domingo, 16 de septiembre de 2007

Jodido

El día había sido tan jodido que, por la noche, mientras presa del insomnio fumaba un cigarrillo en el balcón, barajó seriamente la posibilidad de tirarse. Enseguida descartó la aberrante opción, no por falta de impulso autodestructor sino porque temía que la caída podría saldarse con apenas la rotura de una pierna, un brazo o unas costillas. Consumido el cigarrillo, lo tiró a la calle y se sentó en una silla para mirar el escaso tráfico nocturno y las estrellas. Nunca había comprendido cómo algunos nada más mirarlas detectan dónde están Orion, la Osa Mayor y otras constelaciones. El, por más que miraba, no distinguía nada y consideraba a todas las estrellas más o menos iguales, con la única salvedad que unas brillaban más que otras. Se comenzó a sentir más relajado ante la visión de los astros y cerró los ojos en un desesperado intento de quedarse dormido. No sólo no lo logró, sino que su mente se empeñó en repasar todos los sucesos que hicieron que su jornada fuera tan estresante. Ninguno de los mismos fue particularmente trascendente o significativo, pero si se sucedieron de tal forma, acumulativa, que la su capacidad de aguante se vió mortalmente herida ante el embite de tantos pequeños reveses.

Esa mañana, nada más levantarse, se había servido un vaso de leche fría que resultó estar agria. La escupió sobre el fregadero y se limpió la boca con un enjuague medicinal antes de tomarse un café bien cargado, con canela y mucho azúcar. Salió de casa, compró el diario camino del Metro y, como era habitual, ocupó un asiento rinconero en un vagón del tren. Iba leyendo, indiferente a cómo cada vez entraban más y más viajeros que se apelotonaban malhumorados y la ansiedad se les dibujaba en los ojos ante la perspectiva de que alguien desocupara su asiento. Las estaciones se sucedían velozmente, con la única incomodidad de un calor creciente estimulado por la masa humana y un crucigrama cuya resolución se resistía. A falta de cinco estaciones para llegar a destino, el tren se paró durante unos minutos en un túnel, a la par que las luces iban y venían. No se alarmó, hasta que, al llegar a la próxima estación, contempló el andén repleto de gente que, como si fueran una legión de marabuntas, se preparaban para un salvaje abordaje al deseado convoy. Tuvieron que aguantarse y diferir el asalto, porque por megafonía informaron que a causa de una avería en la línea, había que desalojar el tren. El andén, ya de por si atestado, se convirtió en un lugar insufrible, con evidente riesgo de que alguno terminara cayéndose a las vías ante el ímpetu del gentío. Ernesto, con su moderada misantropía a cuestas, se abrió paso como pudo rumbo a las escaleras, lejos de esa humanidad rebosante de sudor, mala leche e instinto asesino. Aguardó apartado a que los próximos dos trenes embarcaran a toda esa multitud y regresó al andén cuando el tercero hacía su entrada en la estación. Venía bastante lleno, o algo más incluso, pero no le restaban más de cinco estaciones, lo cual a dos o tres minutos por cada una de ellas, conformaban un tiempo de menos de un cuarto de hora. Estos cálculos difirieron bastante con la realidad y no se bajó del vagón hasta casi media hora más tarde y abriéndose paso sin miramientos hasta alcanzar la puerta.

Por fin en el andén, comprobó como sus axilas estaban empapadas y el sudor le goteaba bajando por sus costillas. El periódico iba todo arrugado, y sólo faltaba que entre el tumulto le hubieran robado la cartera. En esto tuvo suerte pero, por desgracia, la suerte es de las cosas que menos dura en esta vida, así que nada más entrar por la puerta de la oficina, se encontró con una pila de expedientes, en imposible equilibrio, sobre su mesa.
- ¿y esto? – preguntó a su compañero antes de darle siquiera los buenos días
- Bueno, eso es lo que tiene ser el favorito de la jefa….jajaja

Pasó las dos horas siguientes si levantar el culo de la silla, concentrado en el trabajo hasta que uno de sus colegas acudió a su rescate con una propuesta que no podía rechazar: acercarse a la cafetería a tomar un café. Cuando se dispuso a tomar el primer trago, sintió que alguien le golpeaba en el codo, vertiéndose la mitad del contenido de su taza en la pechera de su camisa, que dejó de ser blanca. “Uy, perdón, fue sin querer” Escuchó cómo se disculpaba un taradito que cortejaba sin éxito a una morena anodina de escasos encantos visibles.

