martes, 22 de mayo de 2007

A una mano

Lisboa, mes de agosto del dos mil y pico.
Sintiendo el húmedo calor de la ciudad y un perpetuo cosquilleo en el estómago, que me producía compartir mis días vacacionales con la mujer que quería, paseábamos por las calles aledañas al Castelo de Sâo Jorge (castillo de San Jorge para quienes sean torpes con los idiomas) agarrados de la mano y con los oídos aún zumbantes del mini-concierto de guitarra con que un melenudo nos había obsequiado en el interior del recinto amurallado.
- ¿no hueles? – me preguntó, ella, de súbito.
- Pues no- respondí tras realizar un par de estériles movimientos olfativos con la nariz.
- Qué poco femenino eres, chico – rezongó y reafirmando mi creencia de que ese sentido (el del olfato) sólo se manifestaba en mí en casos muy evidentes y en ella con la misma eficiencia que en un ciervo.
- Ven – me dijo- y de la mano me guió hasta el lugar de origen del olor: un restaurante especializado en cocina de Goa (ex-colonia portuguesa, para los que andan escasos de conocimientos en Geografía e Historia).
Parados ante la puerta del establecimiento miramos la carta, expuesta en una pequeña vidriera.
- podríamos cenar aquí esta noche...¿qué te parece?- propuso
- me parece muy bien – expresé mi opinión y, acto seguido entré por la puerta para hacer una reserva mientras ella aguardaba fuera.
- Ya está – proclamé escasos minutos después
Nos dirigimos al hotel y, tras una siesta reparadora y una ducha retornamos al restaurante. Las escasas mesas de que disponía se encontraban ocupadas por un grupito de bulliciosos holandeses de pelo rubio y cachetes sonrosados. Me llamó la atención lo lustroso de su piel, cómo si les hubieran frotado con cera y me recordaron a esos perros bien cuidados a los que les brilla el pelo. Lo achaqué, quién sabe porqué, a una infancia cebada con cereales, leche y miel.
Media hora después, y tras tomarnos una copita de oporto en un bar cercano, por fin pudimos sentarnos a una mesa. El grupo se había marchado y las seis mesas, cubiertas de manteles a cuadros en diferentes colores, quedaron libres. Nos sentamos a una ubicada junto a una ventana y pedimos un robusto vino de Dâo para aguardar la llegada de los platos: arroz con pollo al curry y otro arroz con pescado y marisco.
Enseguida, el local se llenó (tampoco hacia falta demasiado para ello) y cuando reparamos en nuestro entorno, absortos como estábamos en mirarnos a los ojos y hablar de cómo nos habíamos conocido, caímos en la cuenta de que no quedaba una silla libre.
Todos parecían extranjeros y me llamó la atención una mesa cercana, ocupada por un muchacho, inconfundiblemente de aspecto británico y su novia, que podía ser de cualquier parte menos portuguesa. Ella comía asintiendo con la cabeza, y él hablaba hasta por los codos, mientras no dejaba de comer con una sola mano, la izquierda, y sin valerse del uso de los cubiertos, lo que parecía un arroz con no se qué, embadurnado todo de curry. No podía apartar la vista del plato de este singular individuo y de sus dedos manchados de amarillo.
- ¿quieres dejar de mirarlos? – me dijo mi chica
- es que no te has dado cuenta..? ese tipo está comiendo con la mano...literalmente...
- bueno ¿y a ti qué más te da? ..
- Sí, tienes razón...- concluí, mientras pensaba si por lo menos se las habría lavado antes de sentarse
Tendría razón pero me costaba no mirar a esa mesa, porque puede que comer así, en la India, le convierta en un purista pero ahí, en la occidental Lisboa, para mí y para el resto de comensales, no era más que un guarro.

30 comentarios:

Leuma dijo...

Pues los zurdos tienen mucha mano izquierda, parece que su protagonista no está muy embobado con su chica porque no se le escapa detalle externo para criticar, los enamorados no ven "La vie en rose"?

Carlos Paredes Leví dijo...

Leuma:
A lo mejor lo que le ocurre, es que siente nervioso y un tanto intimidado ante sus sentimientos...tan poco habituales en su persona.

Kala dijo...

A veces, aunque uno intente ser discreto, hay ciertos comportamientos ajenos que perturban nuestra cotidiana realidad, que están fuera de lugar. Pero no por ello podemos perder los buenos modales y mirar sin recato, jaja, bueno al menos hacerlo sin que se note tanto. Afortunadamente ahí estaba la chica del protagonista para recordárselo.
Saludos.

Carlos Paredes Leví dijo...

Kala:
Sí, luego siguió mirando (porque estaba como hipnotizado) pero de reojo...

Ijon Tichy dijo...

¿Y como no iba a mirar a semejante guarro/payasete?

Buen cambio de registro en el estilo narrativo, Carlos.

Kala dijo...

Coincido con Ijon, me encantaron los "...para quienes sean torpes con los idiomas...", ...para quienes andan escasos de conocimientos..."

El Castor dijo...

Yo con los dedos nada, ni eso que hacen algunos con los huesos del pollo para dejarlos bien pelados... Cuando como solo en casa es diferente, cojo con los dedos algún trocito de carne del plato y se lo doy a las perras. Una está sentada a mi lado (la japonesa, que es bastante fina). En cambio la gitana está en el suelo porque no cabe en la silla y aunque cupiera tampoco la dejaría porque es muy ordinaria, sería capaz de soltar la menstruación sobre mi plato de macarrones.
Saludos, caballero.

Leuma dijo...

Ufff, lo de la menstruación en los macarrones es...joder, peor q comer con los dedos

El Castor dijo...

Bueno, todo lo que no mata, engorda...

Leuma dijo...

