sábado, 31 de mayo de 2008

LEVANTE. O NO

Llevaba una vida malsana, fumando demasiado, bebiendo en exceso, abusando de la carne roja y moviéndome apenas lo imprescindible. Mis ojeras eran ya un mal crónico, mis cabellos encanecían a toda velocidad y no recordaba la última mañana que había despertado con una erección. Escribía, escribía y sólo escribía, sin permitirme deslices mentales que me apartaran de mi novela. Los artículos que me demandaban del periódico, los despachaba en un santiamén, sin preocuparme en demasía por el contenido ni demorarme en piruetas estilísticas tan del gusto de los lectores. Descartaba las constantes ofertas que me hacían las productoras de televisión, daba largas a otras de la radio y mi vida social se reducía a escasas conversaciones telefónicas con mi editor. No vivía más que para dar vida a unos cuantos personajes y tejer una enmarañada historia que los entrelazara. Ninguna otra cosa me importaba.

Sólo cuando llegó el día que la versión definitiva de mi novela entró en la imprenta, pude por fin relajarme y respirar aliviado. Decidí que mi vida entraba en una nueva dimensión y tal acontecimiento se merecía una metamorfosis. Fui a la peluquería, me afeité con esmero, compré ropa nueva, libros y elegí un restaurante cercano a mi domicilio, por cuya fachada había pasado en incontables ocasiones. Le tenía fé, más como premonición que por razones objetivas, así que a las nueve allá me presenté, vestido con mis mejores pilchas, empapado en perfume y con los zapatos relucientes como si fueran de charol. Siguiendo una tradición, busqué una mesa pegada a la ventana y pedí un buen vino tinto mientras llegaba la comida. Tras un pequeño sorbo, y aseverar con la cabeza ante la atenta mirada del mozo, dediqué unos instantes a escudriñar el local y la fauna humana que se había congregado. Ni la decoración ni los especímenes reunidos despertaron en mí mayor interés que el que pudiera tener un experimentado entomólogo ante la visión de una mosca común. Paredes lisas pintadas de blanco con cuadros que pretendían parecer abstractos, lámparas con cristales de colores y unas cuantas mesas ocupadas por matrimonios maduros que hablaban entre susurros. Nada del otro jueves, y estábamos a martes.

Apenas llevaba unos cuantos sorbos de un excelente vino tinto de Mendoza, que amenazaba con enviciarme, cuando la vi aparecer por la puerta del restaurante. Treintañera avanzada, morena de piel, ojos azules y un pelo oscuro tendente a ondularse, la definían como una belleza de aspecto mediterráneo y bíblico. La sonrisa franca y el tiempo demorado en saludar a los empleados, denotaba que era habitual de la casa y que estaban encantados de tenerla de nuevo entre la clientela. Mientras departía, de pie en medio de la sala, yo no podía dejar de observarla, embelesado por su presencia y dejando que mi imaginación la moldeara como si fuera uno de mis personajes. La deseé al instante e imaginé que pasaba a formar parte de mi vida desde esa misma noche. Por eso, cuando se sentó a la mesa enfrente de la mía, pensé que mis deseos eran susceptibles de materializarse y que yo tendría potestad sobre ellos si lo deseaba con fuerza. Durante la cena, no podía dejar de mirarla. Ella, por el contrario, no reparó en mí en ningún momento, pareciéndome ésta, la señal más evidente de que yo no le resultaba indiferente, y que la elección de su mesa no había sido un gesto casual sino deliberado.

Cuando terminé de cenar, me demoré con un whisky y diversas especulaciones sobre ésa mujer: ¿Qué hacía semejante bombón cenando sola un martes por la noche? ¿se sentó a ésa mesa esperando que yo hiciera algo? ¿vendría a menudo buscando compañía masculina?. Sea como fuera, siempre fui un hombre de impulsos excéntricos y confianza en la palabra escrita así que, arranqué una hoja de la libreta que siempre llevaba en la chaqueta y garabateé lo siguiente:

SOY EL FLACO DE LA MESA DE ENFRENTE; ÉSE CUYA MIRADA ESQUIVASTE DURANTE TODA LA CENA.
SIN DUDA TENÉS A UN MONTÓN DE TIPOS MEJORES QUE YO INTENTANDO DARTE CAZA PERO, POR SI ACASO, Y CONFIANDO EN TU CURIOSIDAD O ALGÚN GENEROSO GUIÑO DEL AZAR, TE DEJO MI TELÉFONO: ************ . PODÉS LLAMARME A CUALQUIER HORA Y SINO, VOY A ESTAR ACÁ, MAÑANA A LA MISMA HORA.

