se levantó y comenzó a vestirse. La Innombrable, sonriente y satisfecha, lo miraba divertida, pensando que bajaría a comprar tabaco o vino....
- ¿Adónde vas, querido?
El no respondió.
El gestó de ella se tensó un poco ante el silencio.
- ¿Adónde vas? - volvió a preguntar
Fortunato siguió sin contestar y sacando la billetera de su pantalón comenzó a contar billetes.
- Tóma, te dejo sesenta euros sobre la mesa para que te compres algo bonito. Y la próxima vez, cóbra más, porque sino te van a llamar puta barata.
Cuando cerró la puerta de la habitación escuchó sollozos de rabia y desgarro, inequívocos daños colaterales de un cordón umbilical cortado de un tajo.
Camino de Ferrara, condujo despacio, con el alivio de la liberación y la urgencia de abrazar a Gabriela, mientras sonaba sin parar "Algo contigo".

Dedicado a "La Mejor".
http://www.youtube.com/watch?v=zIWhzLN8e4E