Chico, menudo estómago...

Churra dijo...

A lo mejor el individuo ademas de guarrote no conocia eso de donde fueres haz lo que vieres ....
Besos

La Mamba dijo...

Carlos me ha gustado mucho este post. Has evocado en mi ese sentimiento tan bonito, cuando vas de viaje con la persona que amas (intuyo que estos personajes no llevan mucho tiempo juntos)al principio de una relacion y solo tienes ojos y oidos para el/ella. Que lastima que con el tiempo esto se pierda. Lisboa tiene que ser una ciudad muy romantica, por lo menos eso es lo que trasmites.

En cuanto al zurdo "original" decirle que ni en la India comen con las manos arroz, ni ninguna otra comida en los restaurantes, si acaso lo puedes ver en los mercadillos y ciertos alimentos. Me molestan mucho las personas tan originales que van de sobraos por la vida, sin respeto ni educacion.
Yo tambien me le hubiese quedado mirando fijamente.

Carlos Paredes Leví dijo...

Ijon:
gracias por haber comprendido lo que quería expresar. Este post es bastante autobiográfico pero....no voy a confesar cuánto.

Carlos Paredes Leví dijo...

Gracias kala, tu eres siempre muy gentil...es mutuo

Carlos Paredes Leví dijo...

Castor:
Ultimamente, y te sigo la pista por más de un blog, te noto más agresivo en tus comentarios...
A mí me parece perfecto, y no puedo evitar la sonrisa...sólo espero que a los demás le ocurra otro tanto.

Carlos Paredes Leví dijo...

Leuma:
qué quiere que le diga...

Carlos Paredes Leví dijo...

Churra:
yo más bien creo que quería llamar la atención...

Carlos Paredes Leví dijo...

La Mamba:
qué bien me ha comprendido, una vez más, usted..¡¡¡

Anónimo dijo...

Carlos, qué oportuno tu post. Siguiendo tus consejos tengo atado ya un viaje a Oporto y Lisboa.
Ahora además sé que comer con las manos (al menos con la derecha) tan solo conlleva que piensen que eres un guarro, pero consuela saber que incluso así se puede tener pareja.

Lebeche dijo...

¿De qué me suena a mí esta historia?
Siento discrepar con Leuma. Yo, por muy enamorado que estuviera, también me fijaría en el tipo y, en general, en los comensales. Lo veo más como una cuestión de tener el carácter observador.
Carlos... este está muy bien.

El Castor dijo...

Hombre, el mío aquí no ha sido un comentario agresivo. De todos modos yo creo que no es siempre útil decirle a la gente lo que espera oír, en todo caso no es útil para ellos mismos.
Saludos, caballero.

Carlos Paredes Leví dijo...

Jafatrón:
Usted tan agudo como siempre...
qué suerte tiene de visitar tan estimulantes ciudades...espero que intime con el oporto, el vino de Dâo, el Douro y la caldeirada de marisco..

Carlos Paredes Leví dijo...

Lebeche:
como siempre, comprendes qué quiero contar....todos sabemos que, aunque ellas piensen lo contrario, nosotros podemos hacer más de una cosa a la vez. Yo, en ese día, piececitos bajo la mesa, comer y mirar, cuando no la miraba a ella, y de reojo, al guarro.

Carlos Paredes Leví dijo...

Castor:
a mí, me gustan mucho sus comentarios y yo soy de los que me niego a decirle a la gente lo que espera oír, si pienso lo contrario (por principios).
Saludos, caballero.

Anónimo dijo...

Podés cenar con la mujer que querés y estar atento a otra cosa?

un beso

Carlos Paredes Leví dijo...

Sí pero no te preocupés, que con vos no me habría pasado...
Entretenidos en lances de cama seguro que se nos habría pasado la hora de cenar, y nuestra próxima comida hubiera sido el desayuno.
Otro beso, flaca.

Anónimo dijo...

Carlos que romántico!

Ya no sé si ir a Lisboa este verano o esperar y descubrirla acompañada de alguien a quien mirar a los ojos durante la cena.

Besos de buenos días!!

Carlos Paredes Leví dijo...

Mavi:
Para descubrir Lisboa, no hace falta ir acompañado....es una ciudad tan encantadora que te hechiza desde el primer momento..

Germánico dijo...

Una y otra vez tu personaje hace alusión a la cultura de quien le lea. Es interesante ese aspecto. Nietzsche criticaba a los culturetas de su tiempo en su Zaratustra, tildándolos de personajes abigarrados, misceláneos, flojos. De alguna forma anticipaban a los modernos progres de salón que hablan en términos soporíferos sobre la multiculturalidad, sobre la Alianza de Civilizaciones (en este caso el salón fue la sede de las Naciones Unidas y el café costaba 0,80 euros, supongo). La cultura bien entendida son también valores, y firmeza en su defensa frente a los valores de los bárbaros (que, como consideraban los griegos, eran los extranjeros, pero cabe aplicarlo a los extranjeros sin ilustración, imbuidos de “cultura”). El enemigo está en casa, pues son esos flojos, misceláneos y abigarrados culturetas de salón los que defienden con más daño para nuestra civilización los valores caducos y falsos de otras civilizaciones. Lo de comer con la mano no es tan grave, después de todo. Pero refleja ese espíritu de identificación con lo cultural ajeno, con otras culturas, en el seno de la nuestra. En efecto, entre nosotros, es un guarro. El choque de civilizaciones dentro de una civilización decadente que se escinde entre los que creen en sus pasadas glorias y quienes quieren destruirla desde dentro sin ser muy conscientes de ello y creyendo acaso representarla.

Carlos Paredes Leví dijo...

Me abruma usted, maestro Germánico...
Genial, como siempre.