C.

Tras pagar la factura y añadir una generosa propina, me acerqué a la mesa de ella y le dejé la nota manuscrita, con disimulo y sin querer mirarla para comprobar su reacción. Dominando la excitación y el deseo de volverme, me encaminé con paso seguro hacia la salida, sabiendo que la suerte estaba echada y que sus ojos taladraban mi nuca.

* Dedicado a la rosarina que me mandó ésta canción.

http://www.youtube.com/watch?v=65JpQRUf8XE

miércoles, 28 de mayo de 2008

CHITRULA

Llevaba un mes en Buenos Aires y apenas había abandonado el acuartelamiento de mi domicilio; un dos ambientes de paredes blancas, techos altos y suelo de lustrosa madera de roble. Lo poco que salía era para comprar algo de comida, cigarrillos, el diario y desayunar en algún bar cercano. El resto del tiempo, lo consumía con una novela que se me resistía, la corrección de una antología de cuentos lista para mandar a la editorial y los habituales artículos que me demandaban desde España. Cada tanto, vencido por el cansancio de esforzar mi imaginación más de lo que daba, me derrumbaba sobre el sofá y encendía el televisor. Programas repetidos con frikis de nueva hornada que insultaban la inteligencia, y el buen gusto. Tan grotescos resultaban que ejercían sobre mí una especie de fascinación, provocándome un estupor paralizante que ralentizaba mi voluntad por apretar el botón de Off.

En esas cuatro semanas, sólo me había encontrado con mi amigo Andrés Benoliel “El Colorado”, un viejo compañero del colegio judío ahora convertido en laborioso contador, y exitoso hombre de negocios, con oficina en Talcahuano esquina Corrientes. Un buen tipo, inteligente y lúcido, que lastraba el pecado venial de ser de Boca y que solía pasar por casa cada tres o cuatro días, acompañado de pizza, buen vino y un cargamento de chistes verdes. En otras ocasiones, las menos, conseguía arrastrarme a algún restaurante cercano a comernos una parrillada o unos varenikes, antes de volver a mi departamento a tomarnos una última copa.
Aparte del Colorado, nadie sabía de mi retorno y según pasaban los días, más cuesta arriba se me hacía agarrar el teléfono. Me había costado una década reconciliarme con mi ciudad y temía que remover el pasado me exigiría el pago de un peaje demasiado alto, mayor del que yo podía asumir. Sólo deseaba trabajar y pasar desapercibido.

Sería el 29 o el 30 (en todo caso un martes) cuando el teléfono retumbó de madrugada, arrancándome violentamente de la inconsciencia del sueño. El aparato seguía timbrando y yo lo miraba con aprensión, como si presagiara que algo malo se cernía sobre mí. Me froté la cara con la mano, en un intento de disipar las nieblas del sueño y aparté las mantas que me cubrían. Sin todavía tener noción del tiempo a pesar de haber mirado el reloj dos veces, levanté el tubo.

- ¿sí? – pregunté con voz dubitativa, y la falsa esperanza de que se tratara de una equivocación

El silencio del otro lado de la línea evidenciaba la intención de la llamada y aumentaba mi inquietud.

- ¿sí? – volví a preguntar

- Soy yo – respondió

Me quedé callado, sin saber qué decir.

- soy yo – repitió

- se quién sos – dije al fin, armado de un valor y fingiendo una tranquilidad que no tenía

- ¿no ibas a llamarme? – inquirió sin irse por las ramas

- después de todo este tiempo no tendría mucho sentido, ¿ no te parece?

- ¿ ah no ¿ ¿ me tenés miedo?

- cortála

- ¿por qué volviste? – preguntó agresiva

- no por vos, desde luego – repliqué en idéntico tono

- quiero que me digás a la cara porqué te borraste, porque huiste sin darme una explicación y que en todo estos años no pensaste en mí

- cortála, Ester, estás hablando como en un culebrón brasilero….te dejé porque vos no me querías como yo a vos…

- ¿de dónde sacaste que yo no te quería?....yo te necesitaba….

- ahí lo tenés ¿te escuchás? “me necesitabas”…..yo quería amor, pasión, no una tibia historia de dependencia…

- te extrañé…..ni siquiera una carta, ni una llamada…..

- lo habíamos hablado, acordáte….

- ¿a aquello lo llamaste vos hablar?

- mirá, no voy a discutir…..pasó mucho tiempo, así que dejáme vivir

- ¿qué te deje vivir? ¿y quién me devuelve a mí todos estos años? Gracias a vos, no pude volver a confiar en los hombres….me arruinaste la vida

- yo no tengo la culpa de tu histeria, flaca…..

- yo sé qué todavía que me querés, que no me olvidaste ¡¡ …y .me lo vas a decir a la cara, hijo de puta ¡¡– gritó antes de colgar violentamente.

Invadido por una súbita agitación y oscuro presentimiento, me vestí a toda velocidad y llamé un remis. Sin dejar de asomarme al balcón para vigilar la calle, rezaba para que llegara antes que ella, consultando mi reloj a cada instante y sintiendo cómo mis palpitaciones iban en aumento. Cuando por fin monté en el auto, y respiré aliviado, indiqué al chofer que diera la vuelta a la manzana. El tipo me miró raro, a través del espejo interior pero no dijo nada; se limitó a encogerse de hombros y acatar mi pedido.

Al doblar por mi calle, me agazapé en la profundidad del asiento trasero y observé, entre sonriente y fascinado, a Ester con el dedo pegado en mi timbre.

- siempre fue una loca ¡ – se me escapó

- ¿cómo dice? – preguntó el remisero

- Nada, nada, siga derecho, que después le indico.

domingo, 25 de mayo de 2008

SIEMPRE ELLA

Había engordado, de cintura para abajo, y su piel se había ajado, desplegando una amplia gama de arrugas cada vez que sonreía. Sin embargo, a pesar de todo, una belleza de esencia se imponía a las huellas del paso del tiempo, confiriéndole un sano atractivo de mujer madura que ha sabido envejecer, al desprecio de frivolidades y aceptándose tal como era. Tomamos un café y charlamos de generalidades, regateando hábilmente el por qué de nuestra separación y la especulación de lo que pudo haber sido y no fue. Nos mirábamos con el estudiado disimulo de no ser sorprendidos por el otro y cuando esto ocurría, sonreíamos a modo de defensa, sin saber qué decir y dando a entender todo, quizás demasiado. Habían pasado diez años de lo nuestro y aún eran muchas las mañanas en que ella era el primer pensamiento que acudía a mi cabeza.
Me contó algunos pormenores de su exitosa carrera periodística que yo seguía muy de pasada porque, ante la dolorosa perspectiva de tomar mi primer café del día leyendo sus artículos, optaba por cualquier otra menos evocadora. En cuanto al aspecto emocional, omitió cualquier mención y yo, lógicamente, no insistí. No quería saber si su cuerpo era disfrutado por otro, tal vez más alto, más guapo, más encantador y con más dinero que yo. Tras contarle mi triste existencia, generosamente ficcionada para que no sintiera pena ante los estragos que el destino hizo conmigo desde que nos separamos, nos despedimos. Me dió un par cordiales besos, que me parecieron más cálidos de lo normal y antes de salir por la puerta, se volvió y me dijo.- no se si te sirve de algo, pero siempre me arrepentí de dejarte. Se me antojó que lo dijo en serio e, incapaz de decir algo y mucho menos de correr tras ella, convertí a esa frase en mi único consuelo.

viernes, 23 de mayo de 2008

RUMBOS


El peregrinar por las librerías de Corrientes resultó fructífero. Ella se compró “Bajo el signo de Marte”, de Fritz Zorn, “Mis amigos”, de Emanuel Bove y “El testigo ocular”, de Ernst Weiss. Yo, por mi parte, cargué en una bolsa con “Reunión de bachilleres”, de Franz Werfel, “Le juif imaginaire”, de Alain Finkielkraut, una vieja edición, amarillenta y olorosa del mítico “Libro del desasosiego” de Pessoa y una voluminosa antología de cuentos portugueses. Cargados de letras, nos metimos en un Café (Corrientes esquina Callao para los amigos de los datos) a tomar algo fresco y gambetear, en la medida de lo posible, las molestias de la humedad y un bochornoso calor rioplatense. Hojeamos los libros y charlamos de trivialidades. Le señalé mi certeza de que esa esquina era como un Aleph por donde confluía el paso de personajes singulares y se lo confirmé marcándole algunos especímenes que veíamos pasar a través de la ventana. “Yo creo que esta gente no tiene más razón de existir que transitar por Corrientes” le dije, y sonrió ante mi peculiar teoría”. “Uno siempre tiene que tener teorías, de todo tipo y en todo momento, aunque sólo sea para escapar de las teorías demenciales de los demás” agregué. Volvió a sonreír y dijo algo que me sonó a cumplido: “eres un tipo peculiar”.

Cuando salimos del local, el inclemente sol había retrocedido ante el avance de unos nubarrones oscuros y agoreros de copiosas lluvias. Caminamos un rato Corrientes abajo, pendientes del cielo y predispuestos a parar un taxi en cuanto comenzara el predecible diluvio. Teníamos tiempo libre y yo venía barruntando la idea de llevarla a cenar a algún sitio. Por el momento, prefería no declarar mis intenciones, así que nos entreteníamos hablando de temas variados, moviéndonos circularmente en una inocuidad que sabíamos ficticia. Ella esperaba alguna propuesta mía y yo me hacía el interesante demorando cualquier planteamiento.
Miré mi reloj, como si consultara la hora y pregunté con aire indiferente, como el que no quiere la cosa pero con más intención que Judas negociando con los romanos:

- ¿che, te parece que vayamos a cenar? Si no tenés nada que hacer, digo…..

- Sí, me encantaría – respondió, con la mejor de sus sonrisas dibujada en la cara

Paré un taxi y apenas entramos se puso a llover como en la Biblia. Le indiqué al tachero que nos llevara a cierto restaurante italiano que había descubierto mi buen amigo Fortunato Archevolti hacía un par de semanas y que yo tenía en mente para acudir acompañado de alguna fémina. Durante el trayecto hablamos poco, con la cabeza pegada contra la ventanilla mirando la lluvia, la gente correr, invocando nostalgias y prediciendo el futuro.

- “¿Te gusta el lugar?” le pregunté cuando llegamos.

- mucho – respondió mirando interesada la fachada del edificio.

Era un chalet de dos plantas, construído en estilo modernista, allá principiando el siglo veinte y precedido por un pequeño jardín con espacio para aparcar los vehículos. Por dentro, estaba decorado sobriamente, sin ningún exceso y con unos cuadros abstractos como único desliz discordante con el clasicismo que emanaba del conjunto. Hicimos nuestros pedidos y nos entretuvimos con una botella de vino blanco dulzón (Norton cosecha tardía) mientras se demoraban los platos: fettuccini con salsa mediterránea para ella y dorada a la parrilla con guarnición de papas para mí.

- ¿por qué me dijiste, antes, que soy un tipo peculiar?

- Porque lo eres….hay algo en ti muy intelectual y vulnerable a la vez, y lo segundo sin duda tiene que ver con tu relación con las mujeres….no eres tímido pero se te nota que intentas imponerte a ciertos miedos e inseguridades….me da la impresión que con nosotras, siempre has tenido éxito pero no suerte…por eso te dejas llevar, para asegurarte que nuestro interés real y el problema, si las cosas se tuercen, no radica en ti

- mirá, podría hacerme el desentendido diciendo que no tenés razón, o el sorprendido pero, fingir, me parece un mal comienzo….sí, tenés razón en lo que decís pero mis viejos miedos no me paralizan e intento apartarlos, con desigual éxito, de mi cabeza….éste temor que siento ahora, frente a ti, es nuevo y no sé hasta qué punto se emparenta con los anteriores….y es así, porque me interesás, porque sos linda, alegre y extraordinariamente inteligente y porque no quiero tratarte como si fueras una mujer cualquiera…

- eso es una declaración en toda regla

- ¿te parezco muy audaz?

- todo lo contrario, me gusta y me encanta que seas tan poético….ningún otro hubiera empleado la palabra “audaz” ni posiblemente se hubiera sincerado de la forma que tú lo has hecho

- es que no me banco la hipocresía

- yo tampoco, y si estoy aquí contigo, es porque quiero estar

El mozo apareció con la bandeja e interrumpió nuestra desbordante conversación de rumbos impensados, que no por deseados eran predecibles unas horas antes. La cena fue copiosa y prolongada porque ya no había ninguna prisa, porque la evidencia de la satisfacción del deseo era un hecho próximo e ineludible y porque las inseguridades se tornaron livianas.
En mi departamento, Vilma se mostró dócil. La estreché por la cintura y besé en los labios antes de tenderla de espaldas en la cama. Me fascinaban los lunares que asomaban por su camiseta de tirantes, el sedoso tacto de su ropa interior y el paulatino descubrimiento del resto de su cuerpo. Cuando desperté por la mañana, ella dormía acurrucada entre mis brazos, apretada contra mi pecho y exhalando un olor a sexo y perfume que provocaba mi complacencia de macho a la par que un orgullo pueril apenas disimulado. Afuera, la lluvia continuaba cayendo con terquedad y el inequívoco sonido trajo a mi memoria, a caballo de la nostalgia, algo que había leído tiempo atrás: “Lo importante es no confundir a las mujeres, que son muchas, con el amor, que es uno solo”. Cerré los ojos y volví a dormirme.

jueves, 15 de mayo de 2008

En El Ombú


Había quedado por la tarde con Vilma, así que aproveché el mediodía para reunirme con mi amigo Fortunato y compartir charla y mantel en uno de nuestros lugares predilectos: El Ombú. Frente a una parrillada de carne y una botella de Luigi Bosca reserva, el tema de mi cita saltó enseguida en la conversación.

- Hoy puede ser un día histórico para vos, turco, así que no dejés que te salga ése pelotudo que asoma cuando te gusta una mina y sé vos mismo….. no te preocupés por ser brillante, conformáte con no meter la pata – me dijo

- ¿Sabés qué me llama la atención?, que con lo buena que está, no ande con nadie….

- Mirá, según me contó Lucía, a Vilma siempre la están rondando tipos pero vos no hagás mala sangre por eso. Le gustaste y quiere quedar con vos, no con otro, así que dejáte de especulaciones al pedo y disfrutá….

- No sé porqué me siento tan inseguro…yo no soy así

- Porque te gusta y sabés que ésta no es ninguna loca. Estás acostumbrado a bancarte la histeria de minas que no te convienen y cuando encontrás a una que se sale de ése patrón, te sentís confundido…..

- ¿Vos creés?

- Claro. Querés ver en ésta mina a la mujer que anduviste buscando siempre…pero no te preocupés porque esto es algo normal….a mí, me pasó un montón de veces

- ¿Y si en verdad lo es?

- Bueno, che, eso lo vas a tener que averiguar vos mismo….pero yo te aconsejo que rebajés el nivel de especulación y expectativa……está bien que la mina está muy buena, es inteligente, tiene clase y todo lo que vos querás, pero no olvidés que al principio las cosas suelen ir bien….lo jodido es cuando pasa el tiempo..

- ¿Sabés lo que te digo?; que sea lo que tenga que ser...¡¡ voy a dejar de imaginar cosas y …

- Che, ¿víste cómo nos miran las pendejitas de la mesa del fondo? – me interrumpió

Me di la vuelta con cierto disimulo y las miré de pasada, más por complacer a mi amigo que por interés propio:

- ¿hablás en serio? – pregunté sorprendido, y añadí – …..a ésas no les toco el culo ni con un palo….

- Te estoy jodiendo, turco….andá, servíme más vino y reíte un poco…que vos no lo sabés, pero vas a morir de éxito…

- Qué haría yo sin vos, tanuzzo ¡¡

- Pasear por Corrientes, a ver si te levantás una loca o alguna cajera de librería….dále, ponéme más vino.


* La acuarela "El turco", es obsequio de mi amiga Raquel Barbieri.


sábado, 10 de mayo de 2008

ME GUSTÓ

Me gustó, y mucho. De negro, elegante pero nada ostentosa y despreciando las exigencias de la moda, se acercó a mí con una deslumbrante sonrisa a modo de presentación. Nos saludamos a la española, con dos besos y, de inmediato, sentí cómo mi corazón y mi mente se relajaron, provocándome una sensación de alivio que no me abandonaría en toda la velada. Atrás dejé las especulaciones psicológicas fuera de tono, y la tentación de guiarme por actuaciones pretéritas o caer en el penoso intento de mostrarme complaciente y simpático. Era “ideal”, tal como me predijo Fortunato. Aparte del incuestionable componente erótico de su físico, había algo que emanaba de ella y que cautivaba de un modo sereno e hipnótico, haciéndome comprender que me encontraba ante una criatura excepcional.

Con la intención de Fortunato y la complicidad de Lucía, Vilma y yo mantuvimos cierta intimidad comunicativa que nos alejaba de los vaivenes de una conversación a cuatro voces y envolvía como una suave caricia. Un masaje verbal que cuando más sentíamos, más deseábamos. No hacía falta ser un lince para aventurar que existía una corriente bidireccional de atracción y que las bases para algo de mayor trascendencia, sea esto lo que fuera, se estaban asentando con el interés de ambas partes. Se palpaba la certeza de que nuestro encuentro proponía un desafío, un significado que se nos escapaba y que no parecíamos dispuestos a eludir.

Por desgracia, o porque simplemente este primer acto tocaba a su fin, la madrugada se nos echó encima y nos separamos con un beso (a la argentina) cuya cálida humedad sentí en el borde de mi boca, un número de teléfono y la propuesta de pasear por las librerías de Corrientes.

PD: Otra versión de este encuentro pueden hallarla en el blog de mi amiga Isabel Chiara.


jueves, 8 de mayo de 2008

NUNCA SE SABE...

Acababa de leer, en un libro de Edgardo Cozarinsky, que era peligroso inventar cuentos, porque, si resultan buenos, terminan por hacerse realidad y entonces ya no importa si fueron inventados, porque siempre habrá alguien que después los haya vivido. Me intrigaban estas palabras y no podía sacármelas de la cabeza. Recordé que, hacía años, yo mismo había escrito un relato en el cual, el protagonista, un tal Cesare Prato Lampronti, tenía el don de materializar sus deseos con tan sólo escribirlos en un papel y ponerlos bajo su almohada a la hora de acostarse.
En esas evocaciones entretenía mi cabeza, cuando sonó el teléfono:

- ¿sí? – contesté
- Soy Fortunato ¿qué andás haciendo?
- Nada
- Te cuento……..ésta noche viene Lucía a cenar a casa, va a traer una amiga y…
- ¿tan mal me ven? – le interrumpí
- No, pero por una vez la suerte está de tu parte y tenés la oportunidad de conocer a una mina que no es una loca….según Lucía, es “ideal” y te va a encantar…..
- La verdad es que esto de las citas arregladas nunca me gustó….
- Vení, hacéme caso….no tenés nada que perder…
- Eso es cierto…
- Claro….vos venís, cenás, charlás y si no se gustan, no pasa nada…no hay ningún compromiso….dále, vení
- ¿A qué hora?
- Ellas van a venir a las nueve pero, si no estás ocupado, veníte antes, así nos tomamos unos vinitos y charlamos….
- Bueno, en un rato estoy allá….¿querés que lleve algo?
- No, no hace falta, tengo de todo
- Chau

Después de ducharme, me paré ante el espejo unos instantes. No tenía el atractivo empalagoso y aniñado de Brad Pitt pero me gustaba lo que veía. A fin de cuentas, siempre tenía éxito con las mujeres que conocía y esta tendencia no tenía porque variar mientras tuviera pelo y no me sobraran kilos. Perfumado, peinado y vestido con jeans, camisa blanca y chaqueta de lino azul, sonreí como un tonto mientras metía, bajo la almohada de mi cama, un papelito con el siguiente deseo: “que me vaya bien con la amiga de Lucía; que sea la que espero”. Salí por la puerta y corrí escaleras abajo, ansioso por hacerlo realidad.

lunes, 5 de mayo de 2008

CHARLA

El famoso escritor Fortunato Archevolti, entrañable amigo de los que ya no quedan, y yo, habíamos quedado para cenar, tal cómo veníamos haciendolo al menos una vez por semana desde que nos radicamos en Buenos Aires.
Sentados a la mesa de un restaurante entre Díaz Vélez e Hidalgo, charlábamos mientras él daba cuenta de unos fettuccini con salsa de berdeo, yo engullía unos varenikes y nos bajábamos, sin esfuerzo, una botella de Navarro Correas (Colección Privada. Merlot 2004).

- F: me gustaron mucho tu artículos de la semana pasada….cada vez estás escribiendo mejor….deberías meterle mano, de una vez por todas, a tu novela en vez de ir dilatándolo…parecés un arquitecto, que se le va todo en proyectos…
- Yo: sí, tenés razón pero….la verdad es que después de escribir para el diario, no me quedan ganas de seguir escribiendo…..
- F: lo del diario está bien porque te da de comer, igual que esas pelotudeces que te encargan los de Televisión y los de Publicidad pero….vos tenés que aspirar a algo más……tenés talento para crear personajes complejos, llenos de matices, de aristas……sólo te falta enlazar una trama, o ni siquiera eso, podés describir las vicisitudes de una saga familiar, o de un único personaje central con otros muchos como meros satélites…..
- Yo: mi principal problema es la anarquía….. no me siento capaz de imponerme una rutina y, mientras no lo consiga, no voy a poder encarar la tarea con la pasión que se merece
- F: mi consejo, si lo querés, es que escribás todos los días, lo que sea….ni siquiera que sea ordenado….hoy escribís medio capítulo, mañana otro entero y luego ya los vas uniendo como se pueda
- Yo: vos siempre tenés razón….
- F: Lo sé, menos una vez, que creí que no la tenía y luego resultó que también..
- Yo: che, cambiando de tema ¿ hay novedades con Gabriela ¿?
- F: sí, nos vamos a divorciar, definitivamente……yo ya no estoy enamorado de ella y no vale la pena intentar arreglar algo que está roto….es como una copa de porcelana que se te cae al suelo y se rompe….vos la podés pegar pero, sabés que está rota y que es más frágil que antes….además, dice que me perdonó pero no movió un dedo por salvar nuestro matrimonio….era mejor que no me hubiese perdonado y hubiésemos acabado con todo desde el primer momento….
- Yo: ustedes sabrán…….¿y tus otras mujeres?
- F: bueno, la Innombrable es una chitrula que cada tanto me rompe las bolas.. y en cuanto a Lucía….está todo bien pero, ya sabés cómo son las cosas al principio….me gusta y, a mi manera, la quiero pero….estoy cómodo así como estamos.…pensá que fuí viudo y pronto voy a ser divorciado…..se me rompió el corazón varias veces y tengo el alma llena de muescas….estoy grande para recaídas sentimentales….¿y vos? ¿seguís con ésa histérica….? …¿te acordás de lo que te dije de las cordobesas…?
- Yo: no….ya lo dejamos….yo no viví tanto como vos pero también estoy grande para andar perdiendo el tiempo con pavadas…ya sabés cómo son las locas éstas: mucha paja mental y sexo mediocre…..¡que se saque un bono de 10 sesiones y maree a su psicoanalista…..¡
- F: ¿probaste a emborracharla?
- Yo: No, probé a emborracharme yo, y fue peor…..no pude coger y nos la pasamos hablando…
- F: Mirá que te quiero, pero te juntás con cada una….¿dónde las buscás? ¿en Corrientes?......¡¡ ¿Cuándo te vas a buscar una como la gente, flaco??
- Yo: eso mismo me dice mi vieja….
- F: ¿Nunca te preguntaste porqué no quedan mujeres como nuestras madres?
- Yo: todos los días….después de preguntarme porqué carajo los tipos, siempre, acabamos hablando de minas…..

INVISIBLE

Nadie podía sospechar que el famoso escritor Ernesto Frankel no era más que un muerto que vivía de prestado, y que escribía porque no tenía otra forma de esquivar sus dolorosas agitaciones interiores. ¿Qué otra cosa podía hacer que aferrarse a su mesa de trabajo e idear personajes e historias a su gusto para así compensar, o algo parecido, sus carencias?. Carecía de familia, sus amigos resultaron ser unos oportunistas y el amor lo había desechado hace tiempo por imposible. Sabía que nunca encontraría a alguien que lo quisiera por si mismo, fuera de la irradiación de la fama, y que las muchachas sencillas, corrientes y encantadoras siempre pertenecerían a otros. No le quedaba otra que agarrarse a sus invenciones y sobrellevar su fatalismo a golpe de ficción.
Cuando se asomaba al balcón de su casa, miraba con envidia pasar a las parejas y a los muchachos jugar al fútbol en el parque, comprendiendo que no se suicidaba porque no tenía huevos y porque los seres ficticios, sólo existen en los libros.

viernes, 2 de mayo de 2008

FLECHAZO TELEVISIVO

Desde que mi novia se fue, en busca de otro hombre que le pusiera en hora su reloj biológico, me hundí en una gozosa decadencia. La abulia, el tedio y un indoloro vacío de sentimientos eran mis compañeros, y yo disfrutaba de tenerlos cerca. Me pasaba los días despatarrado en el sofá, sin ducharme y sin asearme lo más mínimo, envuelto en un albornoz y con el mando a distancia pegado a mi mano como si fuera un apéndice de ésta. No escribía, no pensaba y apenas me daba el ánimo para mandar unos cuantos artículos, que tenía en reserva, al periódico que me pagaba. Dormía mucho y me alimentaba a base de pizzas y donuts. Tomaba más de una botella de vino al día, sin por ello despreciar el whisky o el café, que bebía como si lo fueran a prohibir y el mismísimo Juan Valdez me trajera los últimos cargamentos a casa. También fumaba, y el salón estaba impregnado de un fuerte olor a tabaco que resistía al ambientador y daba a la estancia un aroma de puticlub de carretera.

Así estaban las cosas hasta el pasado jueves. Serían poco más de las diez y media de la noche y acababa de despertar de un ligero sueño inducido por una cena exagerada y demasiados vasos de vino. Con los ojos semicerrados y apretando compulsivamente los botones del mando, me detuve en una comedia ligera, de ésas que entretienen sin requerir ningún esfuerzo a las neuronas. No había mucho donde elegir, así que la dejé puesta sin dedicarle apenas atención. Cuando estaba a punto de cambiar de canal, la ví, como si su aparición tuviera que ver con el cumplimiento o una señal del destino. Ojos color miel, pelo castaño claro, una boca hecha para besar y un cuerpo de sinuosas curvas que se adivinaban bajo sus exiguas ropas, ceñidas y reveladoras. Mis pupilas se dilataron en toda su capacidad y mi cerebro se vió momentáneamente privado de oxígeno, ante el entusiasmo provocado por esas divinas simetrías.

Se llama Sabrina Garciarena, es argentina, actriz y hemos quedado (ella no lo sabe) para el jueves que viene. Mientras llega el día, me duché, afeité, corté el pelo, dejé el tabaco, el alcohol y me alimento exclusivamente de ensaladas y fruta. Quiero estar presentable para nuestra próxima cita porque, aunque ella no me vea, yo voy a estar aquí; esperándola con ansia.


* También es ficción.