Regresó a su mesa para continuar con el trabajo. Nada más tomar asiento sonó su teléfono móvil. La pantalla del mismo le informó que era su novia.
- Hola, querido
- Hola – respondió entusiasmado porque por fin le pasaba algo bueno en lo que llevaba de mañana
- Hoy no puedo ir a Madrid
- Qué ?
- Acaban de ingresar a mi padre en el hospital, en urgencias, porque le dio una angina de pecho…
- Y qué tal está ? - preguntó pero sin pensar en su futuro suegro sino en que no la vería a ella y el fin de semana sería muy largo
- No sabemos todavía….está en la UCI y dentro de un rato saldrá un médico a informarnos….
- Bueno, ya te llamaré a ver cómo va todo…
- Gracias, te prometo que te recompensaré
- No te preocupes ahora por eso….
- Te quiero
- Yo también

Alejandra vivía en la costa, exactamente a 413 kms. de la capital, donde trabajaba como restauradora en un museo. Se veían prácticamente todos los fines de semana pero este mes, la media iba a decaer sensiblemente, dado que el anterior tampoco pudieron coincidir, por unas charlas sobre nuevas técnicas de conservación a las que ella tuvo que asistir en Navarra. Sonrió con amargura, maldiciendo su suerte en general, el desarrollo de ese día en particular y derivando en risa sin contención cuando recordó cómo la tarde anterior se pasó casi media hora eligiendo preservativos en las estanterías de la farmacia. Había una selección tan amplia, que no le cabía la menor duda que resultaba mucho más sencillo seleccionar un buen vino. Los había Tropical, Mix, Especiales, Normales, Sin látex, XXL, Sensitivos, Retardantes, etc.

La sonrisa se le borró pronto del rostro ante una nueva remesa de expedientes. Aún no eran las doce y tenía otras tres horas por delante para continuar con la tediosa y habitual tarea, que tomó con la resignación y el alivio de saber que era viernes y tenía un fin de semana por delante, aunque fuera sin su novia y con una caja de preservativos Sensitivos de 12 unidades deseando estrenar.
Llegaron las tres de la tarde y salió de su oficina decidido a caminar un rato, porque se le hacía insufrible la mera idea de meterse, en hora punta, en un tren que sin duda vendría lleno hasta los topes. Cuando por fin llegó a su casa, comprobó cómo habían intentado entrar en su apartamento y habían atascado la cerradura. La llave no entraba y no le quedó más remedio que llamar a un cerrajero de urgencias. Una hora después y tras una factura sangrante, por fin pudo entrar en su casa y derrumbarse en el sofá. Al rato, se preparó una ensalada y comió un par de yogures que remató con un café cortado con un chorro de aguardiente. Se estaba a punto de quedar dormido y sonó el teléfono. Uno de sus escasos amigos le comunicó que pasaría a buscarle en apenas veinte minutos para que le ayudara a subir un mueble que acababa de comprar hasta su piso, un cuarto con escaleras de las de antes, y sin ascensor.
Descargaron el mueble del coche y lo subieron con esfuerzo, resintiéndose en los riñones. Se quedó a cenar con su amigo y su esposa y no consintió que le acercaran a casa a eso de las once. “No os preocupéis, voy en Metro que no tardo nada” dijo inconsciente. Como no podía ser de otra manera, dado el desarrollo de las últimas 16 horas de su vida, el tren que le tocó en suertes se averió y paró en varias estaciones una media de cinco minutos hasta que finalmente ordenaron (y ya iban dos veces en el mismo día) desalojarlo. Ya en la calle, a escasos cien metros de su casa, se detuvo en una tienda de chinos para comprarse un helado de fresa y cigarrillos. Se lo comió sin prisas y después fumó un par de pitillos sentado en un banco de la urbanización donde residía.

Al subir a su apartamento, abrió una botella de cerveza, se tumbó en el maltrecho sofá del salón y encendió el televisor. Los distintos canales rivalizaban con estúpidos concursos dirigidos por presentadores de sonrisa artificial y pelo apelmazado de laca. En cuanto a los concursantes, competían encarnizadamente a ver quién era más cateto y enseguida se le ocurrió que semejantes idiotas sólo podían ser de agencia (los pobres habían nacido tontos y tuvieron una recaída). Ante tal demencial oferta cultural, apretó el botón de off y cerró los ojos intentando dormirse. Los minutos pasaban pesadamente y su inquietud de ánimo fruto de los avatares del día, era incompatible con la consecución de un sueño necesario y reparador. Decidió salir al balcón a fumar y dedicarse a no pensar en nada. Como si no se conociera, creyó que esto sería viable pero pronto, mientras miraba el cielo estrellado y fumaba, se dio cuenta de que no podía engañarse a si mismo de una manera tan burda como la de entregarse a no pensar y que constituía una actividad que chocaba contra su propia naturaleza de incontinente mental.
Retornó al salón, encendió el televisor y se armó un porro. A éste siguió un segundo y ya no despertó casi al mediodía del día siguiente, con dolor de cabeza y el vago recuerdo de que el de Arriba, le habló por a través del presentador de Teletienda. Lástima que no recordara sus palabras. Acaso sólo fueran: “tranquilo, mañana te va a ir mejor”, o algo así.

37 comentarios:

Peggy dijo...

Es un dia normal , lleno de vida prosaica , pero es que nos gusta huir de ella ...y deseamos manipular la realidad y no siempre se puede .
kiss Matutino

Carlos Paredes Leví dijo...

Peggy:
Lo que me sorprende es que te lo hayas leído todo.
Un saludo.

Ijon Tichy dijo...

Entero, de un tirón, y disfrutándolo.

Infinitamente realista. ¿Quien no se ha sentido Ernesto alguna vez?

Carlos Paredes Leví dijo...

Ijon:
MIentras solo sea alguna vez....

Makiavelo dijo...

La leche agria es la que se te queda después de un jodido día como el de Ernesto. Lo terrible es que esos abundan, y los ratos buenos son tan escasos que uno circula por la vida con la leche descompuesta.

Un buen relato.

Un saludo.

Carlos Paredes Leví dijo...

Makiavelo:
Hay días en los que es mejor no levantarse de la cama...
Un saludo.

Sibyla dijo...

Uffff, cuantos avatares. En vez de haber recurrido a los porros, el tal Ernesto, podía haber echado mano a...
...¡la agenda solidaria!!!!jajaja.
Saludos.

Carlos Paredes Leví dijo...

Sibyla:
No estaría mal lo de la agenda, lo malo es que no sabemos si él tenía una. Por otro lado, a lo mejor estaba enamorado de su novia y tendría miedo a la posterior resaca moral de haber llamado a otra.
Un saludo.

Letra dijo...

Terrible! Son de esos días en los que uno desearía no haberse despertado siquiera. Lo mejor es irse a dormir, y esperar otro día distinto. Por una cuestión de estadística, no puede repetirse a la brevedad, otro día así.

Carlos Paredes Leví dijo...

Letra:
Sí, la estadística está de parte del protagonista...
Un saludo.

Anónimo dijo...

Buenos días Carlos,
Lo cierto es que el pobre no tuvo un buen día, al menos era viernes.
Pienso que fue mejor idea la de la "maría" fumada que la de haber llamado a alguna María, con la suerte de ese día, seguro que se le presentaba la novia en plan sorpresa.

Besos.

Carlos Paredes Leví dijo...

Mavi:
Qué sagaz es usted¡ No le quepa la menor duda que su novia se hubiera presentadao. Lo que pasa es que, estando enamorado, sería raro que tuviera ojos (etc.) para otra.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Carlos, cuántos tendrían que aprender eso de que si están enamorados no deberían tener ... para otras!!! jajaja.

Carlos Paredes Leví dijo...

Mavi:
Es que entonces no están enamorados....¿o sí?

Ijon Tichy dijo...

Ojos, bueno.

Lo que no deberían tener es el etc. (si están enamorados, quiero decir).

Carlos Paredes Leví dijo...

Ijon:
hay gente para todo...

La Mamba dijo...

Leyendo tu post acabo de acordarme de porque me fui de Madrid. La novia si que es lista. Esta en Valencia tan agustito.
Por cierto tu personaje auque el no se de cuenta, tiene mucha suerte SALE A LAS 15:00. Hay gente como yo misma sale de casa a las 08:00 y vuelve a las..... ¿08:00?
¡Y que viva la calidad de vida¡
Muy bueno Carlos reflejas perfectamente un dia cualquiera de cualquiera de nosotros.

Anónimo dijo...

Carlos, pues ya no lo sé, me hace usted dudar, pero ellos es lo que dicen jajajajaja

Carlos Paredes Leví dijo...

La Mamba:
No se queje, que no tiene que usar el Metro a diario....
un saludo

Carlos Paredes Leví dijo...

Mavi:
No me diga que es usted de las que cree todo lo que le dicen....

Sibyla dijo...

Me ha gustado ese matiz del tal Ernesto, que por estar enamorado de su novia,le fuera fiel en su ausencia
Por lo menos, después de ese tremendo día, en el que parecía que todo se confabulaba en su contra, lo único que le faltaba era sufrir resaca moral.
Los autobuses también dejan tirados a los ocupantes infinidad de veces.
Un saludo.

Carlos Paredes Leví dijo...

Sibyla:
Sí, vi en algún telediario eso de los autobuses, en particular en la zona de Moncloa (Madrid) entrando por la A-6.
Ernesto, el pobre, se va a aguantar, y se va a pasar todo el fin de semana pensando en ella.
Un saludo.

Sibyla dijo...

Podría rizarse más el rizo, en ese fín de semana tan nefasto para Ernesto. En su deseo de ver y estar con Alejandra, agarra carretera y manta, y se hace 400kms para de paso hacer uso de lo comprado en la farmacia con tanto esmero.Sin embargo, cuál será su sorpresa al llegar y descubrir que lo de Navarra
y la angina de pecho eran meras excusas, pues ella había vuelto con su.....ex.(jejeje).

Carlos Paredes Leví dijo...

Sibyla:
Podría ser pero, con las enfermedades no se juega, y menos con la del padre...
Pero la felicito, porque está muy bien pensado.

Sibyla dijo...

Tiene usted razón, las enfermedades
son cosas muy serias... pero no me podía resistir a darle un giro de tuerca a esta tan suculenta historia
Disculpe mi atrevimiento, olvidaba que la historia de Ernesto era suya.
Saludos.

Carlos Paredes Leví dijo...

Sibyla:
Nada de disculpas, le agradezco mucho esa vuelta de tuerca. Además, no todo el mundo maneja los mismos códigos morales y no son pocos los temerarios a los que la soberbia, pasado un tiempo, les golpea en la cara. Los mismos que dicen Nunca Jamás.
Saludos.

Juan Pablo dijo...

Retardantes?? dijo retardantes??
Te mando 800 euros y decíle a Ernesto que me mande las cajas.
...Y yo que ya iba por el helado de fresa, ahora tengo la esperanza!

Cómo andás amigo?
Ché, hoy es el cumpleaños de Gérman, pasáste a saludarlo?

Un abrazo.

Carlos Paredes Leví dijo...

Juan Pablo:
800 euros en preservativos ? me parece que se le iban a caducar....
Gracias por el aviso de lo de Germánico.
Un saludo.

Leuma dijo...

En este tipo de días lo único que a mí me suele funcionar es tomármelos con humor, intentar reírme de la mala suerte y los contratiempos y "pasar" un poco del tema. Es una buena descripción de un muy mal día, Un saludo

Carlos Paredes Leví dijo...

Leuma:
La verdad es que, el humor, es lo único que hace que soportemos las penalidades de la vida cotidiana...
Un saludo.

Peggy dijo...

pues si leuma ...en los agobios lo mejor es relativizar las situaciones , reirse de uno mismo y decir ...y que? .

saludos

Unknown dijo...

ja! yo imaginé que se tomaria la ruta aérea y se convertiría en una mancha del pavimento...

(me gustó!)

delicisioso ese café ardiente...

beso

Carlos Paredes Leví dijo...

Ma. Candela:
Me acordé de usted cuando escribí lo del café...

Unknown dijo...

Disfruto de esas mezclas, no lo negaré, hay una con licor de cereza que me seduce!

gracias por ese recuerdo compartido...

Carlos Paredes Leví dijo...

Ma. Candela:
Yo, en cambio, lo tomo sin azúcar

Germánico dijo...

No es un día tan jodido como el que relataba Sabina en su canción "no sopor, no sopor...", pero tampoco estuvo mal.

Hay que ver lo sádicos que somos los humanos: disfrutamos leyendo las desventuras ajenas. Menos mal que es solamente un personaje de ficción.

Carlos Paredes Leví dijo...

Germánico:
En eso de días jodidos, como en todo, siempre hay quien